Abrir un teatro
“Queremos que sea privado con vocación de teatro público” señala Israel Elejalde
“Mira ¿ves? Me tiemblan las manos. Esta noche hemos colgado el cartel de ‘agotadas las localidades’ para Idiota, pero el otro día me pasó en la taquilla, vendiendo entradas. Nos está pasando a todos. Y no es solo el cansancio: es la excitación. ¡Hemos levantado un teatro en mes y medio!”. Israel Elejalde me habla de los días que han precedido a la apertura del Pavón, ahora “Pavon/Teatro Kamikaze”. Me recuerda mucho cuando se abrió el Lliure, hace cuarenta años, y todos se ocupaban de todo.
“Nos hemos lanzado sin red: subvención cero, porque no hay ninguna estructura, nos dijeron, para apoyar algo así. Queremos hacer un teatro privado con vocación de teatro público, como se planteó el Lliure: público por repertorio y por el cuidado de las producciones. De momento, los “cuatro fundadores —Miguel del Arco, Aitor Tejada, Jordi Buxó y yo— no cobramos ni un duro. Cobra la gente del equipo, claro, y son veinte personas, más otros que trabajan puntualmente en cada montaje. Tenemos el apoyo del público, de la taquilla y de los socios kamikazes”, nuestra asociación de espectadores. Necesitamos del 65 al 70% de ocupación para salir adelante. No es un repertorio fácil en términos de producción. No es lo mismo hacer Hamlet en la Comedia que en la escena comercial. Cuando estás sin dinero tienes agujeros por todos lados. Nos decíamos: ’'Faltan focos para la sala de arriba… hay que comprar cortinas porque entra mucho sol… no hay papel higiénico… hay que encontrar una taquillera… ¿dónde la buscas, en pleno verano? Todo se ha ido haciendo sobre la marcha”. Habla de la “dieta Pavón”. “¡Este verano hemos adelgazado todos! Desde el 7 de julio hasta mitad de agosto hemos vivido aquí, como quien dice. Aitor y Jordi, que hacen toda la parte de gestión, entraban a las ocho de la mañana y salían a medianoche. Nos hemos multiplicado. Y eso que ya estábamos a muchos palos”.
Elejalde dirige Idiota, la comedia inaugural, que ve cada noche, atento a las funciones, y reensaya La función por hacer. Y La clausura del amor, su salvaje mano a mano con Barbara Lennie, que esta misma noche llevan a París y que volverá al Pavón en enero. “Y luego”, dice, “vienen Hamlet y Misántropo: un año intenso. Por su parte, Miguel del Arco presenta Las Furias, su primera película, en San Sebastián; prepara nueva obra, Refugio, que estrenaremos en el CDN en abril, y anda acabando la versión de La noche de las tríbadas, de Per Olov Enquist, que dirigirá en el Pavón esta temporada, pero todavía sin fecha”. Los cuatro fundadores quieren salir cada noche, antes de la función, para saludar y dar las gracias al público, “para que nos conozca y pueda acercarse luego a nosotros. Queremos un teatro próximo: los primeros pases los hicimos para gente del barrio. Ah, y queremos reducir las invitaciones: propondremos a los invitados una donación simbólica de tres euros. Es muy poco, pero al cabo del año nos permitirá becar a dos autores jóvenes para que escriban un par de textos: este año serán Lucía Carballal y Antonio Rojano”. Vuelve a mirarse las manos y sonríe.
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