Poniatowska: “Platico poco con los políticos, sobre todo si son del PRI”
La escritora mexicana inaugura la primera edición del Hay Festival en Querétaro
Como una sacerdotisa santera, blanco desde los zapatos hasta los pendientes, Elena Poniatowksa se presentó el jueves en Querétaro (centro de México) para regalarse otra oleada de cariño. Da igual la ciudad que visite, ya sea en la macroferia del libro de Guadalajara, una pequeña librería en la capital o el principal teatro queretano, cada aparición pública es una nueva demostración de que Elenita, como a sus 84 años la siguen llamando sus seguidores sin atisbo de condescendencia, es la artista viva más querida de México.
Aprovechando ese potencial, la charla de la escritora en un repleto Teatro Alameda sirvió de arranque para las actividades de la primera edición del Hay Festival en Querétaro. La dirección de este certamen británico de literatura y artes decidió el año pasado abandonar su sede durante cuatro ediciones en Xalapa debido al incremento de la violencia y la inestabilidad política en Veracruz.
Arte en sentido amplio y mirada social son precisamente los dos ejes tradicionales del festival. Y lo conectan a su vez con el universo Poniatowksa. Pese a sus orígenes aristocráticos —comparte árbol genealógico con el último rey de Polonia— desde que llegó con 10 años de París a México, se empeñó en dedicar más atención a la sirvienta que a la señora, al sindicalista ferroviario que al banquero o a la desdichada primera esposa de Diego Rivera que al propio muralista panzón. “Esa es la gente que quiero yo rescatar hasta que alce los tenis”, dijo con una risa burlona, levantando sus blancos zapatos del suelo a cambio de otra ronda de aplausos.
Arte en sentido amplio y mirada social son los dos ejes tradicionales del festival
Dos veces única, la última obra de la premio Cervantes está dedicada a Lupe Marín. “Una mala madre pero buenísima abuela. Fue una mujer devorada por Frida”. A través de una enciclopédica investigación y varias entrevistas interminables, el método para contar historias que la escritora aprendió tecleando en las redacciones de los diarios mexicanos, se levanta la biografía novelada de una mujer, escritora y modelo, orgullosa y con carácter. “Cuando Diego le dijo que quería casarse con Frida, se vengó. Un día, en el parque, le levantó las enaguas floreadas que siempre llevaba, quizá para disimular su poliomielitis, y gritó: “Mirad por el par de palos que me ha cambiado Diego”.
Durante la conferencia, moderada por el también escritor Xavier Ayén, salieron más anécdotas de sus amigos, grandes nombres de la cultura latinoamericana como Álvaro Mutis, a quien visitaba con frecuencia en la cárcel de Lecumberri; Carlos Fuentes, quien, para ella, “profesionalizó la literatura mexicana; hasta él, incluso Alfonso Reyes era un escritor de domingos”; o el Mario Vargas Llosa de los sesenta en París, “muy simpático, que no se enamoraba de faldas como la Presley como el de ahora”.
Cada ocurrencia de Elenita era celebrada con alboroto desde las butacas. Sobre todo, los recados a Trump —“ese personaje carnavalesco del gran guiñol que no tenía por qué poner sus patotas en México”— y al Gobierno mexicano: “Yo soy súper platicadora. También con los policías, pero con quien platico poquito es con los políticos, sobre todo si son del PRI”.
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