“Ahora sales con un libro y no te comes una rosca”
Rafael Reig presenta 'Señales de humo. Manual de literatura para caníbales 1', una trepidante historia de amor por la palabra escrita
Rafael Reig viene a la entrevista en pantalón fresco, como si se fuera a zambullir en el mar. Y así pasa con su libro Señales de humo. Manual de literatura para caníbales 1, publicado por Tusquets. Es una trepidante historia de amor por los libros que cuenta desde el Mio Cid hasta las miserias grandes de Lope y Cervantes. Llamado a ser un manual de literatura, es también la experiencia de un alumno que aprendió a leer con los padres y de un profesor que se cansó de la burocracia de enseñar. Ahora tiene una librería. Es de Cangas de Onís, donde nació en 1963.
Pregunta. ¿Cómo nos enseñaron literatura?
Respuesta. Con la falsa idea de creer que la literatura o cualquier ciencia va progresando, empieza con el Poema del Cid y cualquier novela publicada ayer estaría muy por encima del Cid. Es mentira, claro. La literatura es simultánea, no tiene esa noción de progreso científico.
P. Así que los que escriben ahora...
R. ...no sabemos más que los que escribían antes, hemos leído más pero no sabemos más. Empezar por el principio y acabar por el final no tiene sentido; a los chicos les interesaría mucho más saber de dónde viene lo que están leyendo.
La gente idiota cree que todo el mundo piensa como él”
P. ¿Cómo le enseñaron?
R. Relativamente bien porque eran otros tiempos; en el colegio se consideraba muy importante leer y aprender de memoria. Tuve el privilegio de que mis padres fueran dos grandes lectores. Mi padre leía libros de historia y novela española y mi madre novela policiaca e histórica. Mi padre bebía whisky y mi madre ginebra; mi padre fumaba negro y mi madre rubio. Lo mejor de lo mejor.
P. ¿Qué le enseñaron a leer?
R. Nunca me dijeron que leyera esto o lo otro. Iba por la casa, ojeaba libros, cogía El embajador de Morris West, por ejemplo, y me lo tragaba.
En mis tiempos, leer molaba. Si querías ligar tenías que llevar un libro”
P. ¿Y en la escuela?
R. Fui uno de los primeros de EGB. En la escuela se leía muy poco. El árbol de la ciencia y cuatro cositas más. Las clases eran listas de nombres y de obras. Luego estudié Filología y lo compensé. Lo que recuerdo sobre todo es la pandilla de amigos. Parecíamos traficantes: llegábamos con un libro escondido en la trenka. Cortázar, César Vallejo. “Tienes que leer esto, no te lo puedes perder”.
P. ¿Y cómo ha ido evolucionando la lectura?
R. Yo di clases de interino, en institutos, luego en Estados Unidos... Recuerdo que cuando empecé a dar clases aquí llegué con ideas nuevas y era muy difícil. Ni los programas lo admitían ni los profesores ni el departamento. Recuerdo mi primera clase en el Aluche, con 21 años. Explicaba La Celestina. Les pedí que leyeran un episodio y que explicaran por qué ahí se advertía que Calisto era un eyaculador precoz. “Tan pronto empieza el placer ya termina...”. Claro, se lo leyeron entero. Mi teoría es que todo se aprende. Y que un profesor es una especie de actor que debe seducir. Que cuenta muchas historias, que tiene un montón de anécdotas. Yo acababa las clases cansado y sudado.
P. ¿La falta de lectura viene de la falta de ganas de leer que transmiten o la sociedad conspira contra la lectura?
R. Las dos cosas. Los chavales leen. Lo que pasa es que no leen lo que les decimos nosotros y no leen lo que queremos que lean. Pero les gusta mucho leer. En Cercedilla los alumnos y un profesor del Instituto han montado un club de lectura en un bar, y si no va el profesor van solos. Empezaron con El Principito de Saint Exupèry y ahora están con El amante de Duras...
P. ¿Y entonces?
R. Conspira la sociedad contra la lectura. Para leer hay quye quedarse solo; leer es trabajoso, tiene una recompensa enorme pero es muy trabajoso. Estamos demasiado mal criados en que todo sea muy sencillo, en que todo tenga una satisfacción inmediata. Claro, Internet, las series, todo esto hace muy difícil leer. En mis tiempos leer molaba. Si querías ligar en los ambientes en los que yo me movía tenías que llevar un libro visible. Ahora sales con un libro y no te comes una rosca.
P. ¿Qué da Oliver Twist que no dé Juego de tronos?
R. No he visto Juego de tronos..., pero sé que los libros sirven para vivir, para ser más feliz y para comprender mejor la realidad. Permiten ponerte en los ojos de los otros. La gente idiota cree que todo el mundo piensa como él, y no todos somos iguales. Si logras ponerte en los zapatos de David Copperfield o de Oliver Twist o de Ulises y luego te miras a tí mismo aprendes quién eres.
P. Ha escrito una novela de aventuras biográficas y literarias al mismo tiempo que cuenta las vidas y lo que les pasaba por dentro a los personajes, desde La celestina a Cervantes y a Lope, una especie de introspección. ¿Es un modelo que propone para enseñar literatura?
R. Sí, más que leer hay que intentar vivir los libros. Siempre que he dado clase y leíamos una novela, lo primero que hacíamos era un casting. Les decía: si fuera una película, quién haría de Celestina, quién de Melibea, quién de Calisto y por qué Charo López sería una buena o mala celestina. ¿Cómo sería la Celestina o Melibea interpretada por Victoria abril? , ¿sería bueno o malo?, ¿sería una Melibea demasiado zorrón o cómo era Melibea?
Creo que esto es una forma de meterse dentro de los personajes y de acercarse a los libros. Sinceramente creo que hay que leer con más pasión y menos respeto. La única forma de leer los libros es vivirlos. Vargas Llosa dijo: "La muerte de un personaje literario me ha dolido más que la de muchos miembros de mi familia". Creo que si no se lee así, con entusiasmo, no vale la pena.
P. Lo que cuenta lo pone en práctica en el libro, de hecho el Cid Campeador tiene un correlato en El hombre que mató a Liberty Valance, además describe al Cid como hombre enamorado de otro hombre.
R. No se descarta (risas)
P. Con ese no descartar quedan abiertas todas las posibilidades en los personajes.
R. Sí, yo quería contar el Cid como una historia de amor, creo que se puede armar, que funciona como historia de amor entre el rey Alfonso y el Cid. El Cid siempre me ha fascinado, es un libro misterioso. Cuando cuentas que al Cid le violan y le humillan a sus hijas, a un gran guerrero que con un mandoble de su espada mataba a 10, preguntas qué haría, y dicen: pues poner una denuncia, recurrir a los tribunales. Esto es inconcebible, no existe en ningún libro de esa época. Eso también hay que explicarlo, el Cid para mí tiene un poquito de misterio y lo relaciono con Liberty Valance porque en los dos hay un acto de violencia pero para establecer el imperio de la justicia, el periodo de la razón y no de la fuerza. Es la lucha entre la razón y la fuerza. A cualquiera, en Estados Unidos o aquí en España, le violan a las hijas, coge una pistola y dispara.
P. Hay otro hecho patético que se describe en el libro, cuando la muerte de Cervantes deja solo a Lope de Vega. Cómo a ese hombre no lo consume sólo la muerte de su hija sino la muerte de Cervantes. ¿El odio entre los escritores llega a ser amor?
R. El odio entre los escritores llegar a ser amor muchas veces. Todo odio tiene una ración, una parte de amor porque para odiar con inquina a lo largo del tiempo hay que tener mucho interés en la otra persona. Odiar a alguien que te es indiferente es muy difícil. Todo odio tiene amor pero entre los escritores más.
El caso de Lope es muy clásico porque creo que se leyó el Quijote como lo leía un rústico de pueblo, pensando que era un libro de chistes sin más. Sólo una vez muerto Cervantes empezó a germinar en él la semilla de la lectura, a darse cuenta de que aquello era la novela moderna y de que él tenía que hacer un Quijote en verso, la poesía moderna, abrir otras puertas diferentes en la poesía diferente porque estaba un poco arrinconada y encajonada con el manierismo petrarquista y demás.
Y creo que sí, que el debió de lamentar enormemente la muerte de Cervantes. Lope decía cosas como "mármol en la muerte y hambre en la vida, ese es el destino de los escritores". Probablemente se dio cuenta de que Cervantes había muerto pobre, miserable, dado de lado, sin conseguir ningún reconocimiento por el prestigio porque en aquel momento había escrito un libro de chistes. Claro, se miró a sí mismo y se decidió a escribir "de verdad", cómo él decía, algo que no tratara de literatura sino de la vida.
P. Es interesante esa relación en la que se odian, se desprecian mutuamente y en la que sin embargo comparten las gafas.
R. Comparten las gafas, que son como huevos estrellados porque están hechas una porra. Sí, claro, porque aparte de ser vecinos iban a las mismas academias, a esas tertulias que había entonces y sí es verdad que en una de ellas le pidió las gafas. Se leían, a pesar de que Lope hablando de Cervantes dijo en una carta "El Quijote, esa memez". Debió leer El Quijote antes de que se hubiera publicado, quizá fue a la imprenta de Juan de la Cuesta, que estaba al lado, y leyó unos trozos, quizá Cervantes le había contado cosas pero estaban muy pendientes el uno del otro, como creo que están todos los escritores.
P. ¿Ve paralelismos en la vida de los escritores que conoce ahora, en este tipo de odios y egos que mueven la literatura?
R. Los hay, hay odios y egos pero creo que son menos intensos, aunque como se dice los escritores desayunan egos revueltos, de eso no cabe duda. Por ejemplo, yo me he criado literariamente y soy amigo de Antonio Orejudo. Mi mayor temor siempre es qué va a escribir Antonio, sé que no sirve de nada preguntarle, hablo con los amigos y les pregunto si saben algo, preocupadísimo por si está escribiendo algo parecido a lo que yo estoy haciendo. Si fuera así, me pondría malo y me metería en la cama. Y es una amistad muy profunda pero con una rivalidad enorme.
P. Algunos elementos del libro me recuerdan a Umberto Eco o a Juan Cueto cuando mezclaban lo clásico y lo modernísimo a la vez.
R. Claro, esa es la idea, fundirlo. Me alegro mucho de que menciones a Eco, para mi es un escritor imprescindible, una de las novelas que más me gusta de Eco y que aquí no ha gozado de mucha reputación es Baudolino, es casi una historia de la lengua, empieza en romance y va contando la transición, el ocaso de la Edad Media a través de un personaje que en su caso no se reencarna pero que es una historia rocambolesca, un tipo que está en todos los lados, al lado de todo el mundo, una especie de pícaro. Ésa seguridad, esa erudición que tenía Eco que le permitía tutear a los clásicos, tratarlos como amigos y por lo tanto presentártelos como compañeros, como si te tomaras unas cañas con Petrarca, es una frescura que le daba a cualquier cosa que contaba. Te lo hacía interesante y pensabas: cómo no habré entendido esto antes.
Me llena de orgullo que menciones a Eco pero ojalá, eso es lo que yo querría imitar.
P. Sí se toma unas cañas con Petrarca.
R. Sí, con Petrarca me tomo unas cañas y alguna bronquilla tenemos él y yo (risas). Sin embargo Petrarca es un personaje cuya importancia yo reconozco, su forma y pasión de leer. Cómo cuenta que encuentra las cartas de Cicerón y las contesta encabezando: "querido Tulio" (risas). Es la misma actitud que la de Eco y con la que yo creo que hay que tratar a los clásicos. A los clásicos hay que tratarlos en zapatillas.
P. Habla de qué es el arte, en otro momento habla de los clásicos y en otro se atreve a contar la historia de la literatura con una frase: "quiénes creemos que somos, cómo nos contamos a nosotros mismos quiénes somos y lo que nos sucede, qué imaginamos que nos está pasando, en otras palabras, la historia de la literatura". ¿Ésa era su ambición cuando lee, participar de la historia de la literatura?
R. ¡Sí, claro! Tú me conoces, yo no soy una persona modesta, uno se sienta para escribir El Quijote o no se sienta. Luego le sale un churro pero la intención…
P. Eso dice Manuel Longares, que uno se tiene que medir con Valle o con Cervantes.
R. Y si no, no te sientas a escribir, luego te sale lo que te sale pero ambición, desde luego. Yo quiero formar parte de esa aventura de imaginar quiénes somos, de explicármelo mí mismo y contárselo a los demás… Ya me gustaría a mí formar parte de eso. De todas formas, ya formo parte como lector, creo que cualquiera que lea con ganas y con pasión forma parte de la historia de la literatura y está teniendo un conocimiento especial comparable al que pueda tener cualquier persona que sepa mucho de ciencia o cualquier otra materia. La historia de la literatura es tan importante como saber de qué está compuesto el átomo y cuál es la estructura molecular del universo, pero saber qué pensamos de nosotros mismos, de nuestro sitio en la tierra, de nuestra vida y qué pensamos que nos ha pasado y qué nos va a pasar es una ciencia tan importante como cualquier tecnología avanzadísima.
P. Volvamos a la lectura y a la enseñanza de la lectura. ¿Cómo ha afectado los inventos recientes a la concentración para leer y también a la idea de que ya no se lee? Parece que por haber leído un resumen ya lo hubieras leído todo. ¿Qué significa leer de veras?
R. Ha afectado muy negativamente, incluso a mí mismo. En cuanto empiezo a leer el periódico por Internet, dejo de leerlo. Y cada vez que lo compro en papel, lo leo entero, de la cruz a la firma como se decía antes. Por Internet se lee en diagonal, mucha gente lee solo para poder retuitearlo y ya está, se lee sin atención ni concentración. Me parece gravísimo. Como también decía Eco, yo no creo mucho en la tecnología. El libro no es mejorable, es como la cuchara, no se puede hacer una cuchara cuadrada, el libro es lo que es. Me parece muy grave, yo no tengo muchas dificultades para concentrarme porque me crié con cinco hermanos y porque juego al ajedrez y el ajedrez te da capacidad de concentrarte en un problema de inmediato, quitar todo lo demás y dedicarte a resolver ese problema. Pero sí que he notado que cuando empiezo a hacer el tonto por Internet, ni me acuerdo de lo que he hecho. Me parece muy peligroso.
Hay que leer muy despacio, sin prisa, con un papel y un lápiz y anotar. Hay que parar para pensar en otra cosa, a recordar. Y hay que leer por el placer de leer, no para haber leído.
Mucha gente piensa que los libros son de uso tópico, de uso interno, que basta con tenerlos y eso es lo que te da Internet, te lees el resumen y ya está, ya lo tienes. Pues no. Si no lo lees no te hace efecto.
P. En los últimos tiempos se observa cómo ha cambiado la expresión de "lo estoy leyendo" a "ya lo he visto" o "ya lo tengo".
R. “No lo tengo, me lo he bajado”. Eso no te va a hacer efecto, no basta con untárselo en la piel, hay que masticarlo.
P. Decía que miraba a sus padres leer y que eso le hizo lector. En el libro dice que el obstáculo en la enseñanza de la literatura son los padres.
R. En la enseñanza en general, estoy francamente convencido. Siempre he pensado que el colegio, el instituto, la enseñanza, la gran virtud que tiene es que libra a los niños de sus padres. Tu padre es un nazi, no te preocupes, en el colegio estás a salvo; tu padre es testigo de Jehová, no te preocupes que en el colegio estás a salvo; tu padre es un ignorante que desprecia la cultura, bueno, aquí no, aquí estás a salvo.
Desde que los padres participan en la educación, dar clases se ha convertido en un suplicio, yo he estado en reuniones de padres y los padres te preguntan con qué criterio pones las notas, ¡bueno, con las que me da la gana, para eso yo soy profesor y usted no!
Creo que los padres deberían retirarse un poquito, la responsabilidad de la educación es de los estudiantes y de los profesores, de las autoridades académicas. Los padres tienen que estar enterados, pueden ayudar, pueden participar un poco pero es que últimamente están pesadísimos.
P. ¿Y los profesores cómo están?
R. Soy malo para las cifras pero quizá la mitad (una cifra escandalosa) de los profesores de la enseñanza pública son interinos, van rulando de colegio en colegio todos los años, hay una gran bolsa de gente que se tiene que presentar a las oposiciones todos los años. Demasiado bien se portan los profesores para cómo lo tienen.
Los libros en los institutos ya no los puedes comprar en julio porque el profesor de la asignatura va a venir en septiembre, no hay ninguno fijo y hay que esperar para ver qué libro pone.
Toda la idea que antes había de un proyecto docente en el centro, de una interacción en los distintos departamentos, de una dinámica que produjera sinergia, que los profesores se ayudarán entre ellos para que el resultado fuera mejor, todo está parado.
Creo que los profesores en general son una gente muy vocacional, he visto poca gente más entregada que los profesores de enseñanza media, son espectaculares.
Babelia
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