‘Platino Domingo’
Plácido Domingo alinea una constelación de estrellas en su 75 cumpleaños en el Bernabéu
Un Bertín Osborne con un nuevo tipín para comérselo salió a la cancha como sale Bertín Osborne a los sitios, agarró el micro como quien le agarra el cuello a un miura, presentó al homenajeado como quien presenta al patriarca de la casa y declaró inaugurado el convite. Igual que la familia le organiza las bodas de platino con el mundo a los patriarcas más queridos, le regalan una bandeja de alpaca firmada, una foto tamaño póster de los nietos y un PowerPoint con los momentos estelares de su vida, a Plácido Domingo, la gran voz lírica española, le organizaron una fiesta memorable sus discípulos por su 75 aniversario. Desde los amantes latinos Alejandro Sanz, Bisbal y Juanes, a los juglares Andrea Bocelli, José Mercé y Pablo Alborán, pasando por la musa Diana Navarro y los históricos cronistas de sueños Los Secretos, acudieron a la llamada para cantarle feliz cumpleaños al líder carismático. Los beneficios de un Bernabéu hasta la bandera irán a escuelas deportivas de la Fundación Real Madrid, organizadora de la juerga, en el México querido del homenajeado.
El concepto clásico vivo cobra una dimensión particular con Plácido Domingo. Alto, imponente, guapetón y presumido como un adolescente, con el pelazo y la barbaza de tribuno marca de la casa y el tumbao que llevan los guapos de todas las quintas al caminar por donde les dé a ellos la gana, el gran tenor, reconvertido en barítono sin perder una octava de su encanto y poderío, salió jacarandoso al escenario, situado en el fondo sur de su Bernabéu de su alma, y, más allá de cantar como canta él solo, se dejó querer por la parentela. Plácido en el alma se autodenominaba el evento, y a fe que a Domingo se veía emocionado hasta ahí mismito con tanto cariño.
Otelo en WhatsApp
¿Qué decir de Plácido Domingo que no esté dicho? ¿Que firma como Otelo en su perfil de WhatsApp, quizá por ser su alter ego preferido de los 170 que ha encarnado? ¿Qué tiene su propio dibujo en Los Simpsons? ¿Que tuvo personaje fijo en los Teleñecos, Plácido Flamingo, por más señas? ¿Qué fue elegido en una encuesta de la BBC como el mejor tenor de la historia? ¿Qué convirtió la ópera en espectáculo de masas con Pavarotti y Carreras como Los tres tenores en los noventa del pasado siglo? ¿Que ha cantado copla con la Jurado, country con John Denver, pop con Julio Iglesias, y lo que le echaran con Paloma San Basilio? ¿Que este año va a actuar en los cinco mejores teatros de ópera del mundo a sus tres cuartos de siglo? Pues todo eso, y que no tiene nada que demostrarle parecía decir un Plácido divertido, diletante y disfrutón entre dueto y dueto en el estrado.
Exudaba entre testosterona y almíbar cantando arias con su homólogo el italiano Andrea Bocelli, baladas con las ambarinas Rozalén y Diana Navarro, o merengue con el vacilón de Carlos Baute. No fue, sin embargo, hasta que el argentino Diego Torres atacó los vitamínicos acordes de su Color esperanza, cuando empezó a hervir la ya de por sí tórrida noche. Hasta a las tres entrañables y clónicas hermanas -200 años largos entre las tres- sentadas al lado de la que suscribe, movían las caderas como si se fuera a acabar el mundo sin levantar un milímetro los glúteos de su Very Important Butaca. Detrás, en el palco, Florentino Pérez, ejercía de complacido anfitrión de las 85.000 almas del graderío y de los amigos de Plácido.
A su alrededor, como Cristo entre sus discípulos, una buena representación de las celebridades de la revista ¡Hola! en carne rellena de ácido hialurónico, ellas, y ora digna calva, ora flequillazo enhiesto a la última moda, ellos. En el césped, una mixtura de polos y chinos pijos, shorts intrauterinos rollo Coachella en Concha Espina y alguna que otra exagerada vestida como para ir a la ópera propiamente dicha. Había que comprenderlas. ¿Qué se pone uno para no desentonar con semejante variedad de estilos? Hasta el mismísimo Pablo Alborán tenía dudas de vestuario, aún en su casa a la hora en que empezaba el concierto, intimidado ante la perspectiva de medirse percha con percha con Domingo. Mucho divo junto.
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