“La cámara ha sido mi lápiz”
La Fundación Botín presenta en Santander una exposición con piezas de Joan Jonas, pionera artista estadounidense, presente en los principales museos del mundo
A Joan Jonas (Nueva York, 1936) no le gusta “explicar” su trabajo. Cuando le preguntan por el significado de sus piezas se resiste a cerrar la posibilidad de que cada cual interprete a su manera: “No se trata de entender mi obra sino de experimentarla”.
Pionera del videoarte y la performance, Jonas es una figura de la escena neoyorquina del Soho de finales de los años sesenta que ha desarrollado un lenguaje lírico propio en el que funde vídeo, dibujo, música, literatura y danza. Con él cautivó a público y crítica en la última edición de la Bienal de Arte de Venecia —como ya lo hiciera en Kassel, donde ha participado en seis ediciones—, y una obra suya abre el recorrido de la colección de la Tate Modern ampliada que acaba de inaugurarse. Este verano la particular poesía sensorial de Jonas hace escala, hasta el 16 de octubre, en la Fundación Botín de Santander con la muestra Caudal o río. Vuelo o ruta, que reúne 24 dibujos a tinta, 14 dibujos murales, cinco instalaciones de vídeo y una nueva pieza, fruto del taller que la artista ha impartido en las últimas semanas en la ciudad cántabra.
“Grabo y colecciono imágenes y objetos constantemente para construir historias visuales poéticas y abstractas”, aclaraba la artista, que ha incorporado el material rodado en el valle del Nansa en su nueva pieza, un trabajo que califica aún de “documento” puesto que no lo da por concluido. Hay un delicado juego de superposiciones en la obra de Jonas, como cuando la artista —con un traje estampado de loros, gafas de sol, un peculiar turbante y un abrigo de papel blanco— va moviéndose delante de una pantalla de cine en la que se proyecta un suelo de viejas baldosas. O cuando sostiene espejos que reflejan lo ya filmado, colándose en la imagen, fundiéndose en ella y dotándola de un nuevo brillo, como un subrayado visual, mientras las gigantes secuoyas de California se yuxtaponen a los pájaros enjaulados que rodó en Singapur.
Licenciada en Historia del Arte, estudió escultura en Boston antes de obtener una maestría en poesía y dibujo en la Universidad de Columbia. Trabajó en la mítica Green Gallery de Richard Bellamy, donde investigó la escena artística del Nueva York de principios de los sesenta, y se apuntó a los talleres de danza contemporánea de Trisha Brown e Yvonne Rainer para aprender a usar su propio cuerpo, recuerda, antes de lanzarse al escenario como performer.
Histórica del Soho muy revalorizada
La creadora Joan Jonas (Nueva York, 1936) se dio a conocer en los años sesenta en la escena artística experimental del Soho.
Licenciada en Historia del Arte, para preparar sus performances y su cuerpo estudió danza contemporánea.
En la última década su obra se ha revalorizado, siendo una de las grandes triunfadoras de la última Bienal de Venecia.
Una de sus piezas inicia el recorrido de la ampliada Tate Modern de Londres.
“Laberintos, de Borges, me dio la idea de los espejos, quería alterar el sentido del espacio que tenía el público. Trataba de alejarme de los happenings, que me parecían demasiado restrictivos”, recuerda Jonas. Desde noticias hasta sagas, la palabra escrita ha tenido un papel clave en su obra. La Divina comedia de Dante, los textos del historiador alemán Aby Warburg o la novela del autor islandés Halldór Laxness, Bajo el glaciar, son otros de los textos literarios que aparecen entreverados en los trabajos que presenta en Santander y que recorren su trayectoria de los últimos 15 años.
A esta pionera la imparable entrada actual de la performance en los museos le parece “inevitable”, comenta escuetamente. Sobre la evolución del papel de las mujeres en el mundo del arte contemporáneo, sin embargo, tiene más que decir: “Ha habido un cambio drástico. Cuando yo estudiaba no había profesoras en las escuelas. Yo he tenido siempre mucho apoyo de mis colegas y ahora las cosas han cambiado, pero no lo bastante; no hay un reconocimiento igual, de la misma manera. Este es un proceso largo. Ahora tenemos una candidata a la Casa Blanca pero hay muchas críticas hacia ella y es por ser mujer”.
El marco como concepto —abstracto y concreto— es otro de los puntos cardinales del imaginario de Jonas. “Enmarcar es llevar algo a un lugar interior, me interesa el espacio, la ilusión espacial que produce la pintura es uno de los elementos más importantes en la representación, y a partir de ahí te preguntas cómo componer la acción”. Solo trabaja con material que ella misma ha rodado. Cuenta que arma sus obras a partir de bloques que va superponiendo. Por ejemplo, superpone la imagen de unos niños que juegan al corro con los propios niños repitiendo el juego en vivo delante de su propia filmación... que a su vez se filma de nuevo. “La cámara ha sido mi lápiz”, explica.
El éxito y la atención que el trabajo de Jonas ha recibido en la última década se ha hecho esperar. Ajena a las redes sociales y al mundo multimedia del que hoy apenas se puede escapar y que quizá dota a su trabajo de una nueva lectura, esta menuda mujer sonríe con aire de hada neoyorquina al hablar del reconocimiento que recibe en los últimos tiempos. “A veces pienso que me habría gustado que hubiera llegado un poco antes, pero entonces nada habría sido lo mismo, ¿no?Creo que tengo suerte de poder hacer este trabajo”.
Fascinada por las pinturas de Altamira
El taller que Joan Jonas ha impartido con la Fundación Botín en Villa Iris le ha permitido explorar la provincia de Cantabria. Sus grabaciones del paisaje del valle del Nansa son el telón de fondo de la pieza en la que sus alumnos participan a modo de sombras que miran y se enredan con aparejos de pescador.
Pero quizá la vista que más ha calado en la artista estadounidense ha sido la de las pinturas rupestres que vio en el Museo de Altamira y en las cuevas del Castillo y las Monedas. “Es algo que no puedes absorber inmediatamente, pero que te afecta profundamente”, explicó en la rueda de prensa en la que estuvo acompañada por el comisario y director artístico del Centro Botín, Benjamin Weil.
Las pinturas de pájaros que Jonas ha hecho en las paredes de la sala parecen un guiño al pasado rupestre.
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