Venecia, más allá de la Bienal
La ciudad se llena durante la cita artística de centenares de actividades paralelas en palazzos, iglesias y hasta tiendas de lujo
La experiencia de la Bienal de Venecia, cuya 57ª edición abre este sábado sus puertas al público, se asemeja a una de esas yincanas en las que hay que superar pruebas cada vez más difíciles. Cuando el aguerrido visitante a los Giardini, donde aguardan 30 pabellones nacionales y una parte de la exposición general, titulada Viva Arte Viva, ha terminado también con el Arsenale (el resto del programa general y más pabellones), descubre que el resto de la ciudad está llena de propuestas, en ocasiones más interesantes que las precedentes, repartidas por palazzos, iglesias, museos, instituciones culturales y espacios de todo pelaje.
Uno de los que más atención ha despertado este año entre los asistentes a la inauguración previa está también entre los más alejados de los centros del evento, celebrado en una ciudad de logística infernal en la que las distancias se miden, por así decir, con una vara diferente. Islandia ha instalado su pabellón en el Spazio Punch, un centro de arte difícil de encontrar allá donde la isla de la Giudecca (antiguo barrio judío) pierde el nombre.
En él, Egill Sæbjörnsson, artista isleño residente en Berlín, ha cedido el espacio a dos trolls (la antropomorfa figura mítica, no el indeseable habitante de los hábitats más viciados de Internet). Ugh y Bõögâr se llaman los monstruitos, y son dos estructuras de madera enfrentadas sobre las que se proyectan sendos vídeos sincronizados. El artista ha inventado toda una historia, plasmada en un cómic, en torno a estas dos criaturas, para una pieza titulada, entre el humor y el arte, Out of Controll in Venice.
Algo de mitológico tiene también la propuesta del escenógrafo Bob Wilson en Magazzini del Sale, al lado de la Punta de la Dogana, una de las dos sedes de la muestra de Damien Hirst. Wilson ha ideado una onírica escenografía de tintes dalinianos que el martes explicaba a los asistentes a su inauguración con citas cruzadas al poeta estadounidense expatriado en Italia Ezra Pound y al escritor alemán Heinrich Von Kleist. “Desde el comienzo de mi carrera, los animales han sido una parte importante de mi discurso, vaya usted a saber por qué extraña y freudiana razón”, añadió sobre la pieza The dish ran away with the spoon. Everything you can think of is true (2017), titulada en claro homenaje a Everything You Can Know is True, de Tom Waits (canción incluida en su disco de 2002, Alice).
Ese mircromundo de bailarinas, tigres blancos, osos y lobos rojos aguarda en la zona de Zattere, al lado del museo propiedad de François Pinault, Punta de la Dogana, donde se expone el último delirio de Damien Hirst. La instalación de Wilson está financiada por la marca de cafés de alta gama Illy, que este año cumple un cuarto de siglo de compromiso con la creación artística gracias a un programa por el que han desfilado grandes de la pintura, la performance, el videoarte, el cine o la escultura. Todos, como Wilson, recibieron el encargo de decorar una taza de la marca italiana. El resultado, que se puede admirar en Venecia, es un paseo por el mejor arte contemporáneo y alrededores; en él han participado, entre otros, Marina Abramović, Robert Rauschenberg, James Rosenquist, Jeff Koons, Julian Schnabel, Anish Kapoor, Daniel Buren, Pedro Almodóvar o Michelangelo Pistoletto, a quien, por cierto, se dedica una suerte de mini retrospectiva en la isla de enfrente, en el interior de la imponente Basilica de Santa Maria della Salute , a pocos pasos de una muestra de los mapas alterados de Allighiero Boetti (Fundación Cini) y de otra sobre cuarenta años de las esculturas de cristal y hueso del belga Jan Fabre (en Abazzia San Gregorio).
Y si los depósitos de sal, los lugares sagrados y hasta las tiendas de lujo (Pierre Huygue en Louis Vuitton) de la Serenísima se llenan de arte durante estos meses, no hay museo de la ciudad que no haya preparado una propuesta capaz de alterar los planes del visitante a la Bienal. La Gallerie dell’Accademia ha recurrido a la escurridiza figura del pintor estadounidense Philip Guston, que nunca había sido objeto de una exposición en Italia, por sorprendente que parezca, dado que, según se explica en la propuesta, comisariada por el español Kosme de Barañano, la relación del artista fue estrecha tanto con el país, como con sus pintores. Masaccio, Giotto, Tiepolo, De Chirico y Piero della Francesca, a quien dedicó un ensayo en 1965, aparecen citados en un cuadro al principio de la exposición. Los poetas del título, cuyas relaciones son menos tangibles de lo que cabría esperar son, sobre todo, D. H. Lawrence, William Butler Yeats, Wallace Stevens, T. S. Eliot y Eugenio Montale.
Cerca de la Accademia, en el exquisito Palazzo Fortuny, se celebra uno de los acontecimientos de la cita veneciana. Intuition, muestra colectiva comisariada por el diseñador e interiorista Axel Veervoordt y Daniela Ferretti, directora del centro instalado en la que fue la casa veneciana del pintor español Mariano Fortuny, ofrece una amalgama de obras de nombres desde Marcel Duchamp, Raoul Ubac, Remedios Varo o Joseph Beuys, hasta Anish Kapoor, Bernardi Roig, Ann Veronica Janssens o Marcos Lutyens. Entre los artistas más jóvenes se reparte casi todo el programa de performances e intervenciones in situ diseñado para la ocasión. “Intuition persigue plantear preguntas sobre el origen de la creación y se pretende como un work in progress”, aseguran los comisarios.
A la exposición se accede entre estelas funerarias e instalaciones de humo por un sótano húmedo en penumbra, que da paso a un salón en el primer piso en el que los densos cortinajes impiden que entre la luz de los canales. Allí, por acumulación, como en un gabinete de maravillas, se logra ese efecto ciertamente espectacular que pretende esa parte del arte contemporáneo que emplea técnicas cercanas al parque de atracciones de la mente imaginado por el poeta beatnik Lawrence Ferlinghetti en su poema Coney Island of the Mind.
En el otro extremo ético y estético se coloca la obra del taiwanés Tehching Hsieh, representante de su estado parcialmente reconocido, en el Circolo Artistico di Venezia. Aporta para la ocasión dos performances históricas, testimonio de un tiempo extinto de salvaje compromiso artístico. En una de ellas, se retrató cada hora en punto durante un año mientras su pelo crecía como prueba documental del paso del tiempo. En la otra, se comprometió a no acceder jamás durante 12 meses a ningún interior, casa, albergue, comisaría bar, hotel, tienda o similar. Por amor al arte, vivió a la intemperie entre septiembre de 1981 y el mismo mes de 1982. El resultado, que atestiguan las imágenes y los planos anotados de la ciudad de Nueva York que permiten seguir sus pasos, resulta sobrecogedor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.