¿A quién han matado?
No es la primera vez que el cine urgente de los hermanos Dardenne flirtea con los códigos del cine de género
LA CHICA DESCONOCIDA
Dirección: Jean-Pierre y Luc Dardenne.
Intérpretes: Adèle Haenel, Olivier Gourmet, Jérémie Rennier, Olivier Bonnaud.
Género: drama. Bélgica, 2016
Duración: 113 minutos.
No es la primera vez que el cine urgente de los hermanos Dardenne flirtea con los códigos del cine de género. En algunos momentos de El niño (2005), la vocación humanista de su discurso se acercaba al thriller, registro que en la posterior El silencio de Lorna (2008) tomaba una posición central en un relato que recorría los circuitos de una escalofriante economía sumergida fundamentada en el tráfico de personas. La chica desconocida parte de una radical inversión de la pregunta que sustenta uno de los subgéneros tradicionales de la narrativa criminal: el whodunit; modelo de ficciones desencadenadas por el imperativo de averiguar la identidad de un asesino. El giro magistral que proponen los Dardenne –que es, ante todo, un giro ético- consiste en dejar de preguntarse quién lo hizo –a fin de cuentas, una pregunta que atañe a las fuerzas del orden; es decir, a la Ley- para proponer una cuestión alternativa: ¿a quién se lo hicieron? En otras palabras, ¿cuál es el nombre de la víctima anónima que acciona el resorte del relato? Si el whodunit busca localizar una culpa, la variable Dardenne privilegia la restitución de una dignidad.
La protagonista de La chica desconocida es una joven médico que comete un pequeño desliz. Tan pequeño que cualquier espectador podría reconocerse en esa falta de omisión. No obstante, su descuido en apariencia minúsculo tiene una consecuencia trágica. Cuando ya ha terminado el horario de atención al paciente, alguien llama al timbre de la consulta y la muy fatigada Jenny Davin –una Adèle Haenel que no parece interpretar, sino ser- toma la decisión de no abrir la puerta. Al día siguiente, el cadáver de una inmigrante sin nombre aparecerá a pocos metros de distancia.
Los Dardenne llevan tiempo firmemente asentados en una posición al alcance de muy pocos: un lugar –Lieja- y un sistema –su mirada, su estilo, su reconocible puesta en escena- con los que explicar el mundo, manteniéndose siempre fieles a su identidad reconocible, pero también en todo momento dispuestos a poner a prueba su código con inesperados retos. El modo en que abordan la vulnerable humanidad de los personajes más problemáticos de la historia –los encarnados por Olivier Gourmet y Jérémie Rennier- armoniza con una conclusión final que, como en un whodunit tan ilustre como Asesinato en el Orient Exprés, reparte la culpa democráticamente. Porque también está al alcance de todos el crecimiento de una conciencia.
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