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Crítica | Underworld: guerras de sangre
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gótico franquiciado

Sorprende que, a estas alturas, una actriz como Kate Beckinsale aún no se haya hartado de un personaje tan plano y vanamente atormentado como el de la vampira Selene

UNDERWORLD: GUERRAS DE SANGRE

Dirección: Anna Foerster.

Intérpretes: Kate Beckinsale, Charles Dance, Lara Pulver, Theo James.

Género: terror. Estados Unidos, 2016.

Duración: 91 minutos.

En el momento en que aquello que, décadas atrás, se hubiese denominado, simplemente, una película de serie B empezó a ordenarse bajo el término, de uso y abuso neoliberal, de franquicia, el placer y la imaginación que definían esa vieja identidad empezó a irse por el desagüe. Si a este crítico, que se formó en los cines de barrio antes de pisar las filmotecas, alguien le hubiese contado que en el futuro iba a existir una longeva serie de películas, presidida por una heroína forrada en cuero negro, en torno a las luchas de poder entre clanes licantrópicos y vampíricos y que dicha saga no iba a suscitarle ni el menor interés le hubiese costado creerlo. Y eso es, sin ir más lejos, la saga o franquicia Underworld, que, inaugurada en 2003, llega con Underworld: guerras de sangre a su quinta entrega, tras haber recorrido los forzados trámites de la precuela: material de serie B devaluado a metralla con estética de videojuego, ejecutada de manera mecánica, sin atisbo de alegría ni impulso dionisíaco.

Si sorprende que, a estas alturas, una actriz como Kate Beckinsale aún no se haya hartado de un personaje tan plano y vanamente atormentado como el de la vampira Selene, no llama menos la atención que Charles Dance no solo reincida tras Underworld: el despertar (2012), sino que sea capaz de desgranar su texto con la autoridad de quien encabeza un montaje de Ricardo III en el National. Cine de género que imposta trascendencia y reprime placer.

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