Leonard Cohen edita nuevo álbum en (su) otoño

Al final, aunque sea sotto voce, tendremos que dar las gracias a Kelley Lynch. La mánager de Leonard Cohen vació las cuentas de su representado, que a finales de 2004, ante su estupor, se descubrió arruinado. Siguiendo los consejos de Lynch, Cohen había cambiado su herencia por un plato de lentejas: vendió los derechos futuros de sus grabaciones y su discografía; por esos conceptos, ya no llegarían ingresos.

Otros se hubieran hundido en la frustración. Cohen se arremangó y se puso en acción. Pidiendo préstamos para litigar contra Lynch (y ganó, aunque no recuperó esos millones que se habían evaporado de sus cuentas, rumbo a un misterioso fondo de inversiones). A la vez, postergó la jubilación y volvió a la música.

Lo hizo con todas las consecuencias: una banda extensa, conciertos prolongados, giras. Así pudo fascinar a un público que, por edad, nunca había conocido el ambiente de sus recitales, la complicidad entre artista y oyentes. Aún más: volvió a grabar discos con canciones nuevas, que no caían bajo el funesto trato de Kelley Lynch con Sony Music.

En lo que llevamos de década, Cohen ha facturado tres discos con canciones nuevas (cuatro, si contamos con Blue Alert, la colaboración con su querida Anjani Thomas). No le faltaron ayudantes: tanto Old Ideas (2012) como Popular Problems (2014) fueron producidos por Patrick Leonard, conocido en la industria por su trabajo con Madonna. Para la nueva entrega, sin embargo, ha contado con Adam Cohen, hijo del artista y cantante.

Un elepé conciso

You Want it Darker es, como los anteriores, un disco breve: ocho canciones, una de las cuales se repite. Leonard no se avergüenza de ello: le gusta alegar que los elepés de country eran así de concisos y a veces no llegaban a la media hora. Aparte, los suyos son trabajos coherentes: Cohen prefiere utilizar canciones frescas, bocetadas en su estudio casero, en vez de recurrir al cajón de piezas inéditas que nunca se han grabado oficialmente.

El tema que da título al disco se ha estrenado en un capítulo de la serie Peaky Blinders, en una escena de juegos eróticos con asfixia. La voz serena y el mensaje fatalista de Cohen son muy apreciados en el negocio de la ficción televisiva: aportan gravitas a cualquier producto audiovisual. Muchos (decepcionados) espectadores de la segunda temporada de True Detective decían que lo mejor de la serie era la cabecera, con Nevermind de Cohen.