El Proust más íntimo, subastado
Una colección de 130 fotografías, cartas y libros del escritor francés, vendida por 1,24 millones de euros en París
A su muerte en 1922, Marcel Proust legó sus pertenencias a su hermano Robert. Este lo dejó todo a su hija Adrienne, que a su vez transfirió sus bienes a su hijo Patrice. Así, la colección personal del escritor francés llegó a las manos de la primogénita de este último, Patricia Mante-Proust, una elegante mujer de 41 años y larga cabellera rubio platino que, pese a su infinita admiración por su tío bisabuelo, admite no haber leído más que uno de los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido. Mante-Proust, la última que lleva el patronímico del autor en su familia, ha decidido prescindir de vetustos objetos y documentos tras descubrirlos en una vieja maleta que su padre nunca le enseñó. “Me impresionó mucho. Me resulta cercano, porque se trata de mi familia. Y, a la vez, es algo que me supera”, explicó a Le Figaro. Una subasta de 130 fotografías, libros, manuscritos y cartas, realizada este martes en la sede parisiense de Sotheby’s, se saldó con una venta de 1,24 millones de euros, por encima de una estimación inicial que fluctuaba entre los 520.000 y los 740.000 euros.
La joya de la corona de la colección era un juego de galeradas manuscrito y desconocido hasta la fecha de A la sombra de las muchachas en flor, segundo volumen de su obra principal, donde se observaban las correcciones realizadas por Proust durante la Primera Guerra Mundial. Fue vendido por 111.000 euros, cinco veces por encima de su precio inicial. Mientras tanto, una edición original de Por el camino de Swann, dedicada de su puño y letra al diplomático estadounidense Walter Berry, fue adjudicada por 62.500 euros, también por encima de su estimación. Por otra parte, un dibujo de la catedral de Amiens, realizado por el propio Proust y pensado como un regalo a su amigo y amante Reynaldo Hahn –“la persona que más quiero en el mundo, junto a mamá”, escribió el escritor del compositor caraqueño– se vendió por 47.500 euros.
Pese a un valor cuantitativamente inferior, en ese lote sobresalían las cartas y las fotografías, que dan cuenta de la vida interior de Proust, de sus dilemas en el proceso de escritura y de sus relaciones familiares, amistosas y sentimentales. En las imágenes aparecen algunos de sus íntimos, como el literato y pintor Lucien Daudet –hijo del escritor Alphonse Daudet, con quien mantuvo una relación sentimental–, el dramaturgo Robert de Flers o el poeta simbolista y reconocido dandi Robert de Montesquiou, en quien se inspiraría Proust para esbozar el personaje del barón de Charlus. Una fotografía donde el escritor aparece junto a Daudet y De Flers, tomada por el fotógrafo Otto Wegener, también formaba parte del lote subastado. En su día, Proust tuvo que deshacerse de todas sus copias a petición de sus padres, incómodos ante el homoerotismo que la imagen desprendía. Ahora se confirma que decidió conservar, por lo menos, un revelado.
“De una rata a su rata…”
Si algo es sabido sobre el escritor, envuelto en esa misma bruma misteriosa que caracteriza a su estilo literario, es que le gustaba escribir cartas. Incluso intercambió misivas con la esposa de un dentista estadounidense que residía en el piso de encima de su residencia del bulevar Haussmann. En las distintas misivas incluidas en la subasta se presencian sus agrios intercambios de desamor con Hahn, marcados por esos celos que asoman también en su obra literaria. Pero también su sólida amistad hasta el final de sus días. Pocos días antes de su muerte, el compositor le escribió: “No puedo hacer nada por mi amigo más querido, una de las personas que he amado más en mi vida”. Con Daudet, Proust hablaba un código secreto formado por acrónimos formados por la inicial de cada palabra, que les permitía vivir su amor lejos de la miradas reprobadoras. En otra de las cartas subastadas, aparece una dedicatoria en latín: “Rato ratus, murus muri…” (“De una rata a su rata, de un ratón a su ratón”). Estas cartas habían quedado al margen de las antologías publicadas hasta ahora por deseo expreso de la familia Proust.
En el conjunto de objetos y documentos subastados también se encuentran dos de las tres misivas conocidas que Proust envió a su padre –de esas que empiezan por “Mon cher petit papa…”–, que nunca aprobó su voluntad de dedicarse a las letras. En una carta firmada en 1893, cuando tenía 22 años, el escritor se compromete a escoger “una de las carreras prácticas” que su padre le obliga a estudiar. Como buen joven de la burguesía parisiense, Proust se compromete a presentarse “al concurso [para el cuerpo] de asuntos exteriores o bien al de la Escuela de Chartes”, donde se educaban los bibliotecarios y archivistas de la época. El escritor deja que sea su progenitor quien escoja su destino y le garantiza que preparará el examen “seriamente”. Pero, unos párrafos más tarde, le advierte que será contra su voluntad: “Para mí, cualquier otra cosa que la literatura y la filosofía es tiempo perdido”. De ahí a Albertine y la magdalena solo quedaba un paso.
Babelia
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