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Crítica | El imperio de las sombras
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El precio de la resistencia

Primera producción coreana de Warner, el filme se abre a lo grande, con la espectacular secuencia de la emboscada policial

EL IMPERIO DE LAS SOMBRAS

Dirección. Kim Je-woon.

Intérpretes: Lee Byung-hun, Song Kan-ho, Gong Yoo, Han Ji-min.

Género: thriller. Corea del Sur, 2016

Duración: 140 minutos.

Como si vivieran existencias paralelas, los cineastas coreanos Park Chan-wook y Kim Je-woon han regresado a casa tras sus respectivas experiencias americanas, que cristalizaron en dos trabajos que, si bien no podían contarse entre los mejores logros de sus trayectorias, al menos rompían con la creciente uniformidad del cine estadounidense de género: Stoker y El último desafío (2013). Sus dos nuevas películas son muy distintas entre sí, pero comparten ambición narrativa y el contexto histórico de la ocupación japonesa. Si con La doncella Park Chan-Wook vampirizó una novela de la británica Sarah Waters para proponer una afortunada suma de sus obsesiones en torno a la venganza, la dominación y el deseo, Kim Je-woon ofrece en El imperio de las sombras su particular lectura del cine de espías, género que aún no había pasado por su filtro de sofisticada estilización.

Primera producción coreana de Warner, El imperio de las sombras se abre a lo grande, con la espectacular secuencia de la emboscada policial sobre un miembro de la resistencia: colocando al espectador abruptamente en el interior del relato, la situación desemboca en una persecución policial por los tejados que Je-woon eleva a virtuosa set-piece. Tan contundente arranque no prepara al público para la verdadera naturaleza de la película que, pese a sus puntuales explosiones de violencia, prefiere concentrarse en los dilemas interiores de su protagonista, un policía que pasará del pragmatismo culpable a una peligrosa toma de conciencia. Un explícito orgullo nacionalista se entremezcla con una sombría mirada al precio personal que se cobra toda lucha política en un desenlace de tono casi engolado.

Demasiado aparatosa y con una vocación de clasicismo bastante inesperada en Je-woon, la película alcanza su particular pico de brillantez en el largo tramo que transcurre en el interior de un tren donde confluyen perseguidores y resistentes.

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