El clímax como losa
El director Antoine Fuqua, pulverizando toda preocupación por la puesta en escena, sacrifica la legibilidad de su película en un clímax que es su losa
LOS SIETE MAGNÍFICOS
Dirección: Antoine Fuqua.
Intérpretes: denzel Washington, Ethan Hawke, Vincent D'Onofrio, Chris Pratt.
Género: western.
Estados Unidos, 2016.
Duración: 132 minutos.
Se atribuye a John Sturges una frase que apuntaba a que, para obtener un buen resultado, un director tenía que olvidarse de la cabeza de la película y concentrarse en sus tripas. Y lo cierto es que Los siete magníficos (1960) sólo pudo cobrar la forma de un verdadero logro en el arte de la estrategia cerebral a posteriori, cuando su elenco acabó conquistando una condición estelar en trabajos sucesivos. En su día fue una película castigada por los críticos capaces de evaluar qué se había perdido de Kurosawa a Sturges –aunque el japonés, complacido, le regalara una espada ceremonial al americano-, pero el paso del tiempo, y los ecos de la partitura de Elmer Bernstein, acabaron reformulándola como un territorio sembrado de carisma. Hoy ya es imposible verla con una mirada no condicionada por su porvenir.
En su remake, Antoine Fuqua marca las distancias con un reparto multirracial que compensa su condición de componenda forzada al establecer singulares contrastes con sus modelos originales. También con un contundente prólogo que hiperboliza la maldad de un villano transformado en esencia oscura del capitalismo. Ahora, cada disparo suena como una detonación nuclear, pero lo peor es que el tránsito de la geometría del ruido y la furia kurosawiana al funcional clasicismo de Sturges da paso a un caótico planteamiento de las escenas de acción que se hunde en lo indescifrable. Fuqua, pulverizando toda preocupación por la puesta en escena, sacrifica la legibilidad de su película en un clímax que es su losa.
Babelia
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