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Paul Collins, el obrero del rock

El líder de The Beat pasea por España el repertorio de cuatro décadas con sonidos afilados

Paul Collins en Madrid en 2005.
Paul Collins en Madrid en 2005.Imagen Promocional

Se considera un privilegiado. Lleva más de cuatro décadas en los escenarios de medio mundo, ha estado de gira con los Ramones y ha sobrevivido a "las drogas, las chicas y los años" mientras compañeros suyos caían. Por eso, a sus 62 años, Paul Collins, guitarra y líder de The Beat -la que siempre ha sido su banda tras un disco como The Nerves- no piensa jubilarse. Insiste en el tópico: el rock es más que música, "una forma de vida". "Representa a las buenas canciones, a un buen ambiente y a buenas sensaciones", afirma, "y mientras pueda seguir haciéndolo, no pienso cambiarlo. Es mi oficio. Solo soy un obrero más".

Pero en su dilatada carrera ha habido muchos periodos. Quizás el que más recuerden sus biografías sea aquel en el que despuntó en la escena estadounidense con estribillos veloces, punteos afilados y el sonido eléctrico de éxitos como 'Rock and Roll Girl' o 'Don't Wait Up For Me'. Fue su salto a lo que se venía conociendo desde los años sesenta como power pop y que encontró su caldo de cultivo en la mezcla con otros géneros. A mediados de los años setenta, Paul Collins flirteó con el punk y su imperativo de los tres minutos máximo por pista. Había fundado The Nerves con Jack Lee y Peter Case en 1974 y formó The Paul Collins Beat a finales de la década, banda con la que continúa a pesar de los cambios de componentes y las tribulaciones en el estilo. La edad ha ido limando la premura de los inicios para acercarle a otros modelos como el country o el folk, aunque el neoyorquino defienda que siempre, por encima de todo, ha sido un orfebre del rock.

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"Los ochenta fueron unos años mágicos", sostiene en la butaca de un hotel próximo a la sala Würlitzer de Madrid. "Conocíamos a mucha gente de la industria. Nos movíamos mucho", dice recordando cómo consiguió unirse a la gira de Ramones yendo a la oficina de su agente en Nueva York, donde nació. "Me dijo que si conseguía un local en Cincinati, nos unía al tour. Llamé desde allí mismo, con su teléfono fijo, a un amigo mío ofreciéndole un concierto con The Nerves y Ramones. Lo conseguí. Luego fuimos a Texas y dimos el primer concierto punk en Cleveland, Ohio", sonríe.

Un buen comienzo, apunta. Luego llegaron más conciertos, idas y venidas por el mapa norteamericano y una madurez plácida que tuvo a Madrid como protagonista. Por eso, aunque asentado de nuevo en su ciudad -en un apartamento "de puta madre" al lado del Hudson, y con muchas ganas de permanecer tiempo en el "pueblo"- Paul Collins intenta regresar al menos una vez al año a España. La primera vez que pisó la capital fue en 1980 y le pareció alucinante. Esta misma sensación le recorre el cuerpo esta misma tarde. "Es preciosa", exclama después de haber vivido en pleno barrio de Las Letras durante ocho años. "Viví la Movida y luego no dejé de volver. Me enamoré [uno de sus hijos, de hecho, es lo que califica de "sándwich mixto": la madre es española]. Era un momento 'súperfantástico'. Algo muy especial que no vas a repetir", sopesa.

Esa dedicación a la música tuvo su ramificación temporal en un local inaugurado en el centro de Madrid con jazz, cócteles y mucho estrés. "Pensaba que el rock era duro hasta que monté un bar", rememora con un suspiro en medio de la conversación, que transcurre en un español más que notable solo intercalado por alguna expresión inglesa. Nadie lo diría: su infancia se desarrolló en varios países de Europa, Vietnam o San Francisco, la orilla opuesta a su procedencia y donde se empezaban a establecer las nuevas olas musicales. "En España lo tuve fácil. La gente es como la de Nueva York", comenta Paul Collins, que viajará por León o Asturias antes de embarcarse en un tour europeo.

¿Y aparcar la guitarra? "Nunca he considerado que haya tenido una cima y luego mi carrera se haya estancado. Veo que lo que viene será mejor", suelta rápido, pasando de puntillas por temas como la política o el estado musical del momento. "Cada uno lleva su 'rollo' y busca su espacio. Dylan, por ejemplo, ha hecho villancicos porque se puede permitir lo que le dé la gana. Como si se desnuda: sus obras maestras ya están en la historia. Yo estoy en otra parcela, lejos del espectáculo. Sigo creyendo que el Rock and Roll son me ha dado las canciones que me acompañarán en los buenos y malos momentos. Para mí no es más que intentar buscar melodías, viajes y trabajo", enumera. "Solo lo dejaré cuando pierda las ganas".

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