Los Fénix y el cine latino: así sí
No había presentador y los discursos de agradecimiento no superaron el minuto. Bueno, el de Sonia Braga sí. Pero es Sonia Braga y puede hacer lo que quiera. A cambio, un montón de actuaciones musicales fundamentadas en el eclecticismo -tanto en las melodías como en quienes las interpretaban-, que en el patio de butacas no lucieron tanto como en televisión. Y un listado de películas curioso, brillante, artístico, también -¿por qué no?- taquillero. Ancohe, en su tercera edición: Los premios Fénix, organizados por Cinema 23, que reúne a casi 700 profesionales de Latinoamérica, España y Portugal, se reafirmaron en sus esencias: no quieren contentar a nadie, y por eso se permiten bastantes lujos, como que haya dos premios de fotografía -una en el apartado de ficción y otra en documental-, o que no se entreguen premios a revelaciones, secundarios, cortometrajes, animación o efectos especiales. O como que muchos de los títulos en competición sean más de autor que comerciales. Los dan los artistas, los reciben los artistas. Eso sí, en un reparto medido: Neruda se llevó cuatro, aunque uno de los que parecían obvios, el de mejor dirección, acabó en manos de Kleber Mendonça Filho, por Aquarius.
Porque esa es otra: portugués y español hermanados sin complejos. A la salida de la ceremonia, este periodista habló con Wagner Moura, el Pablo Escobar de Narcos, que en la gala se refirió al actual Gobierno de su país como de golpista: "He venido a esta velada principalmente a decir eso". Y a continuación explicaba que le había extrañado que ningún otro cineasta -sobre todo, los mexicanos- alertara sobre lo que se le viene encima al continente con Donald Trump. "Con sinceridad, esperaba más opiniones y aportaciones". El halo hipster que sobrellevan los Fénix se refleja en la aparición de títulos -indiscutibles, por otro lado- entre sus finalistas como Boi neon, Te prometo anarquía, La academia de las musas o La muerte de Luis XIV. O que le dieran el premio de honor a Alejandro Jodorowsky.
Todo lo anterior está muy bien, y sin embargo queda mucho por recorrer. Porque los Fénix se fundaron con dos objetivos: celebrar el talento de los artistas del mundo latino y lograr que el público iberoamericano vea el cine latino. No solo el de su país, sino el de sus vecinos. Ahí la labor sobrepasa los poderes de Cinema 23 para convertirse en un problema estructural. ¿Cuántas de las películas candidatas se han visto en países latinos que no sea el suyo? Más allá de los desfases de los estrenos (Neruda pasó sin pena ni gloria en septiembre por las carteleras españolas, mientras que en México la están esperando como agua de mayo), se entregó por ejemplo el galardón de los exhibidores a la película Los 33, de la mexicana Patricia Riggen, sobre los mineros chilenos atrapados en las profundidades terrestres, que en España ha ido directa al DVD.
Queda mucho por hacer, pero la ceremonia de anoche demostró que nos unen muchas cosas más allá de viejos folclores y que ese futuro compartido nacerá de la pasión de los creadores por empujar al público a un camino común. La educación y las ganas pueden ser las mejores armas contra monopolios de distribución. Y los Fénix poseen ese alma.
Babelia
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