Van Morrison, 1973: ¿El mejor directo de la historia?
Una nueva caja de discos revive la gira más legendaria del músico
Imaginen un volcán en erupción. Esa eclosión violenta de magma en esa estructura inmóvil a la que se llega tras varios estados de distintas temperaturas. Es una fuerza de la naturaleza indescriptible y al mismo tiempo un fascinante acontecimiento lleno de misterio y emoción. Si tuviesen que ponerle un nombre, y alguna vez se han emocionado con una canción de rock o pop, deberían llamarle Van Morrison. Sería justo. Van Morrison en 1973 interpretando Cyprus Avenue o Domino, por ejemplo, en la sala The Rainbow de Londres. Sobre un escenario, pocos volcanes se han visto igual que el que representó el León de Belfast durante su mejor gira, recogida ahora en una caja de tres discos y un DVD que vienen a completar el prodigioso álbum It's Too Late To Stop Now, publicado en 1974 y considerado uno de los mejores discos en vivo de la música popular de todos los tiempos.
Son tres volúmenes (II, III y IV), que guardan actuaciones en Los Ángeles, Santa Mónica y Londres durante el tour más espectacular del que, por entonces, era llamado “el mejor cantante blues del mundo” o “el mejor intérprete de soul blanco”. Daba igual. Era Van Morrison en estado puro, jugando con los elementos a partir de su extraordinaria garganta y filtrando rhythm and blues, folk, soul, rock and roll o jazz en interpretaciones abrumadoras. Su creador lo definió como Caledonia soul music, por esa referencia mitológica a Caledonia, la brumosa región más allá del limes, un lugar revelador y casi inalcanzable, que Morrison convirtió en un sentimiento único. Si humanamente no se podía llegar, sí podía conseguirse espiritualmente, a través de la música.
Con esta nueva caja, que no es la típica explotación oportunista de reediciones tan propias de las discográficas, se profundiza aún más en el significado de It's Too Late To Stop Now y, sobre todo, se amplía fabulosamente la panorámica del músico en directo que era Van Morrison allá por 1973. Un artista que poco o nada tiene que ver con el oficinista de escenario actual, al que, aún con algún ramalazo de talento innegable, se hace difícil encontrar ese perfil de león rugiente, angustiado, suplicante, que estruja las palabras hasta convertirlas en su propio verbo de bramidos y arrebatos, como en la versión que se recoge en el volumen II de Bring It On Home To Me, original de Sam Cooke. No es el único ídolo versionado: por su vozarrón también pasan composiciones de Willie Dixon, Ray Charles o Sonny Boy Williamson, testificando su herencia con el cancionero afroamericano. Incluso hay una versión de Buona Sera de Louis Prima y de Bein' Green, tema popular de Barrio Sésamo, que el músico veía con su hija.
Fue la mejor época artística de Morrison, que acababa de protagonizar un enorme periodo creativo con cinco álbumes en apenas cuatro años. De hecho, esta gira vino precedida de dos discos sobresalientes en cuestión de meses como el delicioso Saint Dominic's Preview y Hard Nose The Highway. Pero esos trabajos también mostraban a un hombre más sombrío, en pleno desasosiego existencial, expatriado en California, lejos de su Irlanda natal, afectado desde la distancia por la violencia del conflicto de Ulster y anticipando su ruptura matrimonial. Incluso se había enfrentado a su discográfica porque no veía ni un dólar de Brown Eyed Girl, su mayor éxito. La esperanza se derrumbaba y la bestia estaba herida.
Llevó todo esto a sus conciertos de 1973, pese a sus inseguridades y ataques de pánico, que le llevaban a ejecutar actuaciones pésimas o a suspenderlas. Pero, cuando se sobreponía, se jugaba todo sobre el escenario, donde hacía algo más que cantar muy bien. Sus conciertos transmitían pasiones humanas, cantadas desde todos los ángulos posibles, más allá de las matemáticas. Como en Moondance, que en el directo publicado en 1974 Morrison dejó fuera porque una nota se tocó desafinada. Ahora se puede oír cómo sonaba con la mejor banda que nunca ha tenido: la Caledonia Soul Orchestra, un extraordinario combo con sección de cuerda en el que destacaban el teclado de Jeff Labes, el saxo de Jack Schroer y la guitarra de John Platania. No solo aportaban matices, sino chispazos a la ebullición del león, que estaba inmóvil sobre el escenario, controlaba los tiempos improvisados con el brazo como un director de orquesta y aseguraba que ninguna actuación podía ser igual a la anterior mientras cargaba contra los conciertos de rock por ser “enlatados”.
Con estas credenciales, surge la pregunta: ¿Estamos ante el mejor directo de la historia? Podría serlo sin problemas. Tiene virtudes esenciales: la crudeza carnal de la grabación, sin añadidos ni retoques de estudio, transmitiendo el sudor del escenario y la intimidad de club; la espontaneidad de la música tocada y el empuje magnífico de su ardiente cantante. Se sitúa al nivel de los más clásicos y brutales Live at the Apollo de James Brown o Live at the Harlem Square de Sam Cooke. Por eso, It's Too Late To Stop Now es un conjunto de directos legendario, irrepetible, desbordante de mística.
Imaginen un volcán en erupción. Suena como aquel Van Morrison de 1973.
Los directos más históricos
GRANDES DISCOS EN VIVO DEL ROCK Y EL POP.
Allman Brothers —At Fillmore East.
Bob Dylan—Before the Flood.
Bruce Springsteen —Hammersmith Odeon London '75.
Deep Purple —Made in Japan.
The Beach Boys—In Concert.
The Rolling Stones —Rock'n'roll Circus.
REUNIONES ANTOLÓGICAS.
The Band —The Last Waltz.
George Harrison —Concert for Bangladesh.
LOS QUE MÁS SE ASOCIAN AL SOUL DE VAN MORRISON.
James Brown —Live at the Apollo.
Joe Cocker—Mad Dogs and Englishmen.
Sam Cooke — Live at the Harlem Square.
Babelia
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