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Feria de Julio de Valencia
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Salvad al torero Román!

Gran faena del valenciano ante un sobrero de Algarra; Rafaelillo, valiente y buen lidiador

El torero Román sale, ayer domingo, por la puerta grande tras la última corrida de la Feria de Julio de Valencia.
El torero Román sale, ayer domingo, por la puerta grande tras la última corrida de la Feria de Julio de Valencia.BIEL ALIÑO (EFE)

¡Román! ¿Sorpresa? No tanto. Faltaba un toro, porque torero se intuía. Saltó el sobrero de Algarra, con casi seis años y un mascarón de proa impresionante: de gran trapío, en fin. Román lo recibió muy variado con la capa: verónicas, frente por detrás y un farol invertido. Manso de libro en varas, salió huyendo en las dos entradas al caballo. En banderillas apretó y puso en apuros a Raúl Martí y El Sirio, que mantuvieron el tipo en un tercio emocionante. Y Román cogió la muleta. Se fue a los medios, y el cite del cartucho de pescao sirvió, a la llegada del toro, para desplegar la muleta en un pase cambiado por la espalda. Más en el platillo: dos estatuarios, un cambiado por la espalda y el del desprecio. Con seguridad. Con una serenidad pasmosa, la faena se desgranó sobre ambas manos. Para entonces, el toro ya había descubierto su cara oculta: la buena.

De largo recorrido el de Algarra; largos y con mando los muletazos en redondo. Un par de tandas al natural, con el toro muy embebido en la franela levantaron clamor. En un chispazo de imaginación, otro cambiado por la espalda cuando nadie lo esperaba. La impronta siempre de torero muy puesto. De postre, unos doblones con la muleta en la izquierda y el toro rendido a tan buen toreo. Faltaba la guinda: una gran estocada. Las dos orejas más justas y bien ganadas de la feria. Gran dimensión de Román. Y una salida de tono del presidente, que ordenó la vuelta en el arrastre a toro tan manso... pero tan interesante en la muleta. Decisión muy protestada por la gente. Con razón.

Un toraco de 640 kilos cerró plaza y feria. Carne de matadero. Hasta cuatro veces fue al caballo, combinando el de turno y el de la puerta, y en las cuatro a la defensiva. Más defensivo en banderillas, con desconcierto de lidia, y una prenda en la muleta. Enterado, dando tarascadas a diestro y siniestro. Lo intentó Román, pero esta vez era misión imposible. A la hora de matar no lo pasó bien el valenciano. El de Cuadri se lo puso difícil y la cosa acabó entre muchos apuros.

Un marmolillo fue el primero de tarde. Distraído de salida, aguantó bien una primera vara y le costó mucho tomar la segunda. Ya mirón con el capote en un quite frustrado de Pascual Javier, no apuntaba nada bueno. No engañó el toro. Rafaelillo se metió con él en los primeros muletazos; lidia antigua. Pero el toro no se convenció. Siguió mirón; continuó midiendo al torero. El murciano le plantó un desafío en cada cite y robó algún pase de mérito, como un monumental natural que no pudo tener continuidad. Consintió Rafaelillo casi hasta la desesperación, le llegó muy de cerca, pero el toro no respondió ni por las buenas ni a las malas y acabó buscando las zapatillas del torero.

Una lidia a la antigua de Rafaelillo al cuarto. Tampoco fue toro de facilidades. Dos varas, con la cara alta y el sonido del estribo como música de fondo. A cada muletazo el toro reponía terreno, pero Rafaelillo, sabio lidiador de estos trances, aplicó la medicina apropiada. Ataque frontal del murciano, sin reservas. Lo bonito, para otras ocasiones; lo auténtico para estos casos. A cada protesta del toro, una respuesta lidiadora de Rafaelillo. Lidia antigua, pero de verdad. Uno a uno los muletazos, pero en este escenario es lo que toca. Un valiente, que lo dio todo. Y más de media estocada, con toda la fe del mundo, de las que son certeras de necesidad. Y una oreja de esas que tienen su peso en oro.

Noblón, al que le costó un mundo embestir, fue el segundo. Al paso, obedeció solo a la voz, y no siempre, el de Cuadri se puso muy remolón. Pascual Javier le consintió. A base de insistencia sacó algún muletazo estimable, pero no había opción para más. Bastante hizo con exprimir a un toro sin jugo ni juego alguno.

Tampoco el quinto ayudó a torero tan necesitado de ayuda. El de Cuadri no pasó una sola vez y la voluntad de Pascual Javier se estrelló contra un muro de hormigón.

La corrida de Cuadri tuvo trapío y cuajo. Y muchas carnes. Los más fueron saludados con ovaciones, que se tornaron en decepción en el arrastre. Cumplidores en varas, pero más bravucones que bravos de verdad ante el caballo, no fueron fáciles en la muleta.

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