La más dura cantera del flamenco
El documental 'Alalá’ se adentra en el arte de Las Tres Mil Viviendas, uno de los barrios más desfavorecidos de España
Las Tres Mil Viviendas de Sevilla es uno de los núcleos de población más empobrecidos de España. Unas 50.000 personas (más del 50% sin censar) sufren una tasa de paro que ronda el 80%, un 26% de analfabetismo y niveles de pobreza por encima de la media; 250 vecinos comen sólo una vez al día. Pero Las Tres Mil Viviendas es también una mina del flamenco. De sus calles han surgido, entre otros, los hermanos Raimundo y Rafael Amador, Ramón Quilate, José Jiménez (Bobote) o la familia de Martín Revuelo y su esposa Juana. De estas dos realidades ha nacido Alalá (alegría en caló), un documental dirigido por Remedios Malvárez que se presenta estos días en la Bienal de Flamenco de Sevilla.
Algunas zonas de las seis barriadas que conforman Las Tres Mil Viviendas se asemejan a una zona de guerra. Pero entre bajos en ruinas, edificios semidesmantelados y solares abandonados siempre suena la voz de un niño, el palmeo al compás de sus amigos y un zapateo menudo. Emilio Caracafé, guitarrista de Israel Galván, surgió de este entorno. Lloró y lloró hasta que sus padres pudieron comprarle su primer instrumento. Hoy es uno de los mejores músicos de este arte.
“Mientras tomaba café en un bar, vi a los niños jugando con el flamenco y pensé que, si tenían la oportunidad, saldrían de la calle”, recuerda el guitarrista un día antes de volar a Japón para actuar. No se lo pensó dos veces y montó una academia con sus propios medios. Poco después, con ayuda de la fundación Alalá, dedicada a niños en riesgo de exclusión, llegaron más recursos.
“No buscamos artistas, aunque los habrá”, afirma Emilio Caracafé, quien ve en sus alumnos a futuros académicos del lenguaje del flamenco, con el que nacen y que entienden desde sus primeros pasos. “En el centro aprenden a interpretar, pero también disciplina, respeto y cariño”, asegura tras haber ayudado a más de 300 niños.
La directora Remedios Malvárez se fijó en esta experiencia para elaborar un documental que es una versión contemporánea del Himno a la alegría. Los alumnos de la escuela de arte, el flamenco y la experiencia de Emilio Caracafé son el arma para romper con todos los prejuicios relacionados con un barrio que exhibe una extraordinaria convivencia racial y que lucha día a día por su dignidad.
“Me aproximé con los prejuicios creados por la desconfianza y el miedo. Viví durante un año en el barrio para buscar su realidad y rodamos durante cuatro meses”, comenta la directora de este documental y creadora del corto Silencio. En su convivencia con la precariedad entendió pronto que el flamenco es en este contexto más que en ningún otro un “vehículo de libertad, de educación, de transformación de la sociedad”. A través de la escuela de Caracafé entra en las familias, en el barrio, y descubre la honestidad de la mayoría de sus habitantes, el respeto y su hastío por el “amarillismo” con el que se habla siempre de ellos. Al proyecto se unieron el cantaor Arcángel, Raimundo Amador (uno de los vecinos más queridos en el barrio), Israel Galván (premio nacional de Danza y Max), Rosario La Tremendita y Pastora Galván.
Junto a estas figuras resuenan en Alalá los acordes de la guitarra de Luisito, hijo de una familia de vendedores ambulantes; la percusión de Gostain, sevillano hijo de nigerianos llegados en patera que sobreviven aparcando coches y limpiando; o la extraordinaria voz de Natalia La Cebollita, hija de paya y gitano, según describe con orgullo su madre, que junta fuerzas de donde sea para sacar adelante a su familia, compuesta por cuatro niños y un marido desempleado. Tuvo a su primer hijo con 15 años. “No quiero que mis hijos pasen por eso. Quiero que estudien y disfruten de la vida”, afirma.
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