Michael Kiwanuka: nace una estrella
El cantante británico cautiva con un 'soul' majestuoso en su nuevo disco, 'Love & Hate'
La zona de camerinos del Mad Cool es un trajín de músicos, representantes y distintos profesionales de la industria volando de un lado para otro, pero, como una estatua, una efigie negra de un abultado pelo afro, se encuentra sentado en un sofá Michael Kiwanuka (Londres, 1987). Faltan apenas dos horas antes de su sobresaliente concierto en uno de los escenarios del festival madrileño y no parece preocupado. Como a su aire, no se inmuta con nada y se muestra parco en palabras, aún cuando se trata de hablar de Love & Hate (Polydor/Universal), su nuevo disco que, por entonces, no ha salido publicado en España -lo hizo el pasado viernes 15 de julio-, pero que ya ha sido recibido por parte de la crítica británica como una obra maestra. “Estoy muy emocionado con todo”, afirma sin atisbo de expresividad. “Imagino que es importante crecer con tu música hasta intentar llegar a lo más alto. Cuanto más gente te escuche, mejor, pero no me paro a pensarlo”, añade.
Love & Hate es su segundo álbum tras el notable Home Again, que vio la luz hace cuatro años. Aquel trabajo, profundamente espiritual en su delicado soul, llamó la atención de muchos. El debutante tenía algo. Su aguda voz doliente encajaba a la perfección con ese bálsamo de cuerdas y vientos, como si desde el mismo corazón de la música negra se trazase un camino que se unía con la palpitante tradición folk británica representada en Pentangle o Fairport Convention. Algunos empezaron a llamarle el “Van Morrison negro”, una comparación que reconoce que ni le va ni le viene, aún declarándose “admirador” del León de Belfast. “Quizá la mayor influencia en mi modo de cantar es Marvin Gaye. Me gusta todo lo que hizo”, señala el cantante, que, a decir verdad, recuerda en su raíz folk negra a Bill Withers o Richie Havens.
De gira por España
El artista británico acaba de añadir dos fechas españolas a su gira: el 16 de noviembre en Barcelona (Sala Bikini) y el 17 de noviembre en Madrid (Teatro Barceló).
Desde joven se acostumbró a coger una guitarra y componer en su habitación, método que todavía utiliza. “Hubo discos de Jimi Hendrix, Bob Dylan, Nirvana, Pink Floyd, Funkadelic o Marvin Gaye que los escuchaba y decía: ‘Guau’. Eso ayudó”, explica. Hijo de padres ugandeses que huyeron de las atrocidades del régimen de Idi Amin, Kiwanuka no parece buscar significados profundos a las cosas: “Me metí en la música simplemente porque me parecía divertido. Desde el primer momento me hizo sentir bien”. De esta forma, el talentoso vocalista no alimenta la mística que desprende su música. Viste de forma sencilla con una cazadora vaquera, camiseta, vaqueros y zapatillas mientras solamente sus ojos de pantera, de una peculiar mirada intensa, parecen guardar la fuerza innata que más tarde reflejará sobre el escenario, donde tocará composiciones demoledoras de su nuevo álbum como One More Night o la propia Love & Hate. “Mi nuevo disco habla de las emociones humanas y los conflictos que surgen cuando no eres capaz de gestionarlas bien”, asegura.
Es en los discos, como en el reciente e imponente Love & Hate, donde habita un artista mayúsculo, que acaba de demostrar que no es una simple promesa ni un producto de una compañía tras el buen posicionamiento estratégico que le supuso acompañar en su gira a Adele o participar en el homenaje a Burt Bucharach. El nuevo álbum cuenta con la producción del poderoso Danger Mouse, que diseña triunfantes capas contemporáneas a sonidos raíces como ha demostrado con The Black Keys, Beck, Norah Jones o la propia Adele. La combinación ha derivado en un fabuloso catálogo de soul elegante, majestuoso en sus incursiones sentimentales que tratan la soledad, la duda, la culpabilidad y, especialmente, la necesidad de amar. Tal vez, Kiwanuka no se pare a pensarlo, o le dé igual, pero, desde el mismo arranque ensoñador de Cold Little Heart hasta el ardiente cierre de The Final Frame, solo se vislumbra una cosa: ha nacido una estrella. Su brillo está llamado a iluminar muchas noches de gloria.
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