El Prado inaugura una sala propia para El Bosco
El éxito de la exposición del V Centenario hace que el museo se replantee su colección de pintura flamenca
Al igual que los grandes maestros que forman parte del difícilmente superable elenco de maestros del Prado (Velázquez, Goya, Tiziano, Rubens, el Greco), a partir de este viernes Hieronymus van Aeken Bosch, El Bosco (h. 1450-1516), ya dispone de una sala propia. El éxito de la exposición con la que el museo ha celebrado el 500 aniversario de su muerte (589.692 visitantes, récord en la historia de la pinacoteca) ha hecho posible un replanteamiento de la colección de pintura flamenca de manera que el pintor holandés ocupa de manera exclusiva la sala 56A y sus antiguos compañeros de exposición, Joachim Patinir y Pieter Brueghel el Viejo deslumbran en la 55A.
La sala que preside el imponente tríptico El Jardín de las delicias, visible al detalle también por su parte posterior, está acompañado del grupo de pinturas que hacen que el Prado sume la mejor colección de obras del maestro flamenco: el tríptico de la Adoración de los Magos, el tríptico del Carro de Heno, La extracción de la piedra de la locura, La Mesa de los pecados capitales, Las tentaciones de San Antonio Abad (del taller de El Bosco) y Paisaje infernal (anónimo seguidor de El Bosco). Para esta nueva etapa, el espacio ha sido dotado de luminarias Led que patrocina Iberdrola.
Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, explica que aunque el resultado de la exposición ha sido determinante, el museo ya había comprobado que los visitantes de El Jardín de las Delicias consumían más tiempo contemplando sus detalles que ante obras tan señeras como Las Meninas de Velázquez o el Dos de Mayo de Goya. “Convivía con obras maestras mundiales de Patinir y Brueghel el Viejo ante las que mucha gente pasaba de largo. Estaba claro que la mejor solución era buscar para el Bosco un acomodo en el elenco que disfrutan otros grandes maestros, un espacio individual que permita el disfrute de su obra al detalle y que deje respirar otras pinturas que también son importantísimas”.
Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Prado, recordó que el museo posee una de las mejores colecciones de pintura flamenca de todo el mundo. No solo de El Bosco, de quien Felipe II se convirtió en el principal coleccionista, sino de todas los grandes nombres y escuelas de los siglos XV y XVI; una selección de piezas maestras que arranca con El Descendimiento, de Rogier van der Weyden (h. 1399-1464).
“Los museos no son seres muertos en los que nada ocurre y todo permanece siempre inamovible”, afirmó Vergara. “Aquí estamos convencidos de que todo está vivo y pide nuevas formas de atención. Por eso, aprovechando el merecido protagonismo del que ahora goza El Bosco, hemos empezado a replantearnos las salas dedicadas a la pintura neerlandesa de los siglos XV y XVI, un tiempo en el que Amberes se convirtió en una de las grandes capitales económicas europeas, con comerciantes decididos a encargar a los mejores pintores retratos de ellos y de sus familiares y escenas y paisajes no religiosos”.
Aunque todavía quedan unos meses hasta que los espacios dedicados a la pintura flamenca sean repensados en su totalidad, Vergara mostró ayer la sala 55A dedicada a Joachim Patinir y Pieter Brueghel el Viejo. “Patinir, representado con cuatro obras, incluye numerosos elementos de El Bosco en sus cuadros. Y Brueghel llena de seres bosquianos sus obras de gran formato, aunque más cuidados y rematados, tal como se puede ver en El triunfo de la muerte o El vino de la fiesta de San Martín, una de las adquisiciones más importantes realizadas por el museo”.
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