El pequeño diccionario de la gran corrupción
Diego Luna y Alejandro Legorreta presentan el libro ‘Corrupcionario mexicano’, una sátira al vocabulario de la deshonestidad en México
“No quiero que me den, sino que me pongan donde hay”. Esta es una plegaria popular en México ante la necesidad económica pero que esconde el deseo de robar. La frase la conocen los políticos, los empresarios, los funcionarios públicos y prácticamente cualquier mexicano, por ello ha sido incluida en el Corrupcionario mexicano, un libro que reúne más de 300 términos y expresiones de la corrupción en México. El empresario Alejandro Legorreta y el actor Diego Luna se han volcado a promocionar esta recopilación ilustrada del vocabulario de la deshonestidad.
En el Corrupcionario mexicano un “diablito” no es un personaje de la pastorela de Navidad, sino el “ingenioso artefacto de hechura nacional” para robar luz. Con sátira e ilustraciones, la publicación expone tanto las palabras que han cobrado un doble sentido, así como las que se han inventado exclusivamente para describir la corrupción. “No nos detenemos todos los días a pensar en estas dinámicas y los patrones de conducta en los que operamos, si no ya lo hubiéramos cambiado. Cada uno desde nuestra trinchera hubiéramos decidido cambiar algo, cuando nos detenemos a pensar que vivimos la corrupción a estos niveles. A mí me da pánico reconocer que ese soy yo”, comenta en entrevista el actor Diego Luna.
Para el también director era necesario desplegar el lenguaje de la corrupción para hacer conscientes a los mexicanos sobre cómo los actos deshonestos están en todas partes. “Hay que empezar a ponerle nombre a las cosas”, apunta. Luna se ha encargado de escribir el prólogo del libro en el que también han participado una decena de viñetistas mexicanos entre los que están Daniel Camacho, Ros, Patricio, Antonio Garci Nieto y Víctor Solís.
Ante los escándalos de corrupción que han rodeado a la Administración del presidente Enrique Peña Nieto, el político ha llegado ha describir a estos actos como una característica de la cultura mexicana. Diego Luna rechaza que los mexicanos sean naturalmente corruptos. “No es una cuestión cultural porque entonces no habría nada que hacer, más que aceptar que define a nuestra cultura y que por ende la corrupción nos define”, comenta. “Hace falta que decidamos empezar a generar ese cambio de adentro hace afuera y empezar a exigirlo también. El cambio va a venir de la autocrítica”.
La publicación es el resultado de la investigación que la ONG Opciona, que dirige Alejandro Legorreta, hizo a través de encuestas, grupos de enfoque, etnografías y análisis sobre lo que los mexicanos piensan que es corrupción. El Corrupcionario mexicano clasifica los actos deshonestos de ellos (los políticos y empresarios) y todos (de cualquier mexicano). “Tenemos que dejar de normalizar estas conductas que no lo son. Las hemos adoptado porque en algunos casos es la manera de sobrevivir al sistema y en otros es lo más cómodo”, explica Legorreta.
En las páginas del Corrupcionario mexicano hay una definición que a Legorreta le ha llamado la atención: Bisnero. Como empresario, asegura que ha conocido a mexicanos que bien podrían coincidir con la definición del término. “Bisnero: personaje que se hace pasar por político o empresario y cree que para ser un hombre “de Estado” basta hacer negociazos a través actos de corrupción”. Un charlatán que se ha integrado en el paisaje político de México y el tipo de persona que él no querría en la esfera empresarial. “Los mexicanos estamos acostumbrados a señalar y quejarnos de acciones que nos incomodan pero en algunas ocasiones no actuamos en congruencia con nuestro entorno”, argumenta.
En el vocabulario de los mexicanos ocupa un lugar desde hace décadas los términos “charolear”, “mordida” o “abogánster” pero recientemente han añadido vocablos como “mirrey”, “papalord” o “moche”. El actor de Y tu mamá también cuenta que al leer por primera vez el Corrupcionario mexicano rió mucho, con esa risa nerviosa que deja en el fondo una verdad y una frustración.
Palabras de la corrupción
Fayuca: Artículo de procedencia ilícita, ya sea robado o pirata, normalmente termina saliendo más caro el caldo que las albóndigas, puesto que los artículos con una porquería, así que tenemos que comprar otro para reemplazar el primero, y otro para reemplazar el segundo, y otro, y otro…
Partida secreta: Dícese del guardadito que tienen los presidentes, gobernadores y algunos legisladores para partirle la madre al erario público (en secreto, claro).
Delfín: Pintoresca manera de referirse al "candidato" preferido del Góber en turno, por el cual este último suele estar dispuesto a desviar recursos públicos para "aceitar la maquinaria", cargar asambleas a fin de "amarrar la nominación"y facilitar la cobertura mediática para que aquel o aquella sea "el más adelantado en las encuestas". Toda una lindura de nuestra exotiquísima fauna política.
Chamaquear: Es adelantarse o tomar ventaja de una situación a costa de alguien más. Como cuando te cobran de más en el súper o no te dan el litro de a litro en la gasolinera.
Colmilludo: Persona que sabe bailar al son de"hacerse güey" y del famoso y presidencial "¿y yo por qué?" Se caracterizan por ser los "que saben", los chingones o los "chichos". Hay quienes tienen colmillos tan largos que van dejando un surco por donde caminan.
Fuente: Corrupcionario mexicano (2016)
Babelia
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