Julieta Venegas, la tristeza terminó
La cantante mexicana ofrece un concierto cálido en Alcalá de Henares (Madrid)
Julieta Venegas es la antidiva pop. “¡Qué lindo verlos!”, dijo anoche al poco público que asistió a su concierto en los antiguos jardines del Arzobispado de Alcalá de Henares (Madrid), con una humildad y familiaridad que parecía que estuviese dirigiéndose a amigos de toda la vida. Con esa actitud fue desgranando 26 canciones, desde las más conocidas (Me voy, Limón y sal, Eres para mí, Despedida) hasta las apuestas de su último disco, Algo sucede, en el marco de una gira por 12 países de América y Europa que concluye el próximo diciembre en Montevideo y a la que han asistido ya unas 160.000 personas.
En Alcalá, Venegas apostó por la alegría y la variedad. “Sacar un disco nuevo es una excusa para verlos, así que vamos a tocar un poco de todo”, adelantó. En un concierto sin artificios (nada de cambios de vestuario ni macroefectos visuales), pasó indistintamente de la guitarra acústica (Esperaba, Te vi), al acordeón (Original, Ese camino, Los momentos) y al teclado (Amores platónicos, Porvenir). Le dio una vuelta a algunas de las composiciones más trilladas para que no sonasen igual que en el disco, como un Limón y sal vertebrado por teclado y vientos o un Bien o mal más directo. Así, sin grandes solos ni demostraciones de virtuosismo, se fueron sucediendo canciones que hablan de amor y de aprendizaje vital.
Un aprendizaje vital que planeó por su repertorio. Frente a las letras de su anterior disco, Los momentos (2013), que reflejaban a una Venegas llena de dudas, el último Algo sucede (2015) habla de certezas y de cambio de ciclo, como en Buenas noches desolación, tema de despedida de un tiempo de lágrimas en el que afirma: “La tristeza terminó”. La interpretó anoche y también modificó el estribillo de Algo está cambiando por un “hay en mí algo que cambió”.
La música de Venegas -accesible, pero no vacía- se mueve en un registro incómodo para los amantes del encasillamiento. Los más indies consideran su apuesta demasiado comercial. De ahí la polémica que generó su invitación al Festival Internacional de Benicassim de 2011. Pese a contar con varios himnos de coreable estribillo, su pop no encaja sin embargo en las manidas fórmulas enlatadas de la música globalizada. Ha elegido no cantar en inglés, es una intérprete versátil y bebe de influencias como la polka, el vals o el tango. Y, por supuesto, de la ranchera. Anoche lanzó desde el escenario un par de gritos al más puro estilo mariachi y se sumergió en los ritmos de su país en temas como Algún día, El Presente y Conmigo. Ya lo advertía el año pasado en una entrevista con este periódico: “Soy más mexicana que el mezcal”.
Cuando el público pedía otra canción, apenas tardó unos segundos en reaparecer. “Claro que sí, con mucho gusto”, respondió. Versionó Sin documentos, de Los Rodríguez, siguió con Conmigo y concluyó con un Me voy que anoche sonó más a festiva despedida de la ciudad que a canción de desamor.
Babelia
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