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Perera corta dos orejas en su vuelta a Salamanca y Castella recibe tres avisos

Al toro del triunfo, de la ganadería de Montalvo, se le premió con la vuelta al ruedo

Miguel Ángel Perera salió a hombros de la plaza de toros de La Glorieta de Salamanca en el quinto festejo de la Feria en el que Sebastián Castella se dejó un toro vivo tras escuchar tres avisos, y Paco Ureña cortó una oreja al tercero de la ganadería de Montalvo.

Con más de media entrada, se lidiaron toros de Montalvo, entre los que destacó el segundo al que dieron la vuelta al ruedo por su bravura y nobleza, mientras que los demás fueron más desiguales.

Sebastián Castella, silencio y pitos tras sonar el tercer aviso.

Miguel Ángel Perera, dos orejas y leves pitos.

Paco Ureña, oreja y silencio.

Miguel Ángel Perera volvió a Salamanca tras la gravísima cogida sufrida en La Glorieta la feria pasada; fue ovacionado tras el paseíllo y él respondió con una sensacional actuación y una lección de buen toreo al toro 'Brivón', que fue premiado con la vuelta al ruedo.

Hizo un quite por chicuelinas con un remate torerísimo con el capote y dio muletazos profundos tanto en redondo como al natural. Una estocada trasera pero efectiva acabó con su primero, lo que le valió pasear las dos orejas.

El quinto de la tarde, un toro complicado y descastado, impidió que el pacense se luciera. Tras un pinchazo y una estocada, el toro fue despedido con leves pitos en el arrastre, mientras que Perera fue silenciado.

Castella se enfrentó en primer lugar a un deslucido, difícil y complicado toro de la ganadería de Montalvo que impidió el lucimiento del diestro a pesar de haberlo intentado por ambos pitones. El público silenció su faena que concluyó con una estocada entera seguida de descabello.

A su segundo, un manso y con mal genio, le hizo una meritoria labor, pero el toro le puso las cosas muy difíciles. Tras varios descabellos y tres avisos no fue capaz de matarlo por lo que los mansos se lo llevaron de vuelta a los corrales.

A Ureña le tocó en suerte, en primer lugar, un toro codicioso, con raza y bravura, al que no acabó de entender. Le dio muletazos exquisitos, pero a su faena le faltó continuidad. El murciano mató a la primera, lo que le valió una oreja y el astado fue aplaudido en el arrastre.

Al que cerró plaza, el diestro lo intentó, pero su oponente ni humillaba, ni se empleaba, y las posibilidades de lucimiento fueron nulas. Una estocada acabó con el animal y el diestro fue silenciado.

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