Ida Vitale encara sus siete décadas de “misterio” poético
La poeta uruguaya presenta en Madrid una antología de su obra y otros dos libros que analizan su figura literaria
Para Ida Vitale, a sus 93 años, la poesía sigue siendo enigma. “¿Qué puede ser más privado y aún secreto que el momento en que se da un verso, en que con ese primer coágulo misterioso, comienza el raro fenómeno de un poema?”, escribía para el 25º aniversario de Babelia. Este martes la poeta uruguaya, compañera de generación de Benedetti o Idea Vilariño, discípula de Octavio Paz y José Bergamín y señalada ya por Juan Ramón Jiménez como talento a seguir en una antología de poetas jóvenes que él compiló, presentó en la Residencia de Estudiantes en Madrid su Poesía reunida, 1949-2015, que ha editado Tusquets, junto con otros dos libros en los que ella, su figura literaria, es el objeto de análisis: La voz de Ida Vitale (Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, audiolibro) y Vértigo y desvelo: dimensiones de la creación de Ida Vitale (Ediciones Universidad de Salamanca). “Yo no vuelvo mucho sobre lo que ya escribí para vivir un poco en paz, pero de vez en cuando, en días como hoy, uno se ve obligado a encararse, a comprobar lo que ha hecho”, reconoció Vitale.
Este último, Vértigo y desvelo: dimensiones de la creación de Ida Vitale, es el fruto de las ponencias que sobre su obra se hicieron en la universidad salmantina cuando recibió el vigésimo cuarto premio Reina Sofía. Reúne cuatro ensayos críticos que abordan todas sus facetas como escritora: crítica, traductora, prosista y, por supuesto, la lírica. La voz de Ida Vitale congrega las dos lecturas que la uruguaya hizo en la Residencia de Estudiantes: la de octubre de 2008 y la que, con motivo del centenario de la institución, la trajo de vuelta a Madrid en 2010. “Qué más quisiera yo que quedarme aquí, sin premios, solo con los pajarillos que suenan afuera de la ventana”, apostilló sonriente. La antología que lanza Tusquets ha organizado las composiciones de las más recientes a las más antiguas pero, dice Juan Cerezo, el editor, que “es imposible distinguir cuál es más joven: hay un hilo y un tono que lo conduce de cabo a rabo”. No acopia toda su obra, sino aquella que la propia autora ha ido podando y reeditando a lo largo de siete décadas.
También esta vez Vitale aterrizó en España hace una semana por la misma causa que el viernes la llevará a volar a París: un galardón. El pasado miércoles Vitale, en Granada, recibió el XIII Premio Internacional de poesía Federico García Lorca, dotado con 30.000 euros; premio que antes ganaron escritores como Ángel González —en la primera edición en el 2004—, el mexicano Eduardo Lizalde, en 2013, o el venezolano Rafael Cadenas el año pasado. Durante la ceremonia de entrega, en su discurso, recordó a su abuelo, oriundo de Italia, y los libros que dejó en su casa. No lo conoció salvo por esas páginas y así comenzó su relación con la literatura. Así, y gracias a un tomo en griego y latín de la Iliada de Homero y otros tesoros que, para la niña que fue, destilaban eso que ella solo podía vincular entonces a los cuentos de hadas. El jurado se lo otorgó por unanimidad entre los 43 candidatos por ser una de las voces “más renovadoras de la poesía en lengua castellana por su precioso uso del lenguaje, que aúna música y sentido de la tradición de vanguardia”, en palabras de la concejal de Cultura de Granada, María Leyva.
Hasta 1973 fue profesora de Literatura en su ciudad, Montevideo. Luego, tras el golpe militar de ese año se exilió, primero a México, donde vivió desde 1974 hasta 1984, y posteriormente, en 1989, a Austin (Texas) donde residía hasta el fallecimiento el pasado año con su “compañero de vida”, el también poeta Enrique Fierro.
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