Tarde de sueños rotos en Las Ventas a causa de los novillos y el presidente
Reses sin clase de El Risco y una presidencia sin criterio impidieron el triunfo de la terna
Una novillada inválida y sin clase alguna de El Risco y la falta de criterio de un palco sin sensibilidad hacia los de luces se cargaron la tarde en Las Ventas, en la que David Martín saludó la única ovación en el sexto.
Con menos de un cuarto de entrada, se lidiaron neis novillo de El Risco, muy desiguales de presentación, entre el indecente primero a los ‘pavos’ que hicieron quinto y sexto, sin fuerzas ni clase, de juego muy deslucido en conjunto, sobre todo los inválidos primero y quinto, que el presidente decidió mantener injustificadamente en el ruedo.
Mario Diégue: pinchazo y otro hondo (silencio); pinchazo, media caída y atravesada (silencio tras aviso).
Sebastián Cáqueza: estocada (silencio tras aviso); dos pinchazos (silencio).
David Martín: bajonazo (silencio tras aviso); bajonazo (ovación).
Una tarde de sueños rotos por la manifiesta invalidez y falta de clase de la novillada de El Risco, ganadería que tomó antigüedad en Las Ventas, gracias a la falta de sensibilidad y criterio de un palco que fue también cómplice de tan triste y anodino espectáculo.
El indecente primero, cariavacado y sin remate, buscó con saña las hombreras de Diéguez en el capote, aunque pronto perdería todo el fuelle en el caballo, un inválido total.
Las protestas del tendido, para qué contar, mientras el usía miraba para otro lado. Qué falta de sensibilidad y de respeto hacia el joven sevillano, que, como no pudo ser de otra manera, se estrelló contra un imposible.
El astifino cuarto fue el más descarado del envío, y, aunque tampoco iba sobrado de fuerzas, se movió revoltoso, pagó tornillazos y fue pegajoso. Diéguez se empeñó en todo momento, pero otra vez no pudo sacar nada en claro de tan incómodo antagonista.
El primero del debutante Sebastián Cáqueza, más aparente que su hermano anterior, sin embargo, tuvo el mismo defecto, es decir, muy pocas fuerzas. Ya en banderillas se paró y marcó la querencia, y en la muleta duró dos tandas en las que, al menos, pudo verse el sentido del temple del joven colombiano, que puso mucha voluntad en su quehacer.
El quinto, el de más presencia de los seis, fue novillo de lo más claudicante; no podía ni con la penca del rabo, pero el presidente se volvió a guardar el pañuelo verde para ahondar más en una actitud de lo más reprochable.
Qué manera de cargarse las ilusiones de un novillero, Sebastían Cáqueza, al que, al menos, se le vio otra vez reposado y seguro, pero nuevamente sin llegar ni tan siquiera a rozar lo que seguramente había soñado antes de hacer el paseíllo en Madrid.
El otro debutante en la tarde, David Martín, se las vio con un primero sin clase alguna, muy informal, sin humillar y corto de embestida.
Novillo que, por si fuera poco, lo midió también mucho al joven sevillano, que, aunque se le vio aún demasiado bisoño (debutó con caballos hace dos meses y medio en Sevilla), resolvió con dignidad y voluntad tan desagradable papeleta.
El que cerró plaza no podía tampoco ni con su sombra, con el que Martín anduvo todo el rato en el filo de la navaja. Hizo un tremendo esfuerzo el sevillano para recibir una ovación final.
Babelia
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