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Santiago Sierra pone nombre a casi 150.000 muertos de la guerra siria

El artista español organiza una lectura ininterrumpida de las víctimas durante ocho días en cuatro ciudades

Lectura en Buenos Aires de 'Los nombres de los caídos en el conflicto sirio desde el 15 de marzo de 2011 hasta el 31 de diciembre de 2016.
Lectura en Buenos Aires de 'Los nombres de los caídos en el conflicto sirio desde el 15 de marzo de 2011 hasta el 31 de diciembre de 2016.BP17

Sham Mohammad al-Seid. Sham Samir al-Hamida. Sham Taleb. Sham Tomeh. Estas son cuatro de las 144.308 víctimas de la guerra de Siria identificadas con nombre y apellido. A lo largo de ocho días, en cuatro ciudades de tres continentes, un hombre y una mujer leen la lista fúnebre de forma ininterrumpida: de día y de noche, a ratos con público y otros sin él, sus bocas lanzan sin cesar los nombres de quienes la guerra reduce a cifras. Se trata de la última performance del artista español Santiago Sierra, Los nombres de los caídos en el conflicto sirio desde el 15 de marzo de 2011 hasta el 31 de marzo de 2016.

La lectura se realizó de este a oeste. Comenzó en el Centro de Arte Contemporáneo de Tel Aviv, el 21 de mayo a las cuatro de la tarde. 48 horas después continuó en el Wiener Festwochen de Viena, pasó en la Lisson Gallery londinense y finalizó en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, donde los muertos resonaran durante 56 horas y 43 minutos mientras sus nombres aparecían simultáneamente en una pantalla en el marco de la segunda edición de la Bienal de Performance. Con excepción de Argentina, que cuenta con pocos hablantes nativos de árabe, en los demás países los lectores fueron refugiados e inmigrantes de primera y segunda generación.

"El punto fuerte (de la obra) es la lista intrincada de nombres, que ha habido que sacarla entre una montaña de mentiras", dice Sierra en una conversación pública celebrada el martes por la tarde en la elitista Universidad Torcuato Di Tella. La investigación estuvo a cargo del Grupo de Investigación sobre el Conflicto en Siria (GICS), liderado por Pedro Brieger, profesor de la cátedra de sociología de Medio Oriente en la Universidad de Buenos Aires. "Fue una tarea muy compleja de chequear muchos datos, porque hay quien habla de hasta 450.000 víctimas, pero eso es incomprobable", afirma Brieger a EL PAÍS. Descartadas las fuentes oficiales -que no dan datos- y otras alternativas -como los registros de los cementerios-, los investigadores tuvieron que recurrir a organizaciones no gubernamentales y contrastar la información que daban, ya que algunas, como el Observatorio sirio de derechos humanos "sube y baja la cifra" sin dar demasiadas explicaciones, denuncia el profesor. 

Brieger se declara "impactado" por la pieza de Sierra. "Creo que su gran mérito es visibilizar a los muertos, que no son un número, son seres humanos", señala. Además, considera que pone de relieve el doble estándar de Occidente al hablar de las víctimas. Por un lado, las propias, como los 22 fallecidos en el ataque terrorista de Manchester, "de los que tenemos nombre, apellido, fotografía, sabemos a qué colegio iban y los sueños que tenían", y por otro las ajenas, que se presentan como cifras frías, aunque sean civiles.

El precedente de Gaza

"Me parece una buena estrategia echar en cara los muertos al planeta en el que vivo. Mirad a los que os estáis cargando", señala Sierra. Ya lo visibilizó antes con los que perdieron la vida en el ataque israelí en Gaza en el verano de 2014 con 2.205 crímenes de Estado, y piensa que se podría repetir con otras masacres, como las ocurridas en México o en Irak, aunque descarta seguir en esa dirección en el corto plazo por el desgaste psicológico de este tipo de trabajos.

La enumeración constante es una prueba de resistencia para quienes leen, admiten varios de los performers que actuaron en Buenos Aires. Además de tener que recitar en una lengua desconocida para la que recibieron clases de pronunciación, tuvieron que hacerlo en horarios intempestivos, como de madrugada, sin ningún espectador presente. "Fue difícil. Por momentos se convertía en una especie de mantra", confiesa una de las actrices que leyeron. La performance es también incómoda para el espectador, que rara vez aguantaba más de 15 minutos en la sala. "Es una pieza muy poco receptiva para el público porque ¿en qué momento dejas de leer?", se pregunta Sierra. Aún así, en la oscuridad del auditorio, el bombardeo de nombres lleva a preguntarse cuál fue el final aciago de cada uno de ellos y los espectadores comienzan a establecer conexiones. En Viena, donde tanto los lectores como muchos de los receptores fueron refugiados sirios, la performance les devolvió por un momento al horror de la guerra. En Argentina, este listado remitió inevitablemente a otro, el del número de desaparecidos durante la última dictadura, del que pasados ya 40 años se desconocen aún muchos nombres.

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