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Pedro González desafía a André Breton

Una antológica del pintor recoge su visión del Teide que apasionó al surrealista

Juan Cruz
Una obra de la serie 'La montaña', de Pedro González.
Una obra de la serie 'La montaña', de Pedro González.

André Breton fue a Tenerife en 1935, para presidir la primera exposición surrealista de la historia, atraído por los que habían impulsado a través de la revista Gaceta de arte el movimiento que había creado el ilustre papa. Ante la visión del Teide, el volcán que preside las islas Canarias desde el centro de Tenerife, Breton dijo que esa montaña que también había apasionado a Alexander von Humboldt, a Agatha Christie y a Bertrand Russell, era un puñetazo en el cielo.

Esa imagen y la isla entera se le antojaron una metáfora potente, propia de los sueños surrealistas. Tenerife es una isla surrealista, dijo el poeta. Luego afirmó lo mismo de paisajes, mexicanos, por ejemplo.

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La montaña tinerfeña ha sido un desafío para artistas y escritores. Un pintor canario, Pedro González, que murió el pasado 14 de mayo con 89 años, continuó en las islas la estela de los creadores de Gaceta de arte aunque desde otras propuestas estéticas y desafió esa visión de Breton: pintó el Teide como un grito de la tierra, no como esa conversación dura con el cielo del surrealista.

Al final de su vida, González, que había empezado a mediados del siglo XX a reinterpretar volúmenes abstractos como si fueran manifestaciones humanas, realidades del hombre solo, pintó lienzos enormes en los que el Teide (y otras realidades canarias: las pateras, la sobreabundancia de coches, la pobreza, la construcción y la destrucción de las ciudades) es protagonista.

Y no es el Teide, en esos cuadros que dominan parte de la gran antológica, Pedro González. El espacio y el hombre, preparada por Carlos Díaz-Bertrana, especialista en su obra, en la Fundación CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, un puñetazo en el cielo sino en los ojos de los espectadores, un universo sobrecogedor en el que se mezclan todas las etapas de González. Ahí está la impronta rabiosa del resto de su última obra. Como si el final de la vida le hubiera insuflado la energía que fue acumulando desde su juventud exiliado en Caracas hasta los años en que hizo política en las islas, como alcalde socialista de La Laguna. Estos lienzos se ven ahora como si el artista hubiera arañado en el corazón de la tierra, para gritar con ella la rabia. La lava es sangre surcando como agua salvaje y roja ese puño de piedra que había visto Breton. La piedra oscura es apenas un tizno del que sobresale esa sangre.

La antológica, abierta hasta el 11 de febrero de 2017, es un tributo a Pedro González, quizá el artista más importante de la generación que siguió a Eduardo Westerdahl, Pedro García Cabrera y Domingo Pérez Minik, los creadores de la revista que trajo a Breton a Tenerife. González era el padre de Pedro Zerolo, el político socialista que tan importante fue para la lucha por los derechos y las libertades en España y que murió un año antes que el padre.

En el catálogo de la exposición, Díaz-Bertrana recoge las distintas épocas de Pedro González, que sacudió el paisaje cultural de las islas. Y sigue siendo así. Su impronta tuvo la eficacia estética, y revolucionaria, de esas concretas interpretaciones de sus cuadros del Teide. Por su simbolismo en el arte del siglo XX (y del siglo XXI) en estas islas, el Parlamento de Canarias ha aprobado una moción (presentada por el escritor Juan Manuel García Ramos) para que haya en La Laguna un lugar permanente donde apreciar su obra. Por ahora, se puede ver una parte de ella en esta exposición en la que se alternan el fuego del Teide y la interpretación del hombre solo que él dibujó para retratar el alma de sus coterráneos, el espíritu revoltoso de sí mismo.

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