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‘IN MEMORIAM’

Einojuhani Rautavaara,el compositor que abarcó todos los campos

Fue uno de los maestros más admirados en todo el mundo desde la muerte de Jean Sibelius en 1957

Einojuhani Rautavaara, en octubre de 2014
Einojuhani Rautavaara, en octubre de 2014MARTTI KAINULAINEN (AFP)

La muerte el pasado 27 de julio del maestro Einojuhani Rautavaara (Helsinki, 1928) a los 87 años priva a Finlandia de uno de sus compositores más admirados en todo el mundo desde la muerte de Jean Sibelius en 1957. Dentro del nutrido panorama musical de este peculiar país nórdico, la figura de Rautavaara destacaba por haber conciliado la tradición instaurada a comienzos del siglo XIX por Frederick Pacius (1809-1891) con los movimientos surgidos del atonalismo y un neoclasicismo posromántico encarnado en Sibelius, su gran protagonista.

No le han faltado figuras notables a la música de Finlandia. Escúchense obras de Palmgren, Melartin, Madetoja, Raitio, Merikanto y otros nacidos en la segunda mitad del XIX. En el siglo XX, Sibelius y todos los citados seguían produciendo, pero pronto comenzaron los modernismos más o menos radicales, con personalidades como Kokkonen, Meriläinen, Bergman y Heinenen. Sin duda, el más notable ha sido Einojuhabni Rautavaara, el cual llamó la atención en 1955 en medios internacionales con su neoclásico Un réquiem de nuestro tiempo, para metales y percusión. Con esta obra ganó el concurso Thor Johnson de composición convocado en Cincinnati.

Animado por su colega Erik Bergman, introductor del dodecafonismo en Finlandia, Rautavaara se puso al día en las modernas técnicas y tras su Sinfonía nº 2, íntima, de 1957 (revisada en 1984), compuso la Tercera sinfonía por vez primera en su país con una técnica totalmente serial. Sin embargo, no se apartó del todo del gran sinfonismo posromántico, siempre tendente a un cierto estilismo de intención mística. Eso se aprecia bien en su Cantus Articus, Op. 61 (1972), más conocido como Concierto para pájaros y orquesta.

La obra de Rautavaara se ha movido en todos los campos. Ocho sinfonías, tres conciertos para piano y dos para violonchelo, conciertos para flauta, órgano, violín, arpa, clarinete, percusión... demuestran su talla como creador auténtico. Sus poemas sinfónicos, obras para piano (por ejemplo, las sonatas Cristo y el pescador y El sermón del fuego) y corales, entre ellas su popular Suite de Lorca sobre textos del poeta granadino, que tuvo una excelente acogida en el Gran Premio Coral Europeo de Tolosa, compuesto para coro infantil y orquesta; música de cámara (cuatro cuartetos de cuerda y un quinteto, dos sonatas para violonchelo, etcétera).

Es muy importante la aportación de Rautavaara a la ópera Aleksis Kivi, basada en la vida del poeta, novelista y dramaturgo finés de ese nombre, y en su país muy querido autor de Seitsemän Veljestä (el cervantino Los siete hermanos), y sobre todo Vincent, sobre la atribulada vida de Van Gogh. El coro dirigido por aquel gran amigo del País Vasco Erkki Pohjola grabó una pieza teatral calificada por Rautavaara como “un misterio finlandés” y que tituló Marjatta, la humilde doncella, para narrador, cuatro cantantes y conjunto instrumental formado por cuarteto de cuerdas, flauta y percusión. Con destino al ballet compuso Kinsaukset.

El último gran éxito del maestro lo disfrutó tras la ejecución de la Sinfonía número 7, Ángel de luz en 1995 por la Filarmónica de Helsinki, dirigida por el Papá Noel Leif Segerstam y nominada para un Grammy en Estados Unidos. Tras su muerte, el mundo de la música vuelve los ojos hacia Kaija Saariaho, la ilustre finlandesa ya casi parisiense, autora de la ópera L’amour de Loin (2000), cuya trayectoria, pensamiento y estética casi siempre nos conducen a la música transfigurada de Rautavaara.

Andrés Ruiz Tarazona es crítico de música.

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