Amigos de las dos orillas del Mediterráneo despiden a Juan Goytisolo
Los restos del escritor fueron sepultados en el cementerio civil de Larache
Un sol indulgente y cordial recibió a Juan Goytisolo en el cementerio civil de Larache, frente al océano atlántico y muy cerca de su amigo y referente literario Jean Genet. Para cumplir con su voluntad —Goytisolo no quería ni regresar a España ni ser enterrado en un cementerio cristiano—, sus amigos lo llevaron en su último viaje hasta esta ciudad, a media hora desde Tánger —donde le gustaba veranear— y a unas seis horas desde Marrakech, donde murió en la madrugada del domingo en su cama, a cinco minutos caminando desde la plaza de la Yemáa el Fnaa.
Allí estaban buena parte de los amigos de París y Marrakech que lo arroparon durante los últimos años. La cónsul honoraria de Marraquech, Khadija Elgabsi comentó: “Juan ha sido el mejor puente entre España y Marruecos. En la última etapa estaba muy triste porque EL PAÍS le llegaba por correo tarde, solo una vez por semana. Me confesó: ‘Me da pena no poder leer mi periódico todos los días y no poder escribir’. Yo le dije: ‘Si quieres yo te traigo una grabadora y luego ya hay gente que pueden transcribirlo’. Y me contestó: ‘No, para mí la escritura va ligada a la mano”.
“Su fuerza”, añadió Elgabsi, “consistió en saber integrarse en un barrio complicado de Marrakech. Su grandeza fue adaptar la cultura que tiene a esa gente de la Medina y de la plaza que en su mayor parte es analfabeta. Hablaba el dariya, el árabe dialectal de Marruecos. Tenía una libreta para apuntar sus expresiones en dariya. Y las estudiaba por su interés de entender a la gente, de llegar a ellos. He conocido a muy pocas personas que tengan tanto interés por las causas perdidas. Nadie se pelea por algo donde no gana nada. Y sin embargo, él se empeñó en que la ONU declarase la plaza de la Yemáa el Fnaa Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. A lo mejor si él no hubiera planteado esa batalla, hoy tendríamos un gran supermercado en la plaza. Él tenía la inquietud de mirar más allá, 40 ó 100 años más tarde. Y sabía involucrar a la gente. Él era muy amable, muy abierto y al mismo tiempo reservado. Tenía una combinación rara, pero era Juan”.
Alin Schulman, su traductora al francés desde hace más de 50 años, fue muy breve en sus palabras ante el féretro. Solo parafraseó unos versos de Federico García Lorca: “Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un español tan claro y tan rico en aventuras”. Justo antes de esas palabras, en el mismo poema, Lorca escribió: “La tristeza que tuvo tu valiente alegría”.
Schulman recordó que cuando lo conoció, de joven, Goytisolo era más hermético en su literatura y más egocéntrico como persona. “En los 12 últimos años Juan venía mucho a mi casa en París, al menos dos veces por año. Yo tenía la impresión de tener toda la biblioteca de autores españoles ahí delante de mí”. La traductora recuerda cómo fue cambiando el autor y el hombre a lo largo de medio siglo. “De joven era conversador y polemista. Pero lo de la polémica se le fue pasando un poco con la edad. En 2011 estaba muy alegre con la Primavera Árabe. Pero poco a poco se dio cuenta de que lo que él esperaba de ese movimiento al fin no llegó. Y ahí perdió también un poco del gusto por la polémica”.
“Con los años se fue haciendo mucho más humano”, añadió Schulman, “estaba más interesado en los demás. Al principio, como tantos jóvenes, era retraído, ensimismado, no pensaba más que en sí. Y después ya se preocupaba por los niños, los hijos, como él llamaba a los hijos de su compañero y del hermano de su compañero”.
En cuanto a su literatura, Schulman señaló: “Yo traduje al principio Don Julián sin entender de qué se trataba esa novela. Tardé diez años en entenderla realmente. Mientras que el último, Telón de boca (2003), es para mí el libro más bello de Juan, porque está toda la tristeza, está toda su relación humana con su esposa que acababa de morirse, su relación con Tolstoi. Una relación que ya no es política, es humana”.
El pintor Murabiti Mohamed, en representación de los artistas de Marrakech, comentó: “Le echaremos de menos, pero no solo en nuestra ciudad, sino en Marruecos. Para los intelectuales de Marrakech Juan era más que un escritor, un padre espiritual. No faltaba a ninguno de nuestros encuentros. Perdimos a uno de los nuestros”.
Desde Marrakech, el pintor Hassan Bourkia recordaba a este diario que su amigo Juan Goytisolo siempre estuvo al lado de los vencidos, ya fuera en España, en Bosnia, en Marruecos, en Turquía… “Él ha abierto muchas ventanas en Marruecos hacia la literatura en español y universal”.
Finalmente, su amigo íntimo y albacea, el escritor y diplomático José María Ridao leyó ante el féretro un párrafo de las últimas páginas de su autobiografía En los reinos de taifa: “El expatriado ha orientado sus pasos por el laberinto de la Alcazaba, cruzado jardines y espacios verdes del Marshan, alcanzado la plaza de la Maternidad y zigzagueado hasta el mirador altivo de la Jatifa. Un sol indulgente, cordial, invita a sentarse en las mesas distribuidas en la pendiente a lo largo de las terrazas floridas: nidos de espeso verdor, a cobijo de toda mirada indiscreta, en los que solitarios, grupos, parejas, fuman, leen, divagan, paladean un té con menta ovillados en la tibieza y ociosidad”.
En el libro de condolencias que el Instituto Cervantes de Marrakech abrió en la ciudad, alguien escribió: “Que la tierra le sea leve a Juan sin Tierra”.
Babelia
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