Diamela Eltit, entre la experimentación y la política
La escritora chilena repasa su trayectoria del arte a la literatura en el festival Gutun Zuria de Bilbao
Universos a primera vista divergentes se citan en la obra de Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949). En sus novelas, conviven con naturalidad la literatura experimental y el compromiso político, mientras que su carrera es una rara demostración de que el arte contemporáneo y las letras no tienen necesariamente que vivir de espaldas el uno de las otras. Fue en el primero de los mundos donde la joven chilena se dio a conocer bajo la dictadura de Pinochet como parte del colectivo conceptual CADA (Colectivo de Acciones de Arte). Sucedió aquel día de 1979 en que, armada con un trapo y un balde, se dedicó a lavar una calle de Santiago célebre por sus prostíbulos.
Después llegaría el debut en la novela con Lumpérica (1983). “Ahí me gané la fama de autora impenetrable y ya no hubo manera. Ni escribiendo un best seller romántico remontaría eso”, explicó con humor esta semana la escritora en Bilbao, donde el jueves conversó con la crítica de arte Ángela Molina en el festival literario Gutun Zuria, que este año (y hasta el lunes) cumple 10 ediciones. “Ya me acostumbré. Al principio me sorprendió y me sentí culpable. Y luego pensé que no había mucho que pudiera hacer”.
Pese a ser bien conocida en Chile, fue tal vez esa fama de “autora más estudiada que leída” la que impidió la llegada de sus libros a España hasta 2012, cuando Periférica publico Jamás el fuego nunca, título prestado de unos versos de César Vallejo para contar la claustrofóbica historia de una mujer enclaustrada que habla a su compañero sobre un pasado de revoluciones fracasadas e hijos muertos. La novela fue escogida recientemente por Babelia entre los 25 mejores libros en español de los últimos 25 años.
"Todo está contado. Concretamente, por los griegos, sobre todo en cuestiones tan radicales como la cuestión familiar, en eso llegaron muy a fondo"
La misma editorial publicó en 2015 Fuerzas especiales, en la que de nuevo se dieron cita sus preocupaciones (el cuerpo, el feminismo, la violencia, las relaciones familiares), con un estilo alejado de cierto costumbrismo que triunfa en las mesas de novedades, así como de las historias “traspasadas por el fantasma del yo”, ese que alimenta la egolatría de las redes sociales. “El yo es hoy en día un yo muy pragmático que se vende en la bolsa de valores”, advierte. Periférica tiene previsto publicar también la obra en la que Eltit está trabajando. “Estoy bastante dedicada a los problemas que ahora mismo me provoca, porque creo que siempre es interesante que un libro te dé problemas”.
Eltit, que se refiere a su estilo como una “escritura-otra”, considera “todo está contado”. “Concretamente por los griegos, sobre todo en cuestiones tan radicales como la cuestión familiar, en eso llegaron muy a fondo”. Esas opiniones suyas, dice, están sustentadas por el hecho de que no se considera “una profesional de esto”. "Trabajo como profesora, toda mi vida he tenido que cumplir con rituales muy restrictivos, como llegar a clase a las ocho de la mañana, así que pensé que la literatura no podía atender a esas normas. Solo escribo si tengo algo que escribir. No lo pienso como una burocracia o una oficina. Separé muy pronto el dinero de esta pasión y eso resultó muy liberador”.
El sustento se lo ha procurado dando clases, tanto en Chile, como en EE UU. ¿Y qué consejo es el primero que da a sus alumnos? “Al principio me incliné por este: ‘Mejor no escribas’. Como eso tampoco puede ser”, continúa entre risas, “opté por invitarles a escribir lo que quieran, a olvidarse de las modas, de los acuerdos y de los grandes pactos”.
Acciones contra Pinochet
Con CADA, Colectivo de Acciones de Arte, Diamela Eltit hizo historia del conceptual latinoamericano junto al poeta Raúl Zurita, el sociólogo Fernando Balcells y los artistas Lotty Rosenfeld y Juan Castillo. El grupo logró colar con el lenguaje del vídeo y la performance la contestación en mitad de la dictadura de Pinochet como parte de lo que la crítica Nelly Richard bautizó como la Escena de avanzada. "No era un grupo homogéneo, había muy pocos colectivos y artistas en aquel páramo. Defendíamos territorios frente a la nada", recuerda la novelista. Su trabajo, como el de otros creadores de la época en países vecinos que vivían parecidas pesadillas totalitarias, está siendo reconocido en los últimos años por coleccionistas y museos como el Reina Sofía, que dispone de varias obras de CADA en su colección. "Me parece bien que esa historia tan solitaria se retome", explica Eltit, que nunca dejó de tener un pie en el arte, como prueba el trabajo que realizó con la fotógrafa Paz Errázuriz sobre la intersección del amor y la locura.
Babelia
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