_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un hombre enamorado

Franca Rame y él formaron un binomio fantástico durante cinco décadas

Dario Fo y su mujer, Franca Rame, antes de recibir el Honoris Causa en 2006.
Dario Fo y su mujer, Franca Rame, antes de recibir el Honoris Causa en 2006.TIZIANA FABI (AFP)

Dario Fo fue pintor, actor, dramaturgo, ensayista, arquitecto, dibujante, escenógrafo… Y en todos sus oficios alcanzó la excelencia. Pero, por encima de todo, fue un hombre enamorado. Franca Rame y él formaron un binomio fantástico durante cinco décadas, que no desapareció cuando ella falleció en 2013, ya que la vida de Fo siguió profundamente marcada por la ausencia de esta mujer por la que se fascinó cuando él era un incipiente actor y pintor. La conoció estando ella sobre un escenario en el que ejercía como reconocida y popular actriz de variedades, de gran belleza y potente carácter. A partir de aquel encuentro, tanto Fo como Rame reescribieron sus vidas. Se casaron en 1954 y en 1958 fundaron la Compañía Dario Fo-Franca Rame. Desde entonces escribieron juntos decenas de obras conocidas internacionalmente y alcanzaron un éxito que compaginaron con la movilización política y la educación y crianza de su hijo Jacopo.

Aquellos que conocían profundamente a Fo sabían que la vida de este creador no tenía sentido sin su mujer. Y así fue siempre. Lo que hizo Fo para sobrevivirla estos tres años fue seguir paseando junto a ella por la vida. Él sabía que su existencia era una prolongación de la de ella. Ya lo dejó claro, hasta la pesadez, cuando le concedieron el Premio Nobel en 1997 y quiso recoger el galardón junto a Rame, argumentando que su obra no sería la que era sin la mujer con la que tantos textos había escrito. Fue Franca la que animó a Fo a que el dinero del premio, en torno a unos 150 millones de pesetas de entonces, se utilizara para crear una fundación llamada El Nobel de los Desvalidos. Desde ese organismo llevaron a cabo acciones como la compra de autobuses para transportar discapacitados. Finalmente la aventura terminó mal, porque Rame y Fo consideraron que no se utilizaba el dinero en lo que ellos querían. No ocurría así cuando actuaban para recoger dinero que les permitiera a los obreros seguir con sus luchas. Respaldaron la ocupación de las fábricas por varios meses y los empleados se mantenían con su ayuda. La taquilla de cada noche era para comprarles arroz, vino, todo lo que necesitaban.

Fueron durante décadas, y siempre juntos, azote de los poderosos y sobre todo de la Iglesia, el ejército, la policía represiva y Berlusconi, por lo que se les procesó cuarenta veces por delitos de opinión. La peor consecuencia de su activismo fue la brutal violación y agresión que sufrió Rame por parte de un grupo de extrema derecha.

Ella le tenía fascinado, enamorado, casi abducido. No sólo fue su compañera durante más de medio siglo, también era la musa, su actriz de cabecera, su representante y coautora de muchas piezas, siempre traducidas al español por Carla Matteini, fallecida hace tres años y de la que Fo decía que era su mejor biógrafa y traductora.

Juntos fueron no sólo ejemplo moral y profesional. En la intimidad eran una traca. Les gustaba no sólo debatir o confrontar sus ideas, sus opiniones acerca de cómo estaba el mundo, la sociedad, la política; también de si el día se había levantado caluroso o fresquito, si el café estaba frío o caliente, si el azúcar endulzaba mucho o poco… Discutían en voz alta, muy a la italiana, haciendo aspavientos con los brazos, con las manos, gesticulando hasta hacerse entender sin lanzar palabras… Verles juntos era asistir, como espectador privilegiado, a una maravillosa película del más puro neorrealismo italiano, cargado de inteligente humor, de deliciosa retranca…. Paraban la íntima representación cuando se daban cuenta de que alguien se desternillaba a su lado y miraban sorprendidos como preguntándose: “¿Y este de qué se ríe?” Pero jamás, aunque la discusión subiera de tono, que siempre subía, había ni un ápice de violencia, de agresión verbal. Porque si algo teñía todas sus exuberantes discusiones era el profundo amor que había entre ellos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_