El enigmático Luis Peñafiel
Recordaba Narciso Ibáñez Serrador que cuando estrenó su primera película, La residencia (1969), las críticas no fueron muy buenas y que incluso hubo una que el autor publicó sin tan siquiera haberla visto antes. Como es lógico, eso le sentó muy mal, aunque tuvo la contrapartida de los casi tres millones de espectadores que sí fueron a verla. La siguiente –y última– que ha hecho, ¿Quién puede matar a un niño? (1975), no tuvo en principio mejor suerte crítica, pero ahora es considerada pieza de culto del género de terror. Los críticos jóvenes de hoy han paliado aquellos errores y le han dado a Ibáñez Serrador en los premios Feroz el de Honor por toda su carrera, que como es bien sabido ha sido amplia, diversa y casi siempre de gran éxito, algo que él considera una “desgraciada fábula, un peso encima de la cabeza que te aplasta. Eso de que todo lo que toco se transforma en oro es terrible porque acabas repitiéndote mientras que el riesgo tiene mucho aliciente.”
Ha hecho, pues, cine (muy poco), teatro (bastante), televisión (muchísima) como director, actor y escritor. Esto último casi siempre con el seudónimo de Luis Peñafiel con el que se dio a conocer con la obra teatral Aprobado en castidad, título que la censura española prohibió convirtiéndolo en Aprobado en inocencia. También le prohibió en televisión el de Historias de la censura, que pasó a ser Historias de la frivolidad, escrita junto a Jaime de Armiñán firmando Luis Peñafiel. Dice que eligió ese nombre porque con el suyo aparecía demasiadas veces en el cartel (autor, actor, director…) pero quizás nazca más de la influencia de su padre, que como actor camuflaba su rostro con mil apósitos, una pasión heredada del gran Lon Chaney, con quien trabajó de jovencito. Camuflaje o no, Luis Peñafiel ha escrito cientos de obras y guiones, muchos aún inéditos. Por eso, al recoger el Feroz de Honor, ya octogenario y en silla de ruedas, prometió hacer una película más. O algo para televisión, puntualizando con ironía “si ellos quieren”… Como seguramente no querrán, al menos que repongan sus mejores trabajos. Los críticos jóvenes de los Feroz le han rendido homenaje rectificando así los errores de sus antecesores en el oficio, pero hay muchos otros jóvenes, críticos o no, que desconocen el talento de Chicho Ibáñez Serrador, y de paso el de Luis Peñafiel. No habría que privarles del gozo de descubrirlos.
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