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Universos paralelos
Columna
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Reviviendo a la Carter Family

Una novela gráfica recrea la tortuosa historia de los recopiladores del cancionero sureño

Diego A. Manrique
La familia Carter, en 1927.
La familia Carter, en 1927.

Al fin ha llegado. En 2013, The Carter Family: Don’t Forget this Song ganó el premio Eisner, como “mejor obra gráfica basada en la realidad”. Sale ahora en Impedimenta la edición española, La familia Carter: Recuerda esta canción. Lástima que, en el trayecto, se haya perdido el CD complementario, reemplazado aquí por una lista de Spotify [http://spoti.fi/2mjzjHa]. Disculpen, son manías mías: prefiero los soportes físicos.

Además, la saga de la familia Carter gira alrededor de la materialización de lo invisible. Eran granjeros de Virginia que, en 1927, se encontraron con Ralph Peer, astuto buscador de talentos. Sus voces e instrumentos gustaron: quedaban bien con el nuevo sistema eléctrico de grabación.

Peer compartió el gran secreto de la industria musical; que el dinero estaba en la propiedad intelectual de las canciones. El paterfamilias, Alvin Pleasant Carter, se transformó en cazador de canciones, exprimiendo la memoria de parientes y vecinos. Hasta contrató los servicios de Lesley Riddle, bluesman que le facilitaría el acercamiento al rico cancionero afroamericano.

A. P. Carter registró a su nombre unas 300 canciones, que serían los cimientos del folk y el country estadounidenses. Había himnos religiosos y baladas que habían cruzado el Atlántico pero también composiciones escritas por olvidados profesionales del siglo XIX. Carter supo sacarlas su mejor perfil, ajustándolas a las exigencias tecnológicas de las pizarras de 78 rpm, con sus tres minutos por cara.

Ayudó, desde luego, que la Carter Family fueran formidables intérpretes. A. P. sumaba su voz a las de su esposa, Sara, y su cuñada, Maybelle, excelente guitarrista. En La familia Carter aprendemos mucho sobre el show business. Un negocio cruel, que sacaba de la cama al moribundo Jimmie Rodgers para que grabara con los Carter. Entonces, como ahora, primaba la oportunidad sobre la legalidad. La Carter Family se instaló en Tejas, para trabajar en XERA, potentísima emisora fronteriza que, aprovechando la laxitud regulatoria de México, llegaba hasta Canadá. Al frente estaba el Dr. Brinkley, un curandero que vendía bárbaros remedios contra la impotencia y la prostatitis.

Frank M. Young y David Lasky, los autores de La familia Carter, no han olvidado el elemento amoroso. Asistimos al deterioro del matrimonio Carter: Sara terminó divorciándose para casarse con un primo de A. P., Coy Bayes. Sí, esto podría haber sido un argumento para Tennessee Williams.

Fue Maybelle la que mantuvo la franquicia al integrar a sus hijas en las Carter Sisters. Una de ellas, June Carter, se uniría a Johnny Cash y juntos defenderían el legado familiar. En Nashville, la meca del country, era un antecedente reconocido pero poco valorado: música demasiado rural.

25 años antes de Buena Vista Social Club, los californianos de la Nitty Gritty Dirt Band lograron relanzar la música de los montes Apalaches al grabar con veteranos supervivientes un monumental disco triple, bautizado con una de las más populares composiciones de A. P. Carter, Will the Circle Be Unbroken.

Uno cierra La familia Carter deseando que algún equipo español de dibujante / guionista pruebe la fórmula. Que recree, por ejemplo, la fabulosa historia de la familia Pavón, con La Niña de los Peines y sus hermanos cantaores, Tomás y Arturo Pavón.

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