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Revolución sensorial en Versalles

El danés Olafur Eliasson instala su arte en la antigua residencia real, en la que propone “descentralizar las jerarquías” del poder

Álex Vicente
Visitantes de la exposición del artista danés delante de la obra 'Your sense of unity'.
Visitantes de la exposición del artista danés delante de la obra 'Your sense of unity'. AFP
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El artista danés Olafur Eliasson se acaba de convertir en el nuevo inquilino del Palacio de Versalles, que desde 2008 invita anualmente a un creador contemporáneo a exhibir sus obras en el contexto impropio de la antigua residencia real. Figura imprescindible del arte de nuestros días, Eliasson toma el relevo de ilustres predecesores como Jeff Koons, Takashi Murakami o Anish Kapoor, que el año pasado levantó un escándalo con su "vagina de la reina", una monumental escultura de fuertes connotaciones sexuales que disgustó a los colectivos tradicionalistas, e incluso fue degradada y cubierta de inscripciones antisemitas dirigidas a su autor.

La muestra de Eliasson molestará menos: apuesta por una subversión menos explícita y más cerebral. El danés sigue entendiendo el arte como un artefacto capaz de alterar la percepción de la realidad, punto de partida de una toma conciencia que logre agudizar nuestro espíritu crítico. Es decir, algo parecido a lo que perseguían pioneros como Julio Le Parc, Carlos Cruz-Díez o James Turrell, en los que Eliasson indudablemente se inspira. Hasta el 30 de octubre, la exposición indaga en la borrosa frontera entre naturaleza y civilización, como ha sido habitual en su trayectoria, pero también en la fascinación que siguen provocando las molduras doradas de este palacio. "No fue fácil llegar a sentir qué era Versalles. Reconozco que me hizo falta tiempo antes de sentirme en mi casa", explicó Eliasson durante una concurrida rueda de prensa. Lo consiguió tras pasear de noche por sus contornos, hasta acabar concibiendo este recorrido sensorial que aspira a provocar un cuestionamiento de orden político, formado por ocho obras creadas especialmente para la ocasión.

Tres de ellas se sitúan en el exterior de la residencia real y juegan con el agua en estados distintos: líquido, sólido y gaseoso. La más vistosa es la gran cascada artificial que Eliasson ha erigido en pleno Gran Canal, frente a la fachada posterior del palacio. El danés hace realidad así un proyecto frustrado del jardinero de Luis XIV, André Le Nôtre. A Eliasson también le sedujeron sus laberínticos bosquecillos, ejemplos clásicos de ese jardín francés que aspiraba a dominar geométricamente una naturaleza que, tarde o temprano, solía terminar por reclamar sus derechos. Así lo ha vuelto a entender la propia Francia, tras el temporal histórico que arreció la semana pasada sobre su territorio, y que dificultó mucho la instalación de las obras, como confiesa el artista. Para Eliasson, esa catástrofe no tuvo nada de natural. "¿Por qué natural y no cultural? En el fondo, es una consecuencia de los hombres", argumenta el artista, plenamente comprometido con el medio ambiente.

“Cada visitante puede convertirse en rey o reina”, afirma el artista

La exposición da fe de ese empeño. En el Bosque de la Columnata, peristilo circular formado por treinta arcos que el arquitecto Mansart construyó en 1684, el danés ha rellenado la fuente central de morrena, la grisácea acumulación de piedras, barro y residuos que transportan los glaciares, que hizo traer desde Groenlandia. Al otro extremo del jardín, el artista levantó un círculo metálico que desprende una densa bruma, que el visitante deberá atravesar para llegar al otro lado. Cuesta conseguirlo sin perder la orientación. "En medio de la niebla, uno siempre se pierde. Cuando eso sucede, nos vemos obligados a recalibrar nuestros sentidos. Por ejemplo, cuando dejamos de ver, usamos nuestros oídos. Creamos otro sistema de navegación para volver a orientarnos. Esa bruma representa el final de una etapa y el principio de algo distinto", precisa. "Provoca la misma ceguera que nos llevó a provocar la crisis climática". Con un mínimo esfuerzo, dice Eliasson, encontraremos el buen camino.

Cambio de perspectiva

En el interior del palacio, Eliasson ha instalado cinco obras "integradas en la arquitectura, hasta el punto que uno puede pasar por delante y ni siquiera verlas". Eliasson no aspira a competir con la aurora boreal que instaló en la Tate Modern en 2003, las falsas cataratas del East River neoyorquino en 2009 o el paisaje lunar creado en 2014 en el Louisiana Museum, cerca de Copenhague. Su exposición resulta, voluntariamente, algo menos espectacular de lo habitual. Al fondo de la Galería de los Espejos, un conjunto de círculos caleidoscópicos reflejan la silueta del visitante sobre un fondo dibujado por el imperioso decorado. En la sala contigua, otro cristal reflectante con aspecto de esfera solar, en un guiño al más absolutista de los monarcas, logra encuadrar el rostro del espectador pese al fulgor que lo rodea. En este antiguo teatro social de las apariencias, lugar por excelencia donde observar y ser observado, el espectador observa el palacio, pero este no duda en devolverle la mirada. "Le pregunta quién es y qué está haciendo aquí. Le pregunta si quiere ser solo un observador o un participante activo. Cada visitante puede convertirse en rey o reina", afirma Eliasson.

El artista exige al visitante que no se deje deslumbrar por los fastos del poder. Sirviéndose del procedimiento barroco de la mise en abyme, Eliasson aspira "a provocar un cambio de perspectiva y a descentralizar las jerarquías". En el folleto que presenta la exposición, lo dice de manera aún más rotunda: "El Versalles en el que he soñado es un lugar que da poder a todo el mundo. Invita al visitante a tomar control sobre su experiencia, en lugar de limitarse a consumir y sentirse aturdido por la grandeur. Le exige que ejercite sus sentidos, que acepte lo inesperado, que se pierda por los jardines, y que sienta cómo el paisaje toma forma a través de su movimiento". Bajo su aspecto de exposición consensual y perfectamente educada, que los propios responsables del palacio aplauden por su discreción, Eliasson propone un Versalles digno de los tiempos de la Nuit Debout.

Una estrella del arte contemporáneo

Nacido en Copenhague en 1967, Olafur Eliasson es uno de los nombres más prestigiosos y cotizados del arte de nuestro tiempo. Su consagración llegó con The Weather Project (2003), la puesta de sol artificial que sedujo a dos millones de visitantes en la Tate Modern. Su obra figura en las colecciones de los mayores museos, como el MoMA de Nueva York y el Centro Pompidou de París.

Eliasson lidera un estudio que emplea a un centenar de personas en el barrio berlinés de Mitte, donde también desarrolla proyectos comprometidos con el medio ambiente y la cooperación con el sur global, como la lámpara solar Little Sun. Profesor de la Universidad de Bellas Artes de la ciudad etíope de Adís Abeba, donde adoptó a sus dos hijos, Eliasson acaba de publicar un libro de cocina y diseñará los decorados de High Life, película futurista de la directora Claire Denis, con guion de la escritora Zadie Smith y Robert Pattinson como protagonista.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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