El Prado cuelga sus vestidos de muselina
Una exposición muestra los matices del blanco a través de los retratos que Goya y Esteve hicieron a los duques de Osuna
El retrato de Manolita ha sido hoy, viernes, el blanco de todos los focos en el Museo del Prado. Blanco en dos sentidos: el estético, ya que es el centro de la exposición El desafío del blanco. Goya y Esteve, retratistas de la Casa de Osuna; y como objetivo de la pinacoteca, que quería comprar esta obra para incluirla en sus fondos. La ha adquirido gracias a la donación de Óscar Alzaga Villaamil, que el 27 de marzo legó al museo seis cuadros y una dotación económica para la adquisición de una séptima. 300.000 euros gracias a los que el Retrato de Manuela Isidra Téllez-Girón, futura duquesa de Abrantes (a la que familiarmente llamaban Manolita), pintado en 1797 por Agustín Esteve, forma parte del patrimonio del Estado y cuelga en las paredes del Prado.
Este retrato, hasta ahora en una colección particular, es considerado como el mejor y más singular de Esteve (Valencia, 1753-1820) y de los retratos infantiles del siglo XVIII. La pequeña, de 32 meses —como indica la inscripción del cuadro—, mira al espectador con unos profundos ojos negros. En una mano lleva una muñeca, con la otra se sujeta el vestido blanco transparente. Estaba de moda la muselina blanca, lo que puso a prueba la manera en que los pintores aplicaban ese color. Esteve, con su sutil pincelada, supo darle todos los matices, como se comprueba en la muestra, cuyo leitmotiv es el blanco, color de los vestidos de las damas de la familia del noveno duque de Osuna, de quien, Esteve, se convirtió, junto con Goya, en una especie de pintor oficial a lo largo de casi cuarenta años.
Así, en dos pequeñas salas, se suceden los retratos que el pintor valenciano realizó de las hermanas mayores de Manolita y de ella adolescente y adulta. También, La marquesa de Santa Cruz y el retrato de toda la familia de los duques, obra de Goya.
Durante la presentación, se han querido resaltar dos figuras: la del artista y la del donante. El pintor valenciano actualmente no es muy conocido, “sí por los coleccionistas”, indica Virginia Albarrán, comisaria de la muestra, que incide en el interés mostrado por el museo en este pintor, del que se quiere seguir investigando y dándole el puesto que merece en la historia del arte.
Alzaga (Madrid, 1942), catedrático de Derecho Constitucional e histórico político democristiano, ha sido el centro de los agradecimientos de José Pedro Pérez-Llorca, presidente del patronato del Prado. El director, Miguel Falomir, recalcó la importancia de los donantes, gracias a los que se pueden ampliar las colecciones españolas y la necesidad de que cunda el ejemplo. “Todos suspiramos por una ley de Mecenazgo”, respondió a la pregunta de si esta incentivaría el coleccionismo.
Alzaga se quitó importancia justo después de dársela a su esposa, que le acompaña en su labor filantrópica. Se autocalificó como “aficionado a la pintura clásica y coleccionista de segunda división”. “En muchas subastas no he podido comprar porque son otros los que suben más veces y con más capacidad la paleta”, contó. Reflexionó con los asistentes sobre de quién y para quién es una pintura, concluyendo que siempre ha pensado que los cuadros que están en habitaciones privadas tienen vocación de pasar a una sala pública y ser de la comunidad. El Museo le prepara para otoño un homenaje mayor en el que se expondrán las siete obras que ha donado.
Babelia
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