Luis Tosar, el nuevo héroe español
El actor encarna al teniente Martín Cerezo, líder de los sitiados, en '1898. Los últimos de Filipinas'
Pues sí, España también tuvo su guerra de Vietnam. Los tagalos fueron los charlies del Imperio español, y hubo todo tipo de heroicidades sin sentido. De todo eso bebe 1898. Los últimos de Filipinas, ya en salas, del cine estadounidense y su conflicto perdido en Asia, y de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Primera película de Salvador Calvo, guion del siempre preciso Alejandro Hernández (Caníbal, Hormigas en la boca, Todas las mujeres) y fotografía del maestro Álex Catalán, este drama reconstruye el sitio de Baler, en el que un destacamento de soldados españoles estuvo asediado en una iglesia durante 337 días por los filipinos, del verano de 1898 al verano de 1899. Una heroicidad vacua, ya que España había cedido la soberanía de Filipinas a EE UU en agosto de 1898. Los militares de Baler, al mando del teniente Martín Cerezo, nunca se creyeron lo que les contaban los tagalos, que la guerra había acabado.
A Luis Tosar (Lugo, 1971) le enganchó en el guion una idea: "Que en el fondo se hablaba de patriotas desde un punto de vista moderno. No es una mirada militar, no hablamos solo de aquella gesta, sino del punto de vista humano. Aquellos soldados fueron a Filipinas convencidos, muchos, de que era una guerra legitima... hasta que aquella historia devino en un absurdo".
Hay un momento en que los sitiados leen periódicos españoles que les pasan desde fuera, y no se creen que España haya vendido por tan poco Filipinas a EE UU, o que la Armada española haya sido aniquilada en Cuba. No puede haber un Gobierno tan inepto, piensan, y automáticamente crece el eco de la época actual. "Absolutamente. En otra secuencia, un soldado le dice a otro: 'Pero tú, ¿por qué estás luchando? ¡Por unos sinvergüenzas!'. Y me parece que eso no está lejos de la sensación que emana la política de hoy. ¿Quién gobierna nuestro país? ¿A qué se dedican? Da igual que pasen años, los absurdos entre Gobierno y ciudadanos se mantienen. La decepción sigue igual. Al final uno no sabe en manos de quién estamos".
"Tenemos derecho a revisar los hechos, a que no nos cuenten todo igual. No nos podemos quedar siempre con la historia oficial"
Tosar encarna al teniente Saturnino Martín Cerezo, segundo al mando del batallón y que tras fallecer el capitán Enrique de las Morenas (Eduard Fernández) lideró a los asediados. El actor se leyó sus memorias: "Vivió una de las situaciones más estúpidas de la historia del Imperio español. A la vez fue una gesta, y como tal se estudia en las academias militares estadounidenses. Porque tras 337 días de encierro, solo hubo dos bajas por disparos, el resto fue de beriberi". En la película, obviamente, se convierten en ficción bastantes hechos, pero el espíritu se mantiene. Acabado el asediado gracias a los periódicos —aunque los sitiados creen que son falsos al inicio, acabarán encontrando en sus páginas nombramientos y traslados militares imposibles de inventar, que concernían a camaradas que conocían—, de la iglesia salieron 35 personas (soldados y franciscanos). Hubo seis desertores y 19 muertos —la mayoría por beriberi y disentería, dos en combate y otros dos fusilados—. Murieron 700 filipinos. "La historia de España está acompañada de... españoladas. En Perú, en un viaje visité el museo del chocolate, y allí me contaron que durante un siglo el Reino de España tuvo la receta del chocolate. Pero solo la consumían en círculos cerrados, entre la nobleza. Y al final, ¿quién abrió la primera chocolatería? Un inglés".
En las memorias de Martín Cerezo, Tosar encontró otro punto de acercamiento al mundo Conrad y su vietnamización en Apocalypse Now!, de Francis Ford Coppola. "Acabaron entrando en un estado lisérgico, veían cosas que no existían. Por ejemplo, el famoso barco que aparece en la bahía: piensan que es un trampantojo. Las memorias las escribió a su vuelta y están redactadas para justificar su comportamiento, pero no deja de ser la narración de un tío que estuvo allí, sometido a una gran presión. Hay que entender la mentalidad de un militar de carrera en aquella época".
El actor habla maravillas de sus compañeros, de las dos generaciones de intérpretes que aparecen en pantalla y estalla en risas cuando se le pregunta de si cuando lee un guion busca cuándo le va a tocar sacar una pistola: "Pues las armas no me llaman mucho la atención. Pero últimamente toca. Ahora, en esta ocasión fue muy divertido, porque eran fusiles máuseres, y militares nos dieron clases en las que nos contaron muchas anécdotas de la época. Del proyecto me atrajo que tenemos derecho a revisar nuestra propia historia, a reinterpretar los hechos. No nos podemos quedar siempre con la historia oficial".
Babelia
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