Un cómic para tocar
Shapereader es un lenguaje creado por Ilan Manouach que acerca los tebeos a las personas con discapacidad visual
Las onomatopeyas tienen forma. ¿Alguien duda de cómo ser representaría un ¡boom!, o un ¡shhh! en un cómic? Las líneas que acompañan a estas palabras llevan siendo las mismas durante décadas, igual que las que expresan que un personaje está, por ejemplo, temblando. Si se construye esa forma para que se pueda tocar, el resultado es Shapereader. Un lenguaje y una exposición que acercan y hacen accesible el cómic a personas ciegas o con discapacidad visual y, a la vez, no excluye a quien lo quiera experimentar.
Ilan Manouach (Atenas, 1980) defiende la teoría de que el cómic es un lenguaje: “Todos los creadores de cómics dibujan las cosas de la misma manera”. A partir de esta idea este artista (músico, creador de cómics conceptuales y editor) ha creado Shapereader, un catálogo de formas concebido para traducir las palabras y sus significados en formaciones táctiles. Piezas con relieve de líneas, círculos, formas geométricas... que asociar con objetos, personajes, lugares, sentimientos, acciones...
Quizá suene difícil de entender, pero si se visita Ilaan Manouach-Shapereader, la exposición que estará en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) hasta el 27 de noviembre, quede más claro con un solo golpe de vista. Más bien de tacto. Estos dos sentidos son los protagonistas, el primero por su ausencia -el visitante se adentra en una sala bastante oscura- y el segundo por su omnipresencia: es obligatorio tocar. Manouach ha dado la vuelta a dos manifestaciones artísticas, les ha cambiado el punto de vista. Por un lado, el cómic, en el que da el protagonismo al lector, más que al autor. Ha creado historias pensando en los lectores a los que iba dirigido: las personas ciegas o con alguna discapacidad visual. Es un lenguaje inclusivo (apto para todos, solo hay que aprenderlo), donde hay que leer con las manos, tocando, no con los ojos. Por otro, da un giro a la creación, no es un artista que construye sus piezas y luego estas se “traducen” para los ciegos, es decir, se reproducen para ellos. Él crea directamente en un lenguaje que ellos pueden entender sin intermediarios. Pone en cuestión el predominio de lo visual en el arte.
En Shapereader, el visitante se adentra en una sala oscura, por la escasa luz y porque tanto mobiliario, como paredes y suelo son negras. En ella Manouach ha dispuesto diversas mesas en la que expone el vocabulario que ha creado para acercar el cómic a las personas con discapacidad visual. A cada tactigrama (pieza con relieve) le corresponde una palabra escrita en letra y en braille, así ha creado Círculo Polar, un cómic que cuenta una historia convencional, una narración clásica de tebeo, secuencial, con sus viñetas en las que transcurren las aventuras de dos climatólogos en el Polo Norte. Manouach destaca que la única dificultad -y no es mucha- es que hay que conocer el significado de las formas para leerlo. Al principio es sencillo, pero las piezas se van complicando según avanza, “como un videojuego”, dice el artista. O como una cartilla de un niño que empieza a leer, primero palabras, luego frases con sujeto, verbo y predicado, luego se añaden complementos y así, poco a poco, se va complicando.
En esta experiencia sensorial que propone Manouach lo importante y la verdadera diferencia no se da entre los visitantes que ven o los que no ven. La diferencia está en la imaginación que tenga cada uno. “Lo esencial es invisible a los ojos”, que diría Antoine de Saint-Exupéry en El Principito. Esa es una realidad, pero también hay otra: la financiación de cada uno de estos libros. Esta técnica es muy cara: producir 2.000 libros de 50 páginas cada uno cuestan unos 100.000 euros. Los números se multiplican si se tiene en cuenta que Círculo Polar está compuesto de 57 paneles de 50 centímetros por 35 centímetros (las páginas donde se cuenta el relato); 6 tablas de vocabulario y más de 6.000 símbolos. Unos 100 kilos que desde luego no facilitan que sea “algo para leer en el metro”. Insiste en que Shapereader no existiría sin la ayuda de la Fundación finlandesa Kone, que le ha becado.
Tanto David San Miguel, como Iria Aragunde, dos asistentes al taller que impartió Manouach en el MUSAC la semana pasada para dar a conocer Shapereader, confirman que el cómic les queda lejos. San Miguel es ciego desde los 12 años, ahora tiene 39, y sí recuerda que de niño leía “lo típico: Mortadelo y Filemón, Spiderman...”. La manera habitual que tienen ambos de leer es a través de audiolibros. No conocen otras técnicas como las de Manouach, a él no le gusta la palabra pionero. “Los artistas son como animales que deben defender un territorio para sobrevivir, si no lo tienes vas a ser comparado con otros artistas. Creo que es mejor no sufrir esta comparación”, explica. En ese campo se mueve, en el que las onomatopeyas y las sensaciones se pueden tocar.
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