Alfredo Castro: “La vida normal me aburre”
El actor chileno repasa su trayectoria en televisión y el salto al cine a sus 50 años
En febrero de 2017, Alfredo Castro (Santiago de Chile, 1955) volverá al teatro con Los arrepentidos. La obra cuenta la historia real de dos suecos que decidieron cambiar de sexo en los años sesenta. Los gastos de la operación fueron pagados por el Estado. Años después, quieren revertir el proceso. “Uno porque se ha dado cuenta de que le gustan las mujeres y el otro porque simplemente se ha cansado de ser mujer. Es poesía pura”, contó el actor. La obra está basada en una entrevista que los personajes dieron en la que hablan de sus cirugías, de la vida, del amor y de sus parejas. A Castro la obra le llamó la atención porque supone para él una nueva oportunidad de sumar un nuevo nombre a esa larga lista de complejos personajes que ha coleccionado en 30 años de carrera artística.
“Los personajes de clase media que trabajan mucho, que tienen una esposa, no me producen nada. La vida normal me aburre”, aseguró Castro, hijo de un médico y una ama de casa. Después de veinte años haciendo televisión, saltó al cine en 2006 gracias a Pablo Larraín. “Este momento me llegó como un regalo, un extra”, describió Castro en un hotel de la Ciudad de México. Aquel año, un desconocido cinesatsa le hizo llegar a casa el guión de Fuga, que se convertiría en la ópera prima de Larraín. El debutante le dio a elegir entre dos roles. “Escogí al loco del psiquiátrico, por supuesto. Un artista gay que tenía VIH”, afirmó Castro.
La carrera cinematográfica de Castro inició cuando tenía 50 años. Antes de eso había formado parte de lo que llama la época dorada de la televisión chilena. Bajo las órdenes del productor Vicente Sabatini, llamado el rey de las teleseries chilenas, hizo comedias que se convirtieron en éxitos de audiencia hasta que las televisoras cambiaron la fórmula. “Chile tiene una atracción y un impulso mortal al fracaso. Cuando ven que algo va muy bien hay un síndrome del fracaso y deciden cambiarlo todo”. Poco después llegó la oportunidad para hacer cine.
El cierre de La memoria
Este 18 de diciembre Alfredo Castro echa el cierre de La Memoria, la compañía y el teatro que mantuvo abierto por 11 años en Bellavista, el barrio al norte de Santiago. Dos cosas lo han llevado a esto. Fue víctima de un fraude cometido por uno de sus exempleados y se termina la subvención estatal que mantenía el teatro funcionando. La burocracia lo tiene agotado. “Las postulaciones son arduas y cada informe que debo entregar es de 400 páginas. Uno termina siendo rehén de estos procesos más que de la creación”, aseguró el actor. Castro arrendará dos años la sala para pensar una nueva forma de seguir adelante y continuar con otra de sus pasiones, el teatro.
Fuga no funcionó. Castro recuerda cómo Larraín lo llamaba llorando, desconsolado por las críticas llenas de saña que recibió. “Lo hicieron pedazos. Pablo es hijo de un senador de derecha, y por ahí le dieron”, recuerda. Tras la película, Larraín pidió participar en el taller que Castro dirigía en su compañía, La Memoria. Castro, que fue marcado por la figura de Antonin Artaud, recuerda que en una ocasión Larraín llenó el escenario de obsesas prostitutas para un ejercicio de dirección de actores.
Tras el golpe que les supuso Fuga, Larraín y Castro se reagruparon e hicieron Tony Manero. La historia sobre un oscuro sujeto obsesionado por el personaje de John Travolta de Saturday Night Fever en el Chile pinochetista hechizó a la crítica en la Quincena de realizadores de Cannes. “Ahí empezó la locura que a mí me fascina y a la que no pongo objeción moral. Me gusta el inframundo castigado socialmente donde hay mucha emoción”.
A Tony Manero le siguieron Post Mortem, No y El Club, donde Castro interpretó a un cura pedófilo. La actuación le valió el premio a mejor actor en la segunda edición de los Premios Fénix. También llegaron las llamadas del extranjero. Castro saltó la cordillera para hacer cine junto a otros directores latinoamericanos y en Italia. Filmó Desde allá para el venezolano Lorenzo Vigas. La coproducción venezolana y mexicana se convirtió en la primera cinta de América Latina que ganó el León de oro.
Durante 2017, los espectadores podrán ver a Castro en varios proyectos. Entre ellos está Severina, dirigida por el brasileño Felipe Hirsch y rodada en Uruguay con una historia del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa. La carta fuerte, sin embrago, es La cordillera, del argentino Santiago Mitre. El cineasta de La Patota ha rodado una superproducción iberoamericana sobre una cumbre de presidentes en Chile. Ricardo Darín interpreta al mandatario argentino, Daniel Giménez Cacho al mexicano y Paulina García a la presidenta chilena. En La cordillera actúan también Dolores Fonzi, Elena Anaya y el propio Castro.
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