Matsumoto, padre de la literatura proletaria y criminal en Japón
El autor de 'El expreso de Tokio' supuso una revolución para el género en el país del sol naciente
¿Os suena el milagro japonés?
No, no es la multiplicación de los panes y los pokémon. Tampoco la (enésima) resurrección de Son Goku, sino el fulgurante crecimiento económico que experimentó el país del Sol Naciente (que algunos cifran en torno al 10% del PIB anual) entre la segunda mitad de los cincuenta y principios de los setenta y que hizo posible que, tras salir devastado de la Segunda Guerra Mundial, Japón se convirtiera en una superpotencia en pocas décadas.
Un milagro ultracapitalista auspiciado por Estados Unidos, que provocó que la cuna del bushido (el férreo código de honor samurái) sucumbiera ante la corrupción política y el abuso de poder.
Igualito que aquí, pero sin crisis.
Y el mejor cronista del lado oscuro de ese milagro fue Seicho Matsumoto, el fundador de la llamada Escuela social, la primera corriente netamente nipona en la Historia del país del Sol Muriente.
Prolífico superventas
Kiyoharu Matsumoto, verdadero nombre del interfecto, nació en una familia muy humilde de Kokura, allá por 1909. Tan humildes eran, que el real y figuradamente pobre Seicho tuvo que ponerse a trabajar a los 15 años. Pese a verse forzado a abandonar los estudios a tan temprana edad, Matsumoto fue un gran autodidacta y mostró interés por la literatura proletaria de los años veinte y treinta, que denunciaba las duras condiciones laborales de la clase trabajadora, en un intento por mejorar su situación. Un movimiento duramente perseguido por las autoridades policiales de la época, que incluso encarcelaron a Matsumoto durante tres semanas cuando solo contaba 20 años.
Tras multitud de oficios y mil y un penurias, Matsumoto debutó como escritor en 1950, con un relato de misterio que resultó tercero en un certamen. Por aquel entonces, el bueno de Seicho trabajaba en correos, y no se dedicaría profesionalmente a la escritura hasta unos años después.
Fue un autor sumamente prolífico, exitoso y críticamente considerado, y publicó más de 450 trabajos (escribía relatos y hasta cinco novelas serializadas de forma simultánea), que vendieron millones de ejemplares y ganaron los más prestigiosos galardones literarios.
Después de décadas en que los escritores nipones adoptaban y adaptaban misterios de corte y estilo occidental, Matsumoto fue el responsable definitivo de la popularización del género en Japón por usarlo para denunciar la corrupción moral y política de su tiempo. Sus novelas, además, contribuyeron a elevar el nivel literario de la ficción detectivesca nipona.
Influido por la literatura proletaria y por su propia vida, las obras de Matsumoto combinaban intriga y crítica sociopolítica de forma magistral. La mayoría relataban crímenes de trama absorbente y resolución lógica y —como reportero frustrado que era— destacaban por su cuidada documentación y nivel de compromiso, criticando por igual a norteamericanos y japoneses.
Otro de sus rasgos más característicos fue la elección de sus protagonistas. Al contrario de lo que sucedía en la mayoría de novelas escritas por sus colegas, cuyos personajes solían ser superdetectives, Matsumoto optó por poner al frente de las investigaciones a policías corrientes enfrentados al sistema, mucho más humanos, mucho más veraces, realistas y dolientes.
El expreso de Tokio
Sus primeros textos fueron relatos de misterio históricos basados en sus propias investigaciones, que sobresalían por su rigor y objetividad. Pero si por algo es especialmente conocido y reconocido, fue por sus cuentos y novelas criminales serializadas entre los años 50 y los 70 y que, a lo largo de los 80, fueron adquiriendo un enfoque internacional, analizando, por ejemplo, la relación entre la mafia y la masonería.
Por si todo esto fuera poco, también cultivó el ensayo, con obras como Niebla negra sobre Japón (1960), donde analizaba doce crímenes reales ocurridos durante la ocupación norteamericana, además de escribir libros de Historia moderna y antigua.
Aunque Matsumoto fue, tal y como hemos señalado, un autor muy prestigioso y tremendamente fecundo, a España solo nos ha llegado El Expreso de Tokio (Libros del Asteroide, 2014), una pieza de relojería literaria publicada por entregas a lo largo de 1957 y que supuso su primer gran bombazo. Un año después, la novela fue adaptada al cine y en 2007, a la pequeña pantalla con el gran Takeshi Kitano como protagonista.
La historia arranca con los cadáveres de una camarera y un prometedor funcionario abrazados en una playa. Todo apunta a que se trata de un doble suicidio por amor. Sin embargo, el veterano inspector Torigai y el joven subinspector Miara sospechan que detrás de sus muertes se esconde un intrincado plan para ocultar un caso de corrupción.
El Expreso de Tokio es un inteligentísimo sudoku criminal, tan ágil y medido como los horarios de los trenes que sustentan su argumento y que, minuciosamente investigados por el propio autor, juegan un papel decisivo en su resolución.
Algunos escritores como Ranpo y Yokomizo tuvieron lectores muy fieles y entusiastas, pero Seicho Matsumoto fue el primer autor de género en llegar al gran público, y muchas de sus novelas han sido llevadas al cine, siendo especialmente celebrada la adaptación de “El castillo de Arena” (1974). De su mano, el noir nipón no solo rompió con las convenciones del género, tratando temas contemporáneos con personajes creíbles y situaciones realistas, sino que se popularizó y alcanzó la madurez literaria, logrando así el gran objetivo del autor: “Sacar la novela detectivesca de la mansión encantada”.
Y aunque se temía que su fallecimiento por cáncer en 1992 iba a suponer el fin de la escuela social, esta aún sigue vigente hoy en día.
Sergio Vera Valencia, coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas.
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