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Entrevista:Emmanuelle Haïm | MÚSICA

"Los músicos barrocos somos algo 'hippies"

Jesús Ruiz Mantilla

El nutrido e inagotable campo de la música barroca en la era contemporánea está lleno de pioneros. Comenzó su historia a mediados del siglo XX con algunos nombres que hicieron su labor impagable. Por allí estaba el pionero mayor, Nikolaus Harnoncourt, que inició la revolución con su orquesta de instrumentos originales en Viena, luego llegaron los solistas pioneros, los Gustav Leonhardt, con sus descubrimientos en antiguos teclados; los devotos de Bach, que se adentraron en su mundo y quedaron atrapados para siempre en él, como Tom Koopman, los pioneros del repertorio francés y los redescubridores de los genios españoles del Renacimiento, donde entraban los Jordi Savall, los John Eliot Gardiner y William Christie, que formaron grupos corales y orquestales que hoy cuentan como referencia y que conservan una salud de hierro y un prestigio mundial indiscutibles...

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Pero en ese mundo apasionante y sin límites del repertorio antiguo y barroco siguen apareciendo intérpretes de referencia y todavía más pioneros como Emmanuelle Haïm, que se ha convertido en la directora de orquesta femenina más aclamada en ese campo. Pertenece a la segunda generación de la denominada Corriente Auténtica, que tiene en Europa y en países como Francia, Alemania, Italia, Suiza -donde está la Schola Cantorum Basiliensis, su centro de formación más importante-, Holanda, España y Reino Unido los motores mundiales de las raíces de la música universal.

Haïm ha aprendido junto a los grandes. Ha trabajado junto a William Christie y Simon Rattle y se siente muy cercana a otra estrella del barroco francés de la nueva y pujante generación, Christophe Rousset. Le Concert de L'Astrée, la orquesta de esta directora activa y apasionada de su oficio, que en este año ha sido madre y ha grabado tres discos, va cosechando éxito tras éxito desde que fue creada por ella y por Patricia Faulon, su gerente, que lleva una vida paralela a la de Haïm.

El mes pasado recalaron en España para actuar en el ciclo de Juventudes Musicales, donde hicieron Teodora, una pieza tardía y sufriente del mejor Haendel, cuando el genio ya estaba de vuelta de todo. "Le daba igual la reacción del público. A esas alturas había cambiado y prefería la claridad al virtuosismo", asegura Haïm. "Es una música visionaria, armónicamente su construcción es muy osada para la época, es una obra introspectiva, trágica y una invitación a reflexionar sobre la tolerancia".

Está llena de movimientos largos, con muy pocos allegros. Parece un canto a las cavernas más oscuras de la condición humana que se presta a visiones que hoy no dejan indiferente. De hecho, Haïm ya la interpretó junto a un montaje de Peter Sellars en el Festival de Glyndebourne. "Fue muy impactante, Peter la ambientó en una cárcel de Estados Unidos con condenados a muerte a los que se aplica una inyección letal en escena", asegura.

Pero esta directora vital, simpática, que bromea con todos los músicos de su orquesta que pasan por su lado, apuesta sobre todo por la vida en estos momentos. La prueba está en verla con su hija pequeña de 10 meses en brazos, a la que se ha llevado durante todo el año a las giras que le han salido por Europa y Estados Unidos. "Lo mejor para ella es estar con su madre y como este año no he parado apenas, no nos queda otro remedio". ¿No ha habido baja maternal? "He grabado tres discos y más cosas", asegura: Combattimento, con piezas de Monteverdi y el tenor Rolando Villazón, con el que también ha hecho otro que no ha aparecido, El triunfo del tiempo y el desengaño, de Haendel, y Delirio, una incursión también en su compositor fetiche con la soprano Natalie Dessay. En medio tuvo que lidiar con la gira de L'Orfeo de Monteverdi que hicieron por América.

Aunque piensa que será difícil

que abandone el mundo del barroco, va a salirse un poco para dedicarle un tiempo a Mozart. Le gusta lo que implica el mundo de la música antigua: "Somos un poco hippies, nómadas, más desenfadados, por eso atraemos al público joven", afirma. "También porque nos arriesgamos más, aunque para asumir los riesgos necesitamos más trabajo".

Cree que como mujer consigue cosas de las orquestas que no logran los hombres. "Establecemos una relación diferente y conseguimos que todo sea más dulce, más comprensivo. Los hombres de las orquestas se muestran más delicados y cuidadosos con nosotras como directoras, ponen más mimo en lo que hacen".

Los problemas vienen con los promotores y organizadores de conciertos. "Nos tienen más miedo a las directoras de orquesta y ya, si te ven con un niño, peor. No lo entiendo. Mi madre tuvo cuatro hijos y jamás se encontró un problema de ese tipo en el hospital en el que trabajaba".

Confía en el futuro que las generaciones más jóvenes seguirán dando a la música antigua y barroca. Aunque en ese mundo, ya no hay líderes emergentes que se puedan comparar a los de su generación más pujante, la anterior a la suya, que todavía está bien activa y triunfante. "En Francia, si exceptuamos a Rousset y a Minkowski, no hay muchos más", cuenta Haïm. Eso sin contarse ella misma, cuando lo cierto es que lleva en su trayectoria el sello de una auténtica pionera en su mundo, algo a lo que tendrán que acostumbrarse los responsables de los ciclos, las salas de conciertos y los teatros, porque detrás de su estela de heroína haendeliana vienen unas cuantas más.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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