Emmanuelle Haïm conquista a la Filarmónica de Viena
La francesa se convierte en la tercera mujer que dirige a la famosa orquesta del Concierto de Año Nuevo en sus 174 años de historia
La directora y clavecinista Emmanuelle Haïm (París, 1962) siempre lo tuvo claro. “Con nueve o diez años ya pensé que sería directora”, reconoce a EL PAÍS horas antes de su concierto al frente de la Filarmónica de Viena. Se crio en un ambiente propicio para música donde escuchó tocar Bach en su propia casa a grandes pianistas como Zoltán Kocsis. “De Bach y el piano pasé al órgano y el clave; el resto lo hizo un disco de Gustav Leonhardt con las Suites inglesas que me regaló mi madre”, recuerda.
Como directora optó por especializarse en música francesa e italiana de los siglos XVII y XVIII, siguiendo el modelo de William Christie, con quien trabajo en Les Arts Florissants. Ha contado con apoyos como Louis Langrée y Simon Rattle, pero no lo ha tenido fácil. “No entiendo que algunas personas piensen que una mujer no puede dirigir; siempre lo hemos tenido más difícil”, reconoce. En 2000 formó su propio grupo, Le Concert d’Astrée, pero también comenzó a colaborar con orquestas sinfónicas haciendo Rameau y Haendel con instrumentos modernos y criterios de época. Ha colaborado con las Filarmónicas de Los Ángeles y Berlín (en España con la ONE), y esta temporada va a debutar con la Filarmónica de Nueva York y la Orquesta de Filadelfia.
La directora francesa acaba de convertirse en la tercera mujer que se sube al podio de la Filarmónica de Viena en sus 174 años de historia. Podría incluso considerarse la segunda, pues la pionera en hacerlo en 1935, Carmen Studer-Weingartner, fue impuesta a la orquesta por su marido y maestro, Felix von Weingartner. La experiencia fue entonces tildada por los músicos como “una forma de terror”. Ya fuese por una cuestión de discriminación por razón de sexo o por falta de preparación, pero ninguna mujer volvió a dirigir a la Filarmónica de Viena en siete décadas. La australiana Simone Young rompió el maleficio en 2005 para reinagurar el Burgtheater y dirigió dos conciertos más en el Konzerthaus. Esta nueva invitación de la orquesta vienesa a una directora está relacionada con el motivo central del Festival de Lucerna (PrimaDonna) y ha culminado el pasado sábado con un concierto en el histórico Theater an der Wien de la capital austriaca.No hay duda que la Filarmónica de Viena busca ponerse al día, pero llama la atención que ninguna directora haya actuado en la sede de la orquesta, la famosa Sala Dorada del Musikverein, ni tampoco dentro de sus prestigiosos conciertos de abono o el famoso Concierto de Año Nuevo.
Haïm eligió un programa centrado en Haendel, un compositor que considera ideal para trabajar criterios de época con una orquesta moderna. Dirigió el primero de los Concerti Grossi del opus 6, dos suites de Música acuática y la cantata Il delirio amoroso con la brillante soprano holandesa Lenneke Ruiten como solista. La Filarmónica de Viena se redujo a unos 30 músicos y Haïm les sumó una flauta de pico, un archilaud y un clave procedentes de su propio grupo. Fue una curiosa experiencia ver a los vieneses afanados por tocar con poco vibrato, acentos marcados, arcos diáfanos y numerosos adornos en sus respectivos solos.
El concertino Volkhard Steude fue uno de los protagonistas, aunque durante la cantata adoptase adornos improvisados más cercanos a Paganini que a Corelli. Las particularidades del oboe vienés y de la trompa o el fagot autóctonos resultaron muy bien y destacaron las actuaciones de Clemens Horak y Sophie Dartigalongue. La orquesta se mostró más cómoda en Música acuática que en la cantata y, especialmente, en la tercera suite que fue lo mejor de la noche. Aquí escuchamos al electrizante flautista de pico Sébastien Marq y la dirección de Haïm sacó lo mejor de la orquesta vienesa. El concierto concluyó con dos propinas de dos óperas de Haendel: Giulio Cesare y Riccardo primo.
Babelia
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