El sentido de la vida según Terrence Malick
El cineasta estadounidense presenta el documental ‘Voyage of time’, una suntuosa y afectada carta de amor al universo
Al especular sobre el origen del mundo, Gustave Courbet acudió a la explicación más básica: el sexo de una mujer, que inmortalizó en uno de los cuadros más escandalosos de la historia del arte. Poco dado a ese tipo de prosaísmo, el cineasta Terrence Malick circula por derroteros más metafísicos para responder a la misma pregunta. Su nuevo y esperado documental, Voyage of time, aspira a resumir la historia del universo en 90 minutos escasos y elabora una cronología científica sobre la creación del planeta y examina qué especies siguen habitando en él, incluida la humana. La película ha sido presentada este miércoles en la Mostra de Venecia, donde ha sido acogida con el mayor aplauso desde el inicio del certamen. Lo que no ha logrado disimular, como suele ocurrir con todo lo que toca este cineasta, una pronunciada división de opiniones.
La película arranca con imágenes de galaxias que se expanden y se contraen, representaciones supuestamente fidedignas de lo que fue el cosmos antes de la aparición del Sistema Solar. Después, paisajes vírgenes observados a vista de pájaro dan fe de la flora y la fauna de distintos rincones del globo terrestre, como Estados Unidos, México, Chile, Islandia o Papúa Nueva Guinea. Bailando siempre entre lo macro y lo micro, Malick enfoca entonces a organismos unicelulares observados al microscopio, antes de difundir pequeñas viñetas de baja definición que dan cuenta de la vida alrededor del planeta, desde místicas celebraciones folclóricas hasta interminables conflictos en Oriente Próximo.
Se venía hablando de Voyage of time desde finales de la década pasada, cuando National Geographic decidió respaldar un viejo proyecto del director –escuetamente titulado Q–, que había descartado ante las dificultades de fabricación que presentaba. “Quiso dirigirlo después de Días de cielo, pero no estaba preparado y tecnológicamente no hubiera sido posible”, explica su productor, Grant Hill. De hecho, algunas de las imágenes que aparecen en Voyage of time “fueron rodadas para ese antiguo proyecto durante los años setenta, en película de 70 milímetros para formato Imax”, como confirmaba otro de los productores, Sophokles Tasioulis (que también respaldó dos películas de Gerardo Olivares, Entrelobos y La gran final). Según Tasioulis, la película tenía que estar a punto para el Festival de Cannes de este año. “Le pusimos esa fecha límite, pero no la cumplió”, sonreía ayer. De rebote, el documental terminó en Venecia.
El resultado se asemeja a un injerto entre un documental de naturaleza y una pieza de videoarte, en la que Malick sobreimprime una narración algo pomposa y con regusto new age. Voyage of time está pensada como una carta abierta a la madre naturaleza, a la que Malick interroga repetidamente sobre los grandes enigmas de la existencia. “¿Qué es lo que amo cuando te amo?”, se pregunta la voz de Cate Blanchett —en la versión para cines Imax, que durará solo 45 minutos y será “más educativa”, el narrador será Brad Pitt, otro de los productores—. La actriz se responde a sí misma: “La luz y la sombra. El amigo y el extraño. El vino y el cáliz”. De fondo, suenan obras de Beethoven y de Bach, de Arvo Pärt y de Keith Jarrett. El creacionismo y la evolución no resultan, según su punto de vista, incompatibles. “Fue una de las primeras cosas sobre las que hablamos. El público estadounidense es muy sensible respecto a esta cuestión y había que encontrar una manera de mantenerlo abierto, sean cuales sean las creencias del espectador”, reconocía Tasioulis. Según el productor, una de las principales inspiraciones de Malick fue The Family of Man, la mítica exposición fotográfica que Edward Steichen organizó en el MoMA neoyorquino en 1955, y uno de los primeros ejemplos de divulgación antropológica digerible por las masas.
De un poderío visual indiscutible, pero con una dimensión metafísica algo trillada y relamida, Voyage of time se puede entender como una ampliación de los segmentos cósmicos de El árbol de la vida: ahí están los meteoritos colisionando con planetas, los volcanes en violenta erupción o nuevas escenas protagonizadas por dinosaurios, que parecen tener al cineasta obsesionado. Aquella película empezaba con una cita del Antiguo Testamento, donde Yahvé contesta a Job cuando este protesta sobre las desdichas de su vida: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la Tierra, cuando alababan todas las estrellas del alba y se regocijaban todos los hijos de Dios?”. La familia protagonista acababa de perder a su hijo adolescente y se preguntaba cómo era posible que Dios autorizara tan brutal injusticia. Malick respondía que el cosmos está movido por dos fuerzas contradictorias, pero que se alimentan mutuamente: la naturaleza, violenta por definición, y la gracia espiritual. Este nuevo documental no hace más que reformular ese conflicto binario y estadounidense por antonomasia, que aparece concentrado en el trascendentalismo de Emerson, tan influyente en la obra de Malick. Lo divino es sinónimo de lo natural. Y uno solo logra deducir cuál es el sentido de la vida si estudia de cerca la naturaleza. Visto lo visto, el ermitaño de Austin no renegaría de tan lapidaria afirmación.
Babelia
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