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Venecia se la juega

La Unesco lanza un ultimátum a Italia por no impedir el tránsito de cruceros ni el turismo masivo

El crucero 'MSC Preziosa' en uno de los canales de Venecia.Vídeo: ANDREA MEROLA (EFE) / EL PAÍS VÍDEO

No cabe un alma más. El vaporetto de la línea uno navega repleto por el Gran Canal, hacia la Plaza de San Marcos: turistas y residentes viajan como sardinas enlatados. A la altura de Rialto, el responsable de abrir y cerrar la puerta de ingreso pide casi un milagro: “Empujen, empujen; busquen espacio al fondo”. La gente, cabreada, da empujones; muchos usan los codos. Hace un calor africano y son apenas las ocho de la mañana de un lunes de julio. Cuando la nave de transporte público llega a la cuenca de San Marcos, pasa muy cerca un enorme crucero y todos, o casi todos, se quedan boquiabiertos.

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Los viajeros del vaporetto parecen hormigas delante del gigante marino, cuyos huéspedes no dejan de saludar y de disparar fotos. La escena se repite cada día en la vieja urbe, al borde del colapso por culpa del exceso de turismo que, contrasta con el éxodo de residentes. Se ha convertido en un Disneyland de callecitas y canales, una especie de museo al aire libre, colmado de turistas y de tiendas de máscaras venecianas, que, de venecianas no tienen nada, pues proceden de China.

El turismo masivo se ha convertido en el arma de doble filo. En el último año hicieron las maletas 327 residentes. El número oficial de habitantes es de 56.356, aunque podrían ser mucho menos, porque muchos son propietarios de una segunda casa, que utilizan apenas un par de semanas al año. En 1951 vivían en la ciudad lacustre 174.808 personas. A este ritmo, Venecia parece condenada a quedarse sin habitantes y seguir invadida de peregrinos. A ello se suma el tráfico descontrolado y caótico sobre el Gran Canal -incluidos los monstruos marinos, taxis y otras embarcaciones privadas-, las alteraciones de la laguna, la falta de una estrategia para controlar el turismo, la posible creación de nuevos canales para el tráfico comercial y de gigantescos cruceros. Y cómo no, el proyecto Moisés, la gran obra de ingeniería que prometía salvar Venecia de las mareas altas ahora investigado por presunta corrupción. Esos son los peligros que advierte la Unesco en su asamblea de la pasada semana en Estambul.

El tirón de orejas es para Italia y el gobierno local. El ultimátum para cambiar es de siete meses de plazo, hasta el 1 de febrero de 2017 y es consecuencias de las alertas lanzadas por la organización Italia Nostra a la Unesco. De lo contario, Venecia y su laguna -Patrimonio de la Humanidad desde 1987- se podría unir a la lista de sitios en peligro como Damasco y Alepo, en Siria, o basílica de la Natividad, en Jerusalén. “El gobierno no tiene ninguna estrategia, el tiempo se ha acabado y debe actuar para salvar Venecia”, advierte la organización.

El actual alcalde, el empresario conservador Luigi Brugnaro, sin embargo, no parece tener muy clara la estrategia. Dice que la Unesco tiene razón y que hace falta más dinero y también que “tiene los cojones llenos” de tanto escuchar críticas. Sus proyectos, sin embargo, son expansivos, como impulsar la isla del Lido, crear un parque temático cerca del aeropuerto Marco Polo de Venecia o un nuevo estadio.

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