La sonrisa congelada de Europa
La exposición central de PHotoEspaña propone un recorrido por la fotografía continental de los ochenta, un tiempo en el que anidaban las semillas del actual descontento
Sonaba No Future, de Sex Pistols. Aún faltaban un par de años para que la conservadora Margaret Thatcher ganase las elecciones británicas de 1979 y se convirtiese en primera ministra, pero la canción ya anticipaba el comienzo de un Reino Unido posindustrial, entre despidos y reconversiones que, como cantaba John Lydon dejaba a los ciudadanos como “flores en la basura”. Los años ochenta finalizaron con uno de los hechos más importantes de la Historia contemporánea, la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Esos diez años de contradicciones y tensiones centran la exposición clave de PHotoEspaña, cuyo lema de esta edición es Europas.
El Círculo de Bellas Artes acoge, hasta el 25 de septiembre, la colectiva Transiciones. Diez años que trastornaron Europa, con obra de 28 fotógrafos de ocho países (predominio de ingleses y alemanes, ocho y ocho) con la tesis de los organizadores de que las actuales políticas neoliberales de recortes y dentelladas al Estado de Bienestar tuvieron como embrión ese periodo. “También es una etapa en la que la barrera entre la fotografía y otras disciplinas artísticas desaparece”, destacó ayer en la presentación la directora de PHotoEspaña, María García Yelo. Comisariada por Alexis Fabry y María Wills y con imágenes del coleccionista francés Nicolas Motelay, este repaso por la Europa de los ochenta genera una mirada melancólica, nada nostálgica, que se abre con las fotos de Martin Parr (1952). El británico mete al espectador en la intimidad de unas familias de clase media en un decrépito balneario, en lo que llamó “documental conceptual”.
Dominio del color
En la mayoría de los fotógrafos representados predomina el color. “Un color con mirada cínica, incluso ácida”, según Wills. El mejor ejemplo es la imagen de Margaret Thatcher entre varios miembros de su partido durante la convención de 1985, tomada por Chris Steele-Perkins (1947). Una de esas fotos que dejan la sonrisa congelada.
“En aquellos años, la fotografía experimentó cambios tecnológicos y se abrieron caminos a la experimentación”, añade la comisaria. De las excepciones en blanco y negro destacan las duras imágenes del irlandés Tom Wood (1951), como Chicas en camisón (1986), preparadas para ligar; y los retratos de Chris Killip de familias de proletarios en el norte de Inglaterra dedicados a recoger en la orilla restos de carbón procedentes de una central térmica. En ese mundo deprimido y azotado por el viento y las olas, conmueve la pequeña Helen, que intenta evadirse jugando con su hula hoop.
Más fría, sin dramas humanos, es la mirada de los fotógrafos alemanes. Entre ellos sobresale el trabajo del dúo Bernd y Hilla Becher, que en blanco y negro lograron arrancar belleza de instalaciones industriales abandonadas que, en sus manos, tomadas frontalmente, se exhiben elegantes y estilizadas. También inservibles son los camiones militares que el ruso Sergey Chilikov (1953) coloca como telón de fondo de modelos con largas telas rojas que intentan posar entre bordillos y lodo. Instantáneas de 1995 de una realidad teatralizada que simbolizan al imperio que se había desmoronado, el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Menos divertidas son las fotos, en tono sepia, de Boris Mikhailov (1938) tomadas en 1986 en Ucrania. En una década de paradojas se muestra a bañistas apelotonados en unos pocos metros a la orilla de un lago salado de aguas con virtudes terapéuticas. El chapuzón se antoja muy poco apetecible vistos los enormes colectores que atraviesan las aguas.
La España que había ingresado en la Unión Europea, en 1986, y se desarrollaba entre pelotazos y ladrillos está representada por las fotos del francés Jean-Marc Bustamante (1952) del extrarradio de Barcelona. Son imágenes en pequeño formato de edificios y casas en construcción y de sus cicatrices en el paisaje.
A pesar del hilo crítico que une gran parte de la exposición, los comisarios descartan que pueda hablarse de una “fotografía europea”. “Es un continente que ha mirado siempre a las corrientes que llegaban de Estados Unidos. Lo que sí hay es una constelación de estilos”. Lo que vino después de aquel futuro que negaban Sex Pistols fue el de una mayor apertura de fronteras entre los países comunitarios, el final de la Guerra Fría y los protocolos TCP/IP que aceleraron la transmisión de datos y el desarrollo de Internet. No todo iba a ser tan malo, pero eso ya es otra década.
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