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Enrique Ponce triunfa en Logroño con toros sin fuerzas de El Pilar

El Cid y Perera pasaron entre silencios a causa de la falta de casta de sus oponentes

El diestro Enrique Ponce cortó dos orejas, una de cada toro de su lote, en el festejo celebrado en Logroño, aunque no salió a hombros debido a que el presidente le negó la segunda oreja de su segundo.

Con algo más de media entrada, se lidiaron seis toros de El Pilar, bien presentados, nobles pero medidos de raza y fuerzas. Quinto y sexto, los más parados.

Enrique Ponce: estocada (oreja); estocada (oreja, con fuerte petición de la segunda, y bronca al palco por denegarla).

Manuel Jesús El Cid, que sustituía a Alejandro Talavante: estocada tendida y trasera y descabello (ovación); ocho pinchazos y bajonazo (silencio tras aviso).

Miguel Ángel Perera: media y estocada caída y atravesada (silencio tras aviso); pinchazo y estocada trasera (silencio).

El primero de Ponce, prácticamente indultado en varas, fue un toro muy justo de todo, al que el valenciano condujo con suavidad y a media altura, sin obligarlo en ningún momento, en una labor de mucha técnica y plasticidad, aunque exenta de hondura y sin demasiadas estrecheces.

Una tanda en redondo con la figura relajada adornada con un precioso cambio de mano por delante metió al público definitivamente en la faena, abrochada con unos adornos por abajo y una buena estocada, lo que le permitió pasear una oreja.

En el cuarto, que fue prácticamente una fotocopia del anterior, volvió a hacer el esfuerzo Ponce en una faena tan inteligente y técnica como galerista y, nuevamente, sin poder entrar en profundidades. Pero como lo hace todo tan bonito, compone tan bien la figura y lo vende, asimismo, magníficamente, logró de nuevo que los tendidos se entregaran.

Volvió a agarrar Ponce una magnífica estocada y la plaza se tiñó de blanco en demanda del doble trofeo, aunque el usía optara finalmente por dejar el premio en singular. Tremendo enfado en unos tendidos que obligaron al valenciano a dar dos vueltas al ruedo.

El Cid, que entró en el cartel a última hora en sustitución de Alejandro Talavante, lesionado en una mano, demostró nuevamente el buen momento que atraviesa al entender y aprovechar casi a la perfección a un primer toro que se sujetaba con alfileres.

El torero lo hizo todo con suavidad, destacó en el toreo al natural, y dejó muletazos de exquisito trazo. La falta de contundencia con los aceros propició que todo quedara en una ovación.

El quinto, que ya dobló las manos a la salida del caballo, fue un marmolillo en el último tercio. El Cid lo intentó, e incluso ensayó un arrimón antes de errar de mala manera con la tizona.

El primero de Perera aparentó tener más chispa que sus dos hermanos anteriores y, tras dos buenos pares de Curro Javier, llevó a cabo una labor pulcra y templada por el derecho. Al natural no hubo la misma sintonía, porque el astado se defendió más por ese lado, y la colocación del torero tampoco fue la adecuada. Falló a espadas y fue silenciado.

El sexto se paró muy pronto, y Perera no pudo pasar de discreto ante un animal de lo más deslucido.

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