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Sebastian Junger: “Competir con un grupo rival nos hace sentir bien”

El autor de ‘Tribu’ reflexiona sobre la importancia de la vida compartida frente a la alienación imperante en un mundo cada vez más individualista

Andrea Aguilar
Michael Kovac (Getty / ‘VANITY FAIR’)
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Regreso a la tribu

Cuando era un veinteañero, su tío Ellis, con sangre dakota y apache, le contó que en la conquista de EE UU si un blanco era apresado por los indios, y le adoptaban, luego se resistía a regresar a la sociedad de la que procedía. Si lo hacía, escapaba una y otra vez para tratar de volver con la tribu. No había casos a la inversa. Muchos años después, el periodista y documentalista Sebastian Junger (Massachu­setts, 1962) recordó aquello al ver la dificultad que tenían para reintegrarse tras la guerra los soldados estadounidenses con quienes había compartido trinchera en Afganistán. “Querían volver al frente y seguir luchando, y ese lugar era un ambiente totalmente tribal: vivían en una unidad 40 hombres, absolutamente dependientes los unos de los otros. Pensé en mi tío. Si pruebas algo distinto a la sociedad moderna, no quieres volver”, dice sobre Tribu (Capitán Swing), el ensayo en el que estudia la brecha entre el mundo actual y nuestra naturaleza más atávica.

Junger, autor de La tormenta perfecta, cubrió conflictos por todo el mundo desde mediados de los noventa, pero el año que pasó empotrado en el valle afgano de Korengal junto al fotógrafo Tim Hetherington le descubrió el lado más íntimo del combate. Aquello cuajó en el libro Guerra, en la trilogía de documentales sobre los soldados Restrepo, Korengal y La última patrulla, y en el potente análisis que plantea en Tribu.

PREGUNTA. ¿Es la añoranza del grupo y no el estrés postraumático lo que afecta a los soldados?

RESPUESTA. Un 25% de los voluntarios del cuerpo oficial de cooperantes Peace Corp sufre una profunda depresión cuando vuelven a casa, al pasar de una vida muy cercana, casi de pueblo, a los suburbios de EE UU. Lo mismo ocurre con muchos soldados. Algunos sufren estrés postraumático, pero lo que suele ser traumático no es la guerra, sino la transición al regresar.

P. Las comunas también han expresado esa ansia tribal, ¿no?

“Muchos soldados se deprimen cuando vuelven a casa, al pasar de una vida muy cercana en el frente a los suburbios de EE UU”

R. Sí, aquello resultaba atractivo para la gente por los mismos motivos, también las pandillas de motoristas, las pandillas callejeras, etcétera.

P. ¿Cuál es el atractivo?

R. Nuestra existencia es más plena cuando quienes nos rodean dependen de que actuemos correctamente. Ocurre cuando hay algún tipo de amenaza que permite mostrar nuestro pasado evolutivo. Los humanos somos primates sociales, empezamos a hacer fuego y a fabricar herramientas, evolucionamos en un ambiente muy hostil y cada individuo del grupo era necesario para la supervivencia de todos. Esto crea un sentimiento de estar a salvo, de pertenencia. Cuánto más ricos somos y menos dificultades hay, menos necesitamos al grupo, y a la inversa: estamos más alienados. Es una liberación de la tiranía del grupo, pero también una gran pérdida.

P. En Tribu habla de guerra y catástrofes naturales, pero también menciona a un empresario que pidió ayuda a sus empleados. Muchos trabajadores se enfrentan a un escenario duro.

R. Si lo comparas con las sociedades de recolectores-cazadores es simplemente la alienación y la dispersión de la sociedad moderna. La adversidad para los humanos es perecer de hambre o de sed, morir asesinado por el enemigo. Cuando existe esta amenaza, nos unimos, como ocurrió tras el 11-S en Nueva York o en Londres con el Blitz [los bombardeos entre 1940 y 1941]. Una sociedad que se enfrenta a algo así se comporta extremadamente bien, y la gente llega a echar de menos esos días en los que todos cooperaban. Es interesante que algo terrible sea recordado como el mejor momento.

“Estamos configurados para vivir en grupos de cien personas. Hoy y hace siglos. Pero no se puede decir que todo un país debe ser una tribu”

P. ¿El auge del populismo está relacionado con el ansia por la acción colectiva y la pertenencia?

R. Si pones a dos hombres a competir entre ellos y ambos pertenecen a un mismo bando, sus niveles hormonales se mantienen estables. Pero si compiten contra alguien de otro bando, suben la oxitocina y las hormonas que favorecen la colaboración. Competir con un grupo rival, aunque sea al dominó, nos hace sentir bien. EE UU es un Estado moderno que tiene organizaciones muy complejas. Los populistas que corean a Trump no son vecinos. Las fuerzas políticas y económicas que han alimentado este movimiento son más poderosas que la subida de oxitocina. Hay una realidad nueva, pero la identificación con otra gente que lleva la misma camiseta o adora al mismo dios, esa identificación tribal es muy poderosa.

P. La histeria de las masas en un concierto de una estrella del pop o de un partido de fútbol, también puede darse en política.

R. Con alguien como Jim Morrison o Trump o Madonna, los humanos se unen a su alrededor, porque así es como se estructura la sociedad. Pero el comportamiento de masas en un mitin es algo realmente distinto del comportamiento comunal en grupos pequeños.

P. Define a alguien de la tribu como aquel a quien darías tu comida.

R. Es una manera de entender que eres uno del grupo. Si tienes hambre y no hay suficiente comida, la repartirás, pondrás en peligro tu vida.

P. Cuando las cosas van mal, la tribu te ayuda. ¿El problema con el Estado de bienestar que denuncia es que en la sociedad moderna todo es anónimo?

R. En un grupo pequeño, en el que existe una relación personal, se puede detectar si alguien está tratando de hacer trampas. En el Estado moderno se trata de discernir quién necesita ayuda realmente a una escala mucho mayor, y hay fallos. Es difícil saberlo. Pero dar sustento y seguridad a la gente necesitada es un valor ancestral humano.

P. En la tribu no se permite el robo o el asesinato por una cuestión práctica. ¿No hay matices?

R. La manera en que un grupo decide sobre la utilidad de sus miembros es algo elástico: hay esquizofrénicos cuya función en las sociedades recolectoras era comunicarse con dios. O por ejemplo, el déficit de atención se considera un fallo que afecta a críos que no pueden concentrarse. Pero el no tener un centro de atención sino ir mirando a todas partes en busca de pistas es perfecto para cazar. Es un rasgo adaptativo que resulta problemático en la sociedad moderna, porque ha cambiado más rápido que nuestra evolución.

P. ¿El ansia de tribu es mayor que hace 20 años?

R. Estamos configurados para vivir en grupos de 100 personas. Hoy y hace siglos. Lo que no se puede decir es que todo un país debe ser una tribu, porque es como afirmar que una nación debe ser una aldea y no lo es. El truco es trasladar los principios del pueblo, de la tribu y ver cómo podemos hacer que funcionen a una escala mayor. Podemos usar algunas de esas relaciones que ocurren de manera orgánica en pequeños grupos para mejorar la calidad de nuestras vidas y el civismo en política.

P. ¿Hay que fomentar la igualdad?

R. Los periodistas no hacemos recomendaciones. Solo apunto que vivimos de una manera radicalmente distinta a nuestro pasado evolutivo. El tipo de fraudes que ocurre en Wall Street y por quienes se benefician del Estado de bienestar sería inaceptable para nuestros antepasados, esa gente sería castigada, asesinada, desterrada. Al no castigar nos alejamos de nuestra naturaleza.

P. ¿Somos capaces de recordar los peores momentos como si fueran los peores?

R. Lo que me parece interesante es que algo que es terrible luego sea recordado como el mejor momento. Un amigo vivió un año escondido en unas cuevas de las montañas cuando los alemanes entraron en su pueblo. Eran unas 150 personas. Juntas buscaban comida. Los nazis no sabían que estaban ahí. El abuelo de mi amigo dice que fue el mejor momento de su vida y siempre le ha pesado que terminara. También fue obviamente el peor momento de su vida. ¿Cómo se explica eso? Mi libro trata de explicar esta contradicción.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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