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Fin a la aventura de una pequeña sala de barrio

Vecinos del distrito de Usera (Madrid) participan en el espectáculo de despedida de Kubik Fabrik

El director teatral Fernando Sánchez-Cabezudo (sexto por la derecha), junto a los actores y vecinos que participan en el espectáculo 'Historias de Usera'.Vídeo: javier jiménez
Raquel Vidales

En 1971 triunfaba en el teatro Calderón de Madrid la revista Paloma, palomita, palomera. El público se tronchaba con las gracias de Tony Leblanc. Luis Ureña, hoy pintor jubilado, se encontraba entre aquellos espectadores entusiastas y llegó a aprenderse de memoria uno de sus números. Durante años lo ha recitado para amigos y conocidos en reuniones, fiestas, bares. Este viernes Luis cumplirá el sueño de su vida: recitar aquel monólogo de Tony Leblanc en un escenario. Actuará junto a cinco actores profesionales y cinco vecinos en el espectáculo Historias de Usera, con el que Kubik Fabrik, el único teatro de su barrio, cerrará sus puertas tras seis años de actividad. Su fundador, Fernando Sánchez-Cabezudo, no puede seguir sosteniéndolo económicamente.

En octubre de 2010 se inauguraba en una antigua nave industrial del distrito de Usera de Madrid la sala alternativa Kubik Fabrik. Al principio no fue fácil dar a conocer el nuevo espacio: estaba en la periferia, lejos del circuito teatral habitual, y los habitantes de la zona no se atrevían ni a acercarse. Pero poco a poco se fueron venciendo recelos. Vecinos como Luis Ureña, que vive en la misma calle, empezaron a descubrir que los espectáculos de aquellos jóvenes artistas podían gustarles. En paralelo, el espacio fue ganando prestigio fuera del barrio. Destacadas figuras de la escena contemporánea, como Alfredo Sanzol, Miguel del Arco, Denise Despeyroux y Pablo Messiez, han pasado por allí.

Hoy Kubik Fabrik tiene hasta su propio crítico oficial: Ventura, residente en Usera, ofrece su dictamen en la barra de un bar, el parque, la biblioteca, la sala de espera del médico… Y hasta la cerrada comunidad china, muy numerosa en el barrio (conocido como el Chinatown madrileño), se ha involucrado en algunas actividades. “Desde el principio hemos intentado crear una relación de confianza con los vecinos. Organizamos charlas y talleres para acercarles. Queríamos que sintieran este teatro como un lugar propio, no como un espacio de élite”, explica Sánchez-Cabezudo. “Es un modelo de gestión raro en España, pero habitual en otros países. En Londres muchos centros de producción están en la periferia y reciben financiación para programas dirigidos a su distrito. Así se crean focos de cultura por toda la ciudad”, añade.

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Solo hay que darse una vuelta por los alrededores de Kubik Fabrik para darse cuenta de que el modelo puede funcionar también en España. Si uno se pierde por Usera, no es difícil encontrar a alguien que sepa indicar cómo llegar al teatro, pese a no encontrarse en las calles principales. Se ha logrado un vínculo muy estrecho, hasta el punto de que Sánchez-Cabezudo ha decidido despedirse con un espectáculo basado en historias del barrio que le contaron los propios vecinos. Algunas saltaron en su momento a la prensa, como la batalla campal desatada durante el concierto de Lou Reed en el estadio del distrito en 1980; otras son menos conocidas pero no menos interesantes: la mujer que creía que su hijo perdido era el torero El Cordobés; la sala de fiestas Copacabana que acabó convertida en oficina de la Agencia Tributaria; un adolescente chino que creía ser vampiro...

Historias de Usera nació en realidad como un relato sonoro basado en leyendas del barrio. El equipo de Sánchez-Cabezudo escogió siete y pidió a dramaturgos de renombre que las convirtieran en pequeñas piezas teatrales para ser escuchadas. Actores como Pepe Viyuela, José Sacristán, María Adánez, Asier Etxeandía y Ariadna Gil pusieron voz a los personajes en grabaciones que luego se volcaron en una aplicación móvil llamada Storywalker. Con ese material el director ha compuesto ahora el espectáculo con el que Kubik Fabrik se despide de su público. Actores profesionales y vecinos recrean esas historias alrededor de la maqueta de un edificio típico de viviendas de Usera.

Pero si el modelo funciona, ¿por qué cierra? “Claro que funciona, pero lo hemos sacado adelante con mucha precariedad. Me he endeudado para los próximos años y no puedo seguir adelante solo”, aclara Sánchez-Cabezudo. En 2010 firmó un contrato de tres años con el dueño de la nave. En 2013 renovó por otros tres años. Ahora que tocaría una segunda prórroga, el propietario quiere vender. “No tengo 300.000 euros para comprar la sala ni quiero seguir trabajando con tanta precariedad. Si tuviera algún apoyo quizá me plantearía continuar, pero en estas condiciones no”, dice.

El barrio está desolado. “Mis abuelos vivieron en la quinta casa que se construyó en Usera. Ha nacido y vivido aquí toda mi vida y he visto desaparecer todos los cines o salas de ocio que había. La gente se reunía en esos lugares, comentaba las películas o lo que echaran. Con Kubik volvimos a encontrarnos. Es una pena que volvamos a quedarnos sin nada”, lamenta Chucho Montes, otro de los vecinos que intervienen en el montaje de despedida.

Fontanero, chófer y actor profesional en su juventud, Chucho llegó a participar como figurante en películas como El imperio del sol, de Steven Spielberg, y Las aventuras del barón Munchausen, de Terry Gilliam, pero está tan entusiasmado con el estreno de Historias de Usera como su vecino Luis Ureña, que subirá por primera vez a un escenario. “Todavía tenemos la esperanza de que no cierren Kubik. Algún concejal o alguien tiene que salvar esto”, dice mientras se dirige con Luis a uno de sus ensayos. “No va a cerrar. Esto es una maravilla. El teatro es una maravilla. No puede cerrar”, zanja Luis.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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