Boris Chamartz y el movimiento que digiere el mundo
El coreógrafo francés llega a Madrid para representar dos de sus obras en los Teatros del Canal y el Museo Reina Sofía
El verbo comer no solo implica llevarse alimentos a la boca, o al menos así lo ve el coreógrafo francés, Boris Charmatz, que aterriza después de 16 años en Madrid para representar dos de sus creaciones. La primera, Manger, una obra en la que explica cómo digerimos el mundo, podrá verse en los Teatros del Canal este miércoles y jueves dentro de la trigésimo cuarta edición del Festival de Otoño. La segunda, 20 bailarines para el siglo XX, consiste en la representación simultánea de grandes solos dancísticos, que los asistentes podrán disfrutar durante toda la tarde del sábado, mientras visitan las salas y pasillos del Museo Reina Sofía.
Reconocido por insuflar de un carácter innovador a la danza y romper con las leyes formales de la escena, Chamartz se atreve esta vez en Manger a analizar cómo digerimos la realidad. Durante la obra, que ya ha podido verse en el Musée de la danse francés o en la Tate Modern londinense, 14 bailarines se alimentan de folios en blanco en los que se proyectan diferentes imágenes reales.
“Es mi coreografía más extraña y estoy muy orgulloso de ella. Podríamos decir incluso que es un ODNI, objeto danzante no identificado. Empezó siendo algo solo mío, pero después lo compartí con el resto de bailarines y trabajamos sobre los significados de digerir. Y cuando digo digerir no solo hablo de comida. Por ejemplo, cuando vemos las noticias a la hora de comer, llenas de guerras y muertes, de alguna manera nos llenamos la boca para no llorar y gritar. Así que esta obra no se trata de analizar una comida con entrante, plato y postre, sino como nos enfrentamos a lo que está a nuestro alrededor”, explica el artista.
Durante toda la tarde del sábado, se representará en el Museo Reina Sofía 20 bailarines para el siglo XX. En esta coreografía, Chamartz revive grandes obras del siglo XX que interpretarán bailarines y performers muy cerca del público en las salas y los pasillos de este museo. “No hay un escenario, ni una iluminación específica, ni un vestuario determinado. Los bailarines simplemente aportan sus conocimientos y su memoria. Se trata de una representación muy horizontal ya que no se desarrolla en un espacio concreto, sino que invade todo el museo con una gran apertura estética y se aborda todo el siglo XX”, describe el autor.
Chamartz confiesa que trabajando en esta obra se dio cuenta de que “el cuerpo de un bailarín es una especie de depósito tanto de archivos como de saber”. “Su cuerpo contiene muchas coreografías y huellas de las anteriores. Esta puesta en escena es una obra viva, donde cada uno de los artistas representa lo que para ellos significa el siglo XX. Es una obra mucho más indestructible que un cuadro, porque está en su interior”, afirma el coreógrafo.
Antes de llegar a Madrid, 20 bailarines para el siglo XX se ha estrenado en espacios como Les Champs Libres (Rennes), MoMA (Nueva York), o Foreign Affairs (Berlín). Además, en ella participan artistas de la talla de Esther Ferrer o Vera Montero, entre otros. “Este espectáculo tiene la intención de dotar a la danza de un elemento reflexivo acerca del movimiento y el lugar de la acción, representando la coreografía en espacios que no son habituales. Ahora es el turno de un museo”, concluye Chamartz.
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