La nueva espiral de Lori Meyers

La prisa no es un rasgo que se pueda aplicar a los trabajos de Lori Meyers. El periodo más corto entre dos discos fue de un año, entre aquel primer Viaje de estudios (2004) y el paso por Hostal Pimodán (2005). Tres años más hasta Cronolánea (2008), dos para llegar a Cuando el destino nos alcance (2010), otro trienio para Impronta y en febrero de este nuevo año —por fin— llega En la espiral (Universal, 2017). En esos intermedios, muchos estribillos —y letras completas— que se han convertido en himno de garitos indies, arenas de festival y salas de conciertos; Emborracharme, Tokio ya no nos quiere, Mi realidad, ¿Aha han vuelto?...

Noni López, el cantante de Lori, ya tenía ganas, se suma a ese por fin; "un poco cansado del rollo solitario" para empezar un nuevo trabajo: “Cable, pause, grabar, pause, play, pause, grabar, pause”. Hasta ahora, él componía, montaba las canciones en el ProTools, y llegaban después la maqueta y los matices con Alfredo y Alejandro (batería y guitarra), y Miguel y los bajos. Para este último, se metieron en el local de ensayo, y allí fueron saliendo, aunque de vez en cuando hubiese deberes para casa. "Dimos mil vueltas a las historias. Dimos mil vueltas a tres acordes durante horas, apenas sin cantar, siempre como en una espiral... hasta que tomaron forma. También de ahí el nombre".

En la espiral es una amalgama de situaciones pasadas, pensadas, cocinadas y expulsadas con final feliz, a veces. "Hemos tenido tiempo de leer la prensa, de escuchar la radio, de ver la televisión... y toda esa información era también una espiral en la que nos hemos metido como sociedad y de la que cada vez nos es más difícil salir". Noni hace un símil con el telediario: "Empiezan siempre con las noticias más chungas, y al final siempre hay algunas que no lo son tanto. Voluntarios apagando fuegos, sean cuales sean. Si seguimos haciendo música es por ese tipo de gente, la que nos hace sentirnos libres".

Alejandro, Alfredo y Noni se conocieron cuando aún circulaban las pesetas, "y con Miguel la relación también es larga", explica Noni. Casi 19 años haciendo canciones crean y asientan una personalidad de forma natural. El leve y envolvente sonido pop, los característicos teclados, el cambio de paso de una a otra canción y un prólogo y epílogo (Vértigo I y Vértigo II) que deja cerrado un trabajo con 13 temas de los que el primero ya puede escucharse en las plataformas digitales: Evolución, que arrastra algunas de sus huellas, las de vocales alargadas, ecos y electrónica. Las de coros, y reminiscencias setenteras.

Asegura Noni que podrían ir más allá de la experimentación en la que ya se han metido con este sexto álbum, pero no quieren: "Al final lo que perdura de un grupo es seguir su propia línea, tener un sello personal, que suene el primer acorde y suene a ti". Se metieron en el local de ensayo de Granada, sin maquetas previas; después, La Casamurada, en Tarragona, con Ricky Falkner, quien ha producido recientemente los discos de Julián Maeso o Quique González; y luego las mezclas entre Londres y México D.F., con Phil Vinall. "Hemos tenido tiempo de todo, de escuchar, de ver dónde había huecos, de insertar efectos o ruidos, de separar las letras y las voces".

Ahora, después de todo, empiezan a tener prisa: por meterse en la furgoneta, coger la carretera, y tocar.