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ENTREVISTA | ROSA MONTERO

“La vejez no es para blandengues”

La escritora española publica 'La carne', su décimo quinta novela en la que habla sobre el paso del tiempo

Juan Cruz
Rosa Montero
La novelista Rosa Montero en Madrid.Samuel Sanchez

Entre otras marcas que adornan su piel, y también su corazón o su memoria, Rosa Montero (Madrid, 1951) tiene tatuado un título adoptado por el poeta chileno Raúl Zurita, “Ni pena ni miedo”. Tiene mucho que ver con La carne, la novela que Alfaguara pone este jueves a la venta.

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De La carne habla Rosa Montero, novelista, periodista, en la cocina de su casa, frente al Retiro madrileño, de regreso de un viaje europeo, dormida aún, “pero siempre corriendo”. Corriendo habla, corriendo escribe, y está corriendo desde que era una niña. En esta novela, en la que hay sexo, querido o prestado, o pagado, hay también tiempo, miedo del tiempo, lucha contra el tiempo. La tristeza y la soledad que está en el propio nombre de la protagonista, Soledad.

Ese personaje de La carne es una mujer que acaba de llegar a los sesenta años, ha sufrido un desengaño amoroso y quiere impresionar a su examante exhibiendo el músculo de una nueva conquista, esta vez un joven que ella se procura en una agencia de gigolós. La peripecia posterior, que está en la novela muy detallada, es esa metáfora, el tiempo, el miedo, la pena del tiempo, que por otra parte late en todas las obras de Rosa Montero.

“No hay que mirar para atrás con pena y no hay que mirar hacia delante con miedo”

Y está presente, claro, ese lema, Ni pena ni miedo. “¡Tiene que ver con la vida! Y el libro trata de la vida. El tiempo te va royendo los huesos, te va asustando, encogiendo, y llega un momento en que te planteas si no ha sido un fracaso total. Y cada vez tienes más pena. ¡Creo que es un lema perfecto para la tercera edad! [Risas] Porque es cierto que la vida asusta y que la vejez no es para blandengues, como dicen los norteamericanos. Por eso me parece magnífico ese verso: ‘Ni pena ni miedo’. No hay que mirar para atrás con pena y no hay que mirar hacia delante con miedo”.

Soledad tiene alguna vez la tentación de no luchar, de borrarse, de no fracasar… “¡Y yo soy todo lo contrario! Soy de las que prefiere actuar. Soledad es pasiva, no se pone en riesgo. ¡La paz de los cementerios! La vida es ponerte en riesgo, si no te comprometes con las cosas no vives. La peor soledad es la de ser un náufrago en tu propia vida, que es un poco esta protagonista de mi novela. La vida no se puede concebir sin la compañía de los otros. Hay que vivir para uno, pero con los otros…”.

Todas sus novelas, dice Rosa Montero, “son muy existenciales”. Ya La hija del caníbal (1997) evoca la crisis de los cuarenta. “Y toda mi obra, como esta, está centrada en el paso del tiempo y de la muerte”. Está en su primera novela, Crónica del desamor (1973), que aparece aquí como un título posible para un primer libro de una vecina de la protagonista de La carne… En esas novelas que marcan las décadas narrativas de Rosa Montero están “la muerte y el fracaso y la falta de amor como la definición de la falta de valor de la vida, de cómo se convierte tu vida en una basura. Y eso es lo que siente Soledad, que la vida es una basura”.

—Que la edad le chirría.

—Bueno, la edad le chirría, el tiempo le chirría… ¡El tiempo chirriaba a los cuarenta y a mí me chirriaba desde los diez! Yo me decía a mí misma, a esa edad: “Mira, Rosita, qué tarde tan bonita. ¡Disfrútala porque luego corriendo corriendo estarás esta noche en la cama durmiendo, corriendo corriendo estarás mañana en el colegio, corriendo corriendo se habrán muerto tus padres, corriendo corriendo te habrás muerto tú!” ¡Con diez años me decía eso!

“La peor soledad es la de ser un náufrago en tu propia vida”

En la novela de Rosa Montero hay una descripción de Rosa Montero, que va a encontrarse con Soledad. Como ella misma hace en sus propias entrevistas, y cuando no entrevista, se despoja de todos sus abalorios, enseguida empieza el trabajo que quiere hacer y enseguida se va… “Sí, es tal cual. Y en la novela ella me pone a parir. Y dice algo de mi bastante sensato: ‘¿Y con esos tatuajes, adónde va? ¡Se creerá una niña! ¡Y vestida de Zara! ¡¿Se creerá que vistiéndose así va a engañar al tiempo?!”

Cita a Mallarmé: “La carne está triste y ya he leído todos los libros”. Y se pregunta: “¿Por qué se llama mi novela La carne? Porque estoy hablando de la carne que nos mata, la carne que nos envejece, la carne que nos enferma…, y al mismo tiempo estoy hablando de la carne que nos lleva a la gloria, de la carne que nos hace rozar la eternidad, porque cuando estamos en la explosión de la pasión la carne nos libra de la muerte, precisamente. Estoy hablando de eso; pero ya te digo que de eso estoy hablando en esta novela y en todas las demás”.

—Usted no ha querido hacer su propia historia, pero Soledad sí le pregunta por ella en la novela…

—En todas mis novelas se muestra esa inquietud. Lo que resulta complicado es que en cuanto escribes sobre un personaje contemporáneo, de una mujer que se acerca a tu edad, la gente enseguida la relaciona contigo. Y yo no lo entiendo, no lo entiendo…

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