“Mi vida es una canción de Juan Gabriel”
México sale a la calle para despedir al último gran ídolo de la canción popular
“Mi prima se llama Luisa María porque esa es la canción favorita del papá”, dice Leonor Aguirre. “Mi hijo escucha toda las mañanas sus rolas. Es gay y se siente muy identificado con su música”, dice Jésica Montero. “Cuando me abandonó el papá de mi hijo, me encerré en casa y estuve llorando y escuchando de seguido sus discos”, añade Lucía Ramírez. “Aún amo a ese cabrón. Mi vida es como una canción de Juan Gabriel”.
Extasiados, dolientes y compungidos, un remolino de cuerpos y voces cantaba este domingo por la tarde al ídolo muerto por sorpresa, fuera de México, en California, entre concierto y concierto. Alrededor de su estatua en la plaza Garibaldi, un Juan Gabriel esbelto y de bronce, se corean sus canciones en bajito, como los salmos de una misa.
Amor eterno e inolvidable
Tarde o temprano estaré contigo
Para seguir amándonos
Alberto Aguilera Valadez se ha ido, pero Juan Gabriel seguirá siendo el hilo umbilical de generaciones y generaciones de mexicanos. Juan Gabriel no se acaba nunca.
A la carrera, dos tipos entran a la plaza cargando un crespón redondo de flores del tamaño de una rueda de camión. Blanco y verde, de margaritas y claveles. “Es para la cantina Tenampa”, explica uno de los esforzados transportistas sin bajar el paso.
En esa cantina, inaugurada en los años 20 y una de las más famosas de esta plaza escaparate de la cultura mariachi en el corazón de la capital del país, han montado un altar al Divo de Juárez. En una esquina, bajo un cuadro del cantante, retratado con sombrero y chaqueta charra en unos apropiados tonos pastel, hay colocadas velas y muchas flores.
“Era el más grande cantautor desde José Alfredo. Estamos acá para honrarle, echarnos unos tequilas y recordar sus canciones. Y que diosito lo guarde allá arriba, porque era un hombre bueno”, dicen Luis y Pedro, de unos cuarenta años. Mientras, al fondo de la sala, un grupo de mariachis toca uno de sus temas más festivos, alejado de la letanía sufriente de la ranchera o el bolero.
¿Quieres bailar esta noche?
Vamos al noa, noa, noa
Noa, noa, noa, noa, noa
Noa, noa, noa vamos a bailar
Con cerca 50 años de carrera y 100 millones de álbumes vendidos en todo el mundo, Juan Gabriel tomó el relevo de Javier Solís, Pedro Infante o José Alfredo para centrifugarlos después con una sensibilidad pop apta para todos los paladares. En una mezcla entre la cursilería almibarada de Agustín Lara y el desgarro quejumbroso de José Alfredo, logró algo mucho más importante aún: trascendió los prejuicios mexicanos de clase, raza y sexo. Todos quieren tanto a Juan Gabriel.
“Pedro Infante y Jorge Negrete mostraban mucho el machismo. Con los años eso ha ido cambiando y él con su actitud ha ayudado. Además de su música, su manera de ser lo llevó a la fama”, cuenta Adán García, un mariachi con 40 años de rancheras sobre los hombros. En el mundo de los machos de rancho, Juan Gabriel siempre jugó con la ambigüedad de su condición sexual. García, le defiende a su manera: “muchas veces el ser fino, andar bien vestido, lo confunde a uno. Pero no puedes criticar eso”.
Entre el corro de devotos alrededor de la estatua, una pareja de treintañeros atiende solamente a las pantallas de sus celulares. Él, fotógrafo, gafas de pasta y barba frondosa, reconoce que no es un fanático pura sangre. “Nunca le había prestado demasiado atención. Obvio lo había escuchado en fiestas y en bares”, dice despegándose un instante del teléfono. Pero hace poco, por su trabajo, se vio obligado a sumergirse en el mundo Juanga. Participó en la reciente serie televisiva sobre su vida. “Conocí su biografía y empecé a entender mejor sus canciones. Hasta que te conocí, por ejemplo, creo que sintetiza muy bien lo que es Juan Gabriel y lo que es México. La letra y la música, que empieza muy triste y termina como una fiesta, con todo el desmadre”.
En uno de los cientos de videos que pululan por la red, el Divo arranca la canción acompañado de una sobria guitarra de mariachi. Le canta a la desdicha de un amor fallido. Poco a poco, el drama avanza y para conjurarlo empieza a contonearse enfundado en un traje negro con ribetes dorados.
y es que tu fuiste muy mala
sí, muy mala conmigo
por eso no te quiero
no te quiero ver jamás
Entran las trompetas, las guitarras eléctricas, la batería, el coro de más de 30 voces. Juanga trota y da vueltas por el escenario como una bailarina anfetamínica. Lanza besos y guiños al público. "Viva México". La tristeza y el desmadre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.